¿Por qué hay personas que creen en las pseudociencias?
Es curioso ver como hay personas, incluso con estudios superiores y acceso a la información, que se sienten tremendamente atraídas por las pseudociencias. La homeopatía, el reiki, las constelaciones familiares o la astrología, llaman la atención de un público que espera encontrar respuestas a sus preguntas en ámbitos que nada tienen que ver con la ciencia ni con la verdad.
Psicólogos, científicos y sociólogos no han dejado de preguntarse por qué la gente cree en algo que no puede demostrarse. El escritor e historiador de ciencias Michael Shermer, comenta en su libro ¿Por qué la gente cree en cosas raras? que entre las causas está la falta de pensamiento crítico, el descenso de la lectura y aumento de la televisión, el miedo a la ciencia o la educación recibida.
Pero parece ser que existe otro motivo aun más sorprendente: las personas creen en las falsas ciencias porque se sienten bien haciéndolo, les gusta y les reconforta.
Es evidente que cuando algo nos atrae es porque existe un refuerzo positivo de base y esto lo saben muy bien los gurús que se dedican a divulgar teorías sin que exista ningún estudio científico que las respalde.
La comodidad de las pseudociencias
Resulta que las personas se sienten muy cómodas siguiendo diferentes pseudociencias porque, digamos, son fáciles de llevar a la práctica. Por ejemplo, cuando alguien comienza una terapia psicológica tiene inevitablemente que poner en marcha diferentes estrategias o técnicas, avaladas científicamente, que no son nada agradables, pero que finalmente harán desaparecer el trastorno.
Por el contrario, las pseudociencias, no te harán experimentar frustraciones, aumentos emocionales o te expondrán al miedo. ¿Resultado? La persona se queda enganchada por el simple hecho de que se siente muy cómoda siendo comprendida y sin salir de la zona confortable. No tiene que realizar el esfuerzo que supone la terapia o sufrir las consecuencias de medicaciones que sí están avaladas.
No se cura, pero estar en contacto con la pseudociencia actúa como refuerzo negativo, ya que elimina la incomodidad, el esfuerzo o el sacrificio. Finalmente, el cliente piensa que son los únicos que han sabido ayudarle de verdad.
Estas personas terminan creyendo que no han podido escapar de su desorden o su enfermedad debido a que en su caso no era posible, cuando en realidad se debe a que no se han puesto en manos de profesionales reales por miedo a lo que podría ocurrir.
La pseudociencia ayuda a paliar la disonancia cognitiva: esa contradicción que existe a veces entre lo que pensamos y lo que realmente hacemos. Es mucho más fácil pensar “lo mío no tiene solución” que exponerse al sufrimiento momentáneo que pueden suponer las terapias. Lo que buscan es poder confirmar sus creencias, que por otro lado no tienen fundamento.
Pero las pseudociencias no son solo fáciles y cómodas para el paciente. También aquellos que la ponen en práctica no necesitan demasiado esfuerzo para llegar a ser un “ profesional”. No son necesarios títulos, años de esfuerzo, prácticas oficiales u opositar: con que alguien les enseñe algunas nociones ya es suficiente.
Acaban atribuyéndose a sí mismos una especie de autoridad que les hace sentirse importantes y creerse aun más, lo que promulgan.
Las pseudociencias y la desesperación
La creencia en las pseudociencias parece que no solo es debida a la disonancia cognitiva o la comodidad. También la desesperación que sufren algunas personas, que no ven salida o cura para su enfermedad o para la de la de algún familiar, hace que acudan a aparentes soluciones alternativas.
Cuando uno ya no tiene nada que perder, se aferra al clavo más ardiente, casi sin importarle las consecuencias. El problema es que las consecuencias la mayoría de las veces son el empeoramiento del paciente -las pseudociencias crean iatrogenia- y la ruina económica. La necesidad tiene cara de hereje, suele decirse y en estos casos el dicho encaja a la perfección.
Lo que buscan las falsas ciencias es un público inseguro, sumido en la desesperanza y que haya tocado un fondo tan profundo y oscuro que esté dispuesto a asumir casi cualquier excentricidad.
Quizás si estas personas aprendieran a aceptar los duros reveses que en ocasiones nos lanza bruscamente la vida, todo sería mucho más sencillo. La realidad es que la ciencia es la única que es capaz de dar respuesta a los problemas con los que nos encontramos, ya hablemos de problemas de índole psicológico o físico y si en alguna ocasión se ve limitada es porque hasta ahora no existe la manera de solucionarlo.
El problema no reside en la idiotez, sino en la falta de información. Por lo tanto, informarse siempre con estudios científicos antes de tomar cualquier decisión o bien consultar con un profesional -que no deja de ser un científico- es lo que tenemos que hacer si no queremos acabar en las garras de los charlatanes.
Intentemos practicar el pensamiento racional por encima de todo y confiemos en lo empírico. Hay muchos profesionales trabajando día a día por encontrar soluciones, verdades, causalidades… Todo lo que se sale de aquí, es pura fantasía.