¿Por qué aplicamos la misma fórmula si no es efectiva? (Intentos de solución fracasados)
Los problemas son una de nuestras grandes preocupaciones. Vivir no es una experiencia sencilla y se entorpece por las dificultades naturales que aparecen en el día a día. Mucho más cuando las dificultades se transforman en problemas.
Los problemas estancan y bloquean la evolución e impiden el crecimiento, principalmente cuando no se resuelven; las personas terminan conviviendo con él y toda su ecología gira alrededor del despotismo que este ejerce.
La conversión de la dificultad en problema y su perpetuación es el resultado de los intentos de solución fracasados. A esto hay que sumarle el agravante de que dichas tentativas -en sí mismas- también se han convertido en un problema; ya que cuanto más se intenta solucionar, más del mismo resultado se obtiene y más se instaura en el sistema el problema original.
Los intentos de solución son una serie de acciones e interacciones que están dirigidas a resolver la dificultad. Estas acciones son los mecanismos típicos a los cuales la persona recurre cuando se encuentra frente a un obstáculo.
En general, los seres humanos no explotamos nuestra creatividad al servicio de los intentos de solución. Nuestros marcos conceptuales regidos por la lógica racional (y numerosas son las oportunidades en las que la lógica resulta ineficaz), ciñen un repertorio muy estrecho que no favorece la variación en términos cualitativos.
Sin embargo, nos movemos mejor en el terreno cuantitativo: tendemos a hacer más de lo mismo, a pesar de que los resultados no apunten en la dirección esperada y se obtenga el fracaso. Los siguientes ejemplos son muestra de ello.
- A pesar de que el niño continúe con problemas de estudio, los padres siguen recurriendo a profesores particulares obteniendo leves modificaciones o ninguna.
- La hija no quiere comer y la madre continúa presionándola con platos de comida, generándole mayor aversión a la comida.
- El jefe sigue utilizando la reprimenda frente a la ineficacia de un empleado. Esto le produce mayor tensión y nerviosismo, con lo cual aumenta su insuficiencia.
- Los padres le ordenan al hijo que no grite, gritándole.
Como vemos, estas formas de actuar para resolver problemas generan profecías que se autocumplen: tanto se trata de evitar un tema que se termina construyéndolo en la acción.
¿Por qué hacemos más de lo mismo?
¿Cuáles son los motivos por los que continuamos aplicando la misma fórmula a pesar de su inefectividad? ¿Por qué se reiteran e incrementan las tentativas de solución aunque se obtiene el resultado contrario?
Las respuestas se encuentran en nuestra mente, en nuestra forma de procesar la información. Así, los procesos y mecanismos que utilizamos están basados en:
- La búsqueda de las causas: nuestro pensamiento se basa en la lógica del porqué lineal, causa-efecto; es decir, cada vez que vemos un resultado tratamos de explicarnos la razón por la que sucede.
- El principio explicativo: la tendencia a explicarnos de manera unidireccional y simplista.
- El método analítico: descomponemos partes, analizamos cada una y las sumamos con la ilusión de captar y entender el todo.
- El pensamiento binario: oscila linealmente entre polaridades (blanco negro, alto bajo, cerrado abierto).
- La lógica matemática: aplicamos la lógica deductiva a la resolución de problemas emocionales.
- Realidad objetiva: sostener a ultranza la búsqueda y creencia en una realidad única, externa a la mirada y creer que puede observarse con objetividad.
- La búsqueda de la verdad única: entender que existe una sola verdad y que debe ser revelada en la ilusión de solucionar el problema.
- El insight: creer que descubrir esa realidad externa, esa única verdad, explicarla y comprenderla es la posibilidad de resolver el problema.
- Inercia cognitiva: tendencia a aplicar esquemas de pensamiento repetitivos y estereotipar procesos tipo efecto dominó cognitivo.
Estos componentes conforman una forma de abordar los problemas, analizarlos y aplicar fórmulas para resolverlos.
Todos acabamos por aplicar soluciones memorizadas y reiteramos el más de lo mismo, mientras continuamos aplicando esquemas repetitivos. Esta rigidez de los esquemas mentales conforma nuestro modelo cognitivo, del cual somos presos si no logramos ejercitarnos en la creatividad y excedemos los límites de nuestras fronteras mentales.
El hemisferio izquierdo, racional y lógico es el que predomina en el análisis de la situación para una probable solución. Mientras que el derecho, creativo y más emocional, se relega cuando es el momento que más hay que activarlo.
Salir del cuadrado mental
Este proceso se observa claramente en los problemas de ingenio, por ejemplo en el problema de los nueve puntos . Se trata un problema simple y dificultoso de aprender, pero que es un claro ejemplo de intentos de solución fracasados.
Se colocan nueve puntos (como indica la próxima figura) y la consigna es atravesarlos sin levantar el lápiz con cuatro líneas rectas.
Cuando analizamos la figura, después de la pautación de la consigna y mirando los nueve puntos es imposible no ver el cuadrado. Esto es debido a la ley de percepción gestáltica de la proximidad: una sucesión de puntos conforman una línea recta.
Entonces, quedamos atrapados dentro de la cuadrícula, con lo cual los ensayos e intentos de solución se hallan circunscriptos al perímetro del cuadrado.
Ahora bien, para lograr resolver este problema se debe exceder la ilusión de ese perímetro. Porque al final eso es: una ilusión . Las líneas que trazaremos para solución de la propuesta deben traspasar los límites del cuadrado imaginario.
El cuadrado que vemos no solo es concreto sino que es una metáfora de nuestra propia cuadratura conceptual , nuestros esquemas rígidos que no nos permiten salir de nuestro modelo de procesar la información.
Para exceder el perímetro de nuestro modelo hace falta creatividad . Si realizamos una asociación con la teoría de los dos hemisferios, la cuadratura es nuestro hemisferio izquierdo, racional, de cálculo matemático; mientras que el derecho, (las líneas que exceden el perímetro) es más emocional y es el que nos indica el camino de la creatividad.
Nuestro cerebro sistematiza no solo contenidos sino procesos, más concretamente formas de procesar la información. Por otra parte, estamos tan imbuidos en la lógica racional que aplicamos fórmulas basadas en ella y nos olvidamos de que los problemas humanos están regidos principalmente por las emociones.
Con esta base y haciendo honor a la frase “ El hombre es un animal de costumbre” , aplicamos una y otra vez la misma fórmula a pesar de obtener el resultado contrario al que deseamos obtener. Mientras tanto cuestionamos los resultados y no las premisas que nos llevan a los mismos.
Al investigar el motivo del mantenimiento de los intentos de solución, además de la sistematización de operaciones mentales, se observa que algunos intentos de solución ofrecen un alivio momentáneo.
Por ejemplo, la señora está angustiada y buscando naturalmente el sentido de su tristeza. Entonces, mira el día lluvioso y gris y lo atribuye como causa de su malestar. Claramente, no transforma su estado, pero esa justificación momentánea le otorga cierta tranquilidad.
Muchos sistemas intentan fallidamente
Los intentos de solución no se remiten únicamente a las iniciativas personales. Una persona se halla imbuida en una serie de intentos personales fracasados y tras pasar años sistematizando el mismo proceso, se ha vuelto más vulnerable y más dependiente de su entorno y recurre a este en la búsqueda de respuestas que lo acerquen a la mejoría.
Quiere decir que entre los intentos fallidos en principio se observan i ntentos personales que son aquellos en los que la misma persona hace y hace en pos de una solución. Entre estas tentativas se encuentran los que llamo mantras. Por ejemplo: “¡ No me va a pasar, no me va a pasar!”, “¡Qué me vaya bien, que me vaya bien!”.
También existen i ntentos profesionales en los que se asistió a diferentes personas con experticia para que lo ayuden a la solución.
Y por último, hay i ntentos de personas afectivamente cercanas ( vecinos, amigos, familia, etc) que dan consejos útiles que, a veces, resultan inútiles; esto es, que motivan e impulsan a salir adelante, pero que dan respuestas ineficaces o al menos se conduelen de lo que nos sucede.
Muchos de ellos nos arengan como pastores: “¡ Tú puedes, tú puedes!“, lo que ocurre es que además de no encontrar una solución, quedamos entrampados entre la exigencia interna de que salga todo bien y la externa del “tú puedes”. Y esta situación genera tal ansiedad que no beneficia la resolución.
Si continuamos con semejante inercia, poco lograremos solucionar. A ver si esta metáfora aclara: si estamos en mitad de un partido de fútbol, sentimos que vamos perdiendo el encuentro, agachamos la cabeza y miramos el balón corriendo desesperadamente, esa es una fórmula negativa. ¿Qué hacer entonces?
La recomendación es la siguiente: tener la pelota bajo los pies, pisarla, dominarla, frenar y levantar la cabeza para saber que dirección vas a tomar, si continúas, la pasas a jugadores mas expertos o si disparas al arco, o… Cualquier opción es válida menos insistir con la ineficaz.