¿Por qué nuestro cerebro siempre encuentra problemas?

El cerebro tiene más neuronas que estrellas existentes en nuestra galaxia. Pero tiene un defecto: siempre encuentra problemas donde no los hay. ¿Por qué lo hace?, ¿qué sentido tiene esta característica?
¿Por qué nuestro cerebro siempre encuentra problemas?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 15 diciembre, 2021

Lo intentas, pero no lo consigues. Procuras convencer a tu mente de que todo está bien y que no le dé más vueltas a cosas que no tienen importancia. Sin embargo, ahí estás, sin poder dormir y alimentando el fuego de la preocupación sobre la almohada. ¿Por qué nuestro cerebro siempre encuentra problemas? 

Nos hemos acostumbrado a que nos digan aquello de que preocuparse no es bueno. También no falta quien insiste en que la razón de la preocupación excesiva es resultado de la ansiedad latente. Sin embargo, hay un aspecto que nos revela la neurociencia. La mente humana necesita analizar muchas de las cosas que nos rodean para anticipar riesgos y poder actuar.

Nos pasamos la vida rumiando y situando la atención en un sinfín de aspectos. Somos casi como la clásica figura de Auguste Rodin, El pensador. Ponemos la barbilla sobre nuestra mano y encendemos la fábrica de la preocupación. El cerebro, la estructura más compleja del universo, está diseñada para pensar las 24 horas del día. Y esto puede ser agotador.

Afortunadamente, todos podemos ejercer un mejor control sobre él para prevenir esos ciclos de rumiación excesiva e insalubre.

“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias; la mayoría de las cuales nunca sucedieron”.

-Michel del Montaigne-

Hombre pensando por qué el cerebro siempre encuentra problemas

Razones de por qué el cerebro siempre encuentra problemas

Una de las infinitas tareas que lleva a cabo el cerebro es encender el mecanismo de la preocupación. Así, mientras los pulmones llevan a cabo el proceso de la respiración y el corazón late impulsando la circulación sanguínea, este órgano analiza posibles eventos futuros para garantizar la propia supervivencia.

El cerebro del ser humano moderno tiene como principal facultad imaginar posibles escenarios para navegar mejor por el mundo. ¿Y si adelanto la entrega de ese informe para quedar bien con el jefe y que no me despidan? ¿Y si en lugar de hacer el viaje en coche lo hago en avión que es más seguro? Creamos futuribles de manera casi constante con la finalidad de prevenir riesgos y reaccionar ante ellos.

De este modo, si el cerebro siempre encuentras problemas es porque se ve en la obligación de anticiparse ante lo que pueda venir. Sabiendo esto, es inevitable preguntarse algo. Entonces, ¿es normal tener siempre la mirada puesta en el futuro anticipando lo peor? Obviamente, no. Debemos dedicarle al ejercicio de la preocupación lo justo y necesario. Porque la rumia excesiva deriva en estrés y ansiedad.

Comprendamos un poco mejor esas causas por las que el cerebro deriva en estos estados.

La preocupación como intento de tener el control sobre el futuro

Al cerebro no le agradan los cabos sueltos, la incertidumbre o lo desconocido: todo lo quiere tener bajo control. Así, una de las cosas que más le incomodan es pensar en el futuro y no saber qué puede suceder. Esto mismo es lo que nos explicaba ya en su momento el doctor Thomas D. Borkovec en una investigación de los años 80 sobre la exploración de la preocupación.

Si el cerebro siempre encuentra problemas se debe a ese intento por anticiparse y lograr que ese devenir incierto sea un poco más claro y seguro. Ahora bien, esto que por sí mismo nos parece lógico tiene un pequeño fallo. Esa ilusión de control es falsa. No por preocuparnos más las cosas van a salir mejor.

Esto hace que muchas personas piensen que si se relajan o desvían la atención del mañana, pueden llegar grandes fatalidades.

Nos han enseñado que las personas responsables se preocupan de las cosas. Algo así genera que vivamos con la mirada puesta en el mañana, en problemas que en realidad no existen e imaginando desastres que nunca sucederán.

El circuito de retroalimentación entre la amígdala y la corteza prefrontal

El cerebro funciona de un modo muy particular a la hora de procesar muchas de las cosas que nos rodean. Es interesante saber que la preocupación y la rumia derivan de lo que se conoce como circuito de retroalimentación. En este caso, lo que sucede es lo siguiente:

  • La amígdala es la región que se encarga de detectar señales de alarma, ya sean externas (amenazas o riesgos físicos) o internas (inquietudes, angustias, etc.).
  • Lo que hace después es pasarle esas señales a la corteza prefrontal para que las analice y las procese. Lo esperable es que esta racionalice esa señal de alarma, calme a la amígdala y que las preocupaciones se difuminen de nuestra mente. Sin embargo, no siempre sucede esto.
  • Lo que hace la corteza prefrontal a veces es imaginar más cosas que podrían salir mal en base a dichos estímulos. De ese modo, se activa el circuito de retroalimentación.
Ojo con un cerebro reflejado para representar por qué el cerebro siempre encuentra problemas

El cerebro no ve las cosas en perspectiva

Cuando la mente alimenta el motor de la preocupación se da un fenómeno muy llamativo: la atención se sitúa en los detalles. Es como quien no ve más allá de su propia nariz y piensa que el día está nublado y que va a caer tormenta. Lo cree porque en realidad es incapaz de alzar la vista para descubrir que está bajo un árbol que le hace sombra y que, más allá de ese rincón, el sol luce con intensidad.

El cerebro encuentra problemas porque no siempre miramos al mundo con perspectiva. Factores como el estrés y la ansiedad hacen que nos obsesionemos con los detalles, con aspectos aislados y concretos que no siempre tienen conexión.

Cuesta mucho ampliar el foco y poner distancia porque solo la mente relajada es la que nos permite ver las cosas en perspectiva y no en visión de túnel.

El  97 % de todo aquello que te preocupa nunca sucerá. Solo es producto de una mente ansiosa que te castiga con distorsiones y percepciones erróneas.


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  • Berenbaum H. An initiation-termination three-phase model of worrying. Clinical Psychology Review. 2011;30:962–975
  • Borkovec T.D., Robinson E., Pruzinsky T., DePree J.A. Preliminary exploration of worry: some characteristics and processes. Behaviour Research and Therapy. 1983;21:9–16.
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  • Steimer T. (2002). The biology of fear- and anxiety-related behaviors. Dialogues in clinical neuroscience4(3), 231–249. https://doi.org/10.31887/DCNS.2002.4.3/tsteimer
  • Todd E. Anthony, Nick Dee, Amy Bernard, Walter Lerchner, Nathaniel Heintz, David J. Anderson. Control of Stress-Induced Persistent Anxiety by an Extra-Amygdala Septohypothalamic Circuit. Cell, 2014; 156 (3): 522-536 DOI: 10.1016/j.cell.2013.12.040

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