Personas que no paran de mentir: ¿por qué?
El otro día me contaban un caso de una persona que tenía la costumbre de mentir. Un hábito que acababa de descubrir, pero que probablemente llevaba tiempo practicando, y que estaba generando mucho sufrimiento en su entorno. Así, hoy hablaremos de esas personas que no paran de mentir.
En este caso, mentía en cuestiones importantes, como afirmar que había logrado un título que no tenía. También mentía en cuestiones pequeñas, como decir que se había encontrado con alguien, cuando no había sucedido, que le habían realizado un obsequio, cuando en realidad lo había comprado o que ayer merendó mucho cuando solo comió un poco de pan.
Las personas que no paran de mentir también suelen ser solitarias. Tarde o temprano, aquellos con quienes cogen confianza terminan descubriendo su proceder y alejándose con una mezcla de emociones, en la que predomina la tristeza y el enfado. Su primera intención ha sido cambiar al otro, pero no han podido.
¿Por qué hay personas que no paran de mentir?
Toda elección tiene una motivación, que se traduce en un vector de orientación del comportamiento. Distanciarnos de la verdad, también la tiene, con independencia de que la mentira sea más grande o más pequeña. Desde fuera, puede parecer insignificante, pero la persona se aleja de la verdad porque entiende que va a obtener un rédito de ello. Puede ser evitar una reprimenda, mejorar la imagen o no desvelar una sorpresa, pero siempre hay un interés.
Dicho de otra manera, si el interés desapareciera, probablemente el hábito también se extinguiría. Digo lo de probablemente, porque para algunas personas el hábito de mentir es tan natural que se ha convertido casi en un automatismo. La decisión prácticamente ya no pasa por los circuitos de consciencia del cerebro. Para ellas, cualquier opción imaginada puede situarse a nivel de realidad. Es como si la realidad, y las posibles paralelas, jugasen en la misma liga.
¿Se llegan a creer sus mentiras?
Las personas que tiene el hábito de mentir, salvo que exista un trastorno, no se creen sus mentiras. Saben en todo momento que eso que “ha ocurrido”, en realidad, no ha ocurrido. Ahora bien, lo que sí ocurre con relativa frecuencia es que llegan a comportarse como si lo que dicen fuera verdad, incluso en contextos en los que no tienen necesidad de hacerlo.
Imagina a Pedro, que hoy está más sensible que otros días, y para obtener la atención de su pareja opta por decir que hoy no se encuentra bien, que le duele la cabeza. Se pasa todo el desayuno haciendo el teatrillo; lo sorprendente es que su pareja se marcha a trabajar y él sigue haciéndolo, aunque no tenga ninguna necesidad. Se pone el termómetro, no come demasiado.
El mentiroso frecuente aprende pronto que si quiere rebajar el desgaste cognitivo que produce una mentira, lo mejor es que se comporte siempre como si esa mentira no lo fuera. De ahí que, en algunos casos, nos pueda dar la sensación de que la persona se cree lo que está simulando o diciendo.
¿Cómo ayudar a estas personas?
Para intentar contestar a esta pregunta, enumeraremos algunos puntos importantes:
- No la enfrentes con la verdad desde la lejanía o el enfado. Lo más probable es que lo niegue o que evite la conversación, incluso puede acusarte de paranoico.
- Intenta que acuda a un especialista. Es muy, pero muy complicado, “desinstalar” un patrón de conducta con el que la persona lleva años operando. Por lo tanto, igual que no operarías a alguien con apendicitis, recomiéndale que vaya a un profesional.
- No te desgastes en una misión en la que, sin ayuda, vas a tener muchas posibilidades de meter la pata, de hacer más daño, ya sea por la cronificación del problema o por la aparición de otro concomitante. Recuerda, si quieres ayudar, el objetivo central es que la persona acuda a un especialista.
- Todos mentimos. Ahora bien, la persona que lo hace con frecuencia es muy difícil que lo reconozca. Igual que tiene muy aprendida la conducta de mentir, es probable que también esté muy instaurada la de evitación. Una persona, al ser pillada, normalmente lo reconocería. “No te dije que había pasado esto para que no te preocuparas, te dije que ya lo había hecho para que no te pusieras pesado”. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? En este sentido, cuidado también con considerar como anormal lo normal.
- La persona que no para de mentir también sufre -podemos utilizar este hilo argumental para que acuda a terapia, se trata de que se sienta mejor-. Además, puede sentirse “condenada” a seguir mintiendo para no desmontar todo el discurso que ya ha compartido.
Convivir con una persona que no para de mentir puede tener un coste enorme, desmedido, en el que muchas veces no tenemos más remedio que confiar en los demás para seguir el ritmo. Además, esta también es una necesidad que tiene que ver con la seguridad y la confianza. En este artículo hemos puesto a tu disposición una serie de ideas o estrategias que esperamos que te ayuden si las necesitas.
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