Hay personas mentira y personas comprometidas
Hay personas mentira y personas comprometidas. Las primeras son aquellas que nos venden sus valores, sus falsas pancartas y sus palabras vacías a cambio intereses secretos. Las segundas abundan un poco menos, pero al fin y al cabo, nos dignifican. Son aquellas con propósitos claros, personas sinceras que nos inspiran, que defienden aquello en lo que creen sin vacilaciones ni miedos.
Hace unos años se llevó a cabo un estudio a nivel mundial para medir el grado de compromiso que teníamos las personas. Bajo el lema “Inspire to connect” se buscó valorar tres variables muy concretas: el compromiso con uno mismo, el compromiso con los demás y el establecido a su vez con nuestro planeta y el medio ambiente.
“Cuando estás rodeado de personas que comparten un compromiso apasionado en torno a un propósito común, todo es posible”
-Howard Schultz-
Los resultados fueron bastante llamativos y vale la pena profundizar en ellos por diversas razones. Se pudo saber que los países que tuvieron puntuaciones más elevadas en las tres escalas fueron los sudafricanos, los argentinos o los españoles. Por su parte, los que quedaron en los últimos puestos fueron países como China o Japón.
Un aspecto que pudo descubrirse con este trabajo es que las personas comprometidas se auto-percibían como más felices. A su vez, algo que también quedó claro es que nadie puede comprometerse con aquellos que le rodeen o con su propio planeta si primero no se quieren a sí mismos, si primero no ponen en práctica un compromiso auténtico con uno mismo.
Un detalle este último tan esclarecedor como interesante.
Las personas mentira y su bajo nivel de compromiso
Para entender qué diferencia hay entre las personas mentira y las personas comprometidas, definamos en primer lugar qué entendemos por “compromiso”. Por lo general, este término hace referencia a una declaración de propósitos y a un plan de acción donde conseguir un objetivo, defenderlo y visualizarlo en la sociedad. Sin embargo, lo que hay por encima de todo es una dimensión afectivo-emocional y cognitiva, un sentido claro y bien definido de lo que nos es importante, de lo que nos inspira y en lo que creemos.
Por lo tanto, hay un sentido de conciencia que parte de ese universo interno donde uno necesita vivir en armonía con lo que piensa y lo que hace. Las personas mentira por su parte también parten de esa esfera interior, pero en lugar de nutrirse de sus fortalezas, de sus ideales y valores se nutren de la carencia, de lo que me falta, de lo que no tengo y que el exterior debe ofrecerme.
Otro aspecto que debemos considerar es el siguiente: hay personas que se comprometen con el objetivo pero no con el proceso. Imaginemos que tenemos una pareja que dice querernos, que nos convence de que está férreamente comprometida con la relación. Defiende el objetivo, sin embargo, no cumple con el proceso. Es decir, no invierte atenciones ni respeto, ni interés ni tiempo de calidad. En este caso, estaríamos también ante una “persona mentira”.
Así, es importante considerar que el auténtico compromiso no está en las palabras, sino en los actos. En un guión interno donde uno tiene claras las prioridades y lucha por ellas al vincularse afectivamente con ese propósito. Porque recordemos, la promesa que se queda solo en la palabra no sirve de nada, es humo, es vacío, es una mentira muy vieja…
Las personas comprometidas y el amor propio
Volvamos al estudio del que hemos hablado al inicio. En él se pudo demostrar que la población española, por término medio, muestra un grado de compromiso más elevado que la china o la alemana. A su vez, se perciben como más felices y muestran un interés activo por las personas de su entorno y el medio ambiente.
Como vemos, todo ello se resume en un deseo expreso por cuidar de los suyos, de los familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, etc., comprometiéndose también por una mejora social y por una adecuada protección de los entornos naturales. Viendo esto más de uno puede preguntarse ¿es que la población china o la alemana no lo hacen?
Evidentemente lo harán, pero tal vez sean sociedades mucho más centradas en el trabajo y sobre todo la productividad, como es el caso de China. La clave por tanto estaría en mantener un adecuado equilibrio donde exista un compromiso real en todos los ámbitos, el personal, el social, el laboral o el económico, pero sin olvidar nunca algo esencial: el mejor compromiso empieza con uno mismo. Estas serían las claves para lograrlo.
- Las personas compromiso son críticas. Cuando uno sabe bien lo que quiere, lo que es digno y cuáles son sus valores, no duda en mantener una actitud crítica ante lo que considera que no es justo. Son perfiles que hacen uso de una elevada franqueza.
- El buen compromiso empieza también por uno mismo. El buen autoconcepto, la autoestima fuerte y el trabajar una imagen ajustada entre lo que se quiere y lo que uno es capaz de hacer, nos serán de gran ayuda para comprometernos con nosotros mismos y los demás.
- Así, a mayor compromiso con uno mismo, mayor es la sensibilidad con el entorno y con la sociedad. Tarde o temprano uno entiende que no somos islas separadas en medio del océano, que para convivir hay que respetar y favorecer también el bienestar ajeno y el de nuestro entorno para que todos salgamos ganando.
Para concluir. A pesar de que en nuestro día a día nos encontramos en exceso con personas mentira, no debemos desanimarnos ni aún menos imitar sus actitudes o comportamientos al pensar que todo está perdido. Si les imitamos, daremos forma a una mentalidad de colmena donde dejar que los demás piensen por nosotros. No es lo adecuado.
Aprendamos a ser más comprometidos. Elijamos una causa, la nuestra y luchemos por ella. Seamos, ante todo, personas comprometidas con nosotras mismas sabiéndonos merecedoras de nuestros derechos, de nuestras felicidades y nuestros logros. Creemos una convivencia más digna donde todos ganemos.
Imágenes cortesía de Sofía Bonnatii