La pérdida de un hermano: el duelo fraternal
La pérdida de un hermano provoca una forma de duelo particular. De hecho, todos los duelos son diferentes porque cada vínculo es también único. El que se tiene con los hermanos suele ser uno de los más genuinos que hay a lo largo de la vida y suele provocar sentimientos encontrados.
Aunque no sea justo, el duelo originado por la pérdida de un hermano suele quedar opacado. Se les concede más importancia a otros vínculos, como el de padres, hijos o cónyuges. Al mismo tiempo, el duelo fraternal suele ser uno de los más profundos y sentidos. Esa contradicción puede hacer que muchas veces resulte difícil poner en orden los sentimientos.
Tras la pérdida de un hermano, se produce una reestructuración de la familia. Esto altera el orden del nacimiento, de uno u otro modo. Cuando se trata del hermano mayor o menor, alguno de los otros queda de pronto en ese lugar, sin haberlo pedido. Así mismo, los roles se modifican, así como varias de las características de los dolientes.
“Es posible que nuestros hermanos sean los guardianes de nuestra identidad, las únicas personas que tienen acceso a nuestro yo real”.
-Marian Sandmaier-
La pérdida de un hermano
La pérdida de un hermano suele ocasionar un duelo muy profundo. Aunque no se puede generalizar, en muchos casos supone la ausencia de alguien que siempre ha estado en la vida de uno. Se trata de relaciones muy cercanas, y de larga duración, que han dejado una huella profunda en lo que somos.
Por eso, este tipo de pérdidas casi siempre causan un gran desconcierto inicial. Si se trata de hermanos que han crecido juntos, con aquel que se va también se marcha una parte de la historia personal. Se pierde a alguien con quien se ha contado en los buenos y malos momentos. Por eso, no es raro que haya una extraña sensación de soledad y desamparo.
En los casos en que los hermanos también son grandes amigos, la pérdida lleva a que se experimente mucha confusión y un gran vacío. Ese testigo, ese cómplice, ya no estará ahí, de manera incondicional, para contrastar lo que somos y enriquecer lo que hacemos. Esto puede suponer grandes sentimientos de tristeza.
Culpas y roles
La pérdida de un hermano también suele ser una ocasión propicia para que se reactiven viejas culpas. Hermanos que se respeten han tenido conflictos más de una vez. Buena parte de nuestra identidad se ha forjado a partir de los contrastes que establecemos con ellos. Es probable que incluso haya habido varios momentos de distanciamiento o de tensión.
Pese a todo, también es probable que entre los hermanos se forjen lazos sólidos e indestructibles. Así, cuando un hermano se va, es posible que nazca un cierto deseo de martirizarnos por ese juguete que no le prestamos cuando teníamos 6 años. O que lamentemos no haberlo apoyado lo suficiente cuando cortó con su pareja o perdió su empleo.
De pronto queda vacío todo ese espacio que ellos ocupaban. Lo que él o ella hacían en función de la familia, ¿quién lo hará ahora? Incluso si aportaba poco, ¿por quién nos vamos a preocupar ahora? ¿A quién cuestionaremos? El orden que conocíamos ya no es el mismo y también parece que el mundo fuera otro, más melancólico, confuso y desolado.
Afrontar el duelo fraternal
El primer paso para afrontar la pérdida de un hermano es permitirnos la tristeza. En muchos casos, los supervivientes terminan ocupándose del dolor de sus padres, de la pareja del hermano que ya no está, de sus hijos, etc. Aunque a veces esto sea inevitable, no debe permitirse que los demás lo ocupen todo.
Es muy importante reconocer y hacernos cargo del propio dolor, que suele ser muy grande. Esto implica, en primer lugar, perdonarnos. La culpa no sirve de nada porque ya no hay remedio. Siempre las cosas habrían podido ser diferentes, pero nunca habrían podido ser perfectas. No vale la pena fustigarse por esos errores que ya no cuentan.
La mejor opción es darnos algo de tiempo y luego, cuando ya no sea todo tan confuso, aprender a recordar a ese compañero de vida que se fue. Recoger en la memoria, y quizás en un álbum de fotos, o en un escrito, esos momentos memorables y únicos que se compartieron.
La pérdida de un hermano también es un momento para reencontrarse con él, con sus pasos y sus huellas, con lo mucho que nos dejó y con la gratitud por haberlo tenido en nuestras vidas.
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