¿Por qué necesitamos etiquetar a nuestra expareja como narcisista?
Un proceso importante del duelo y la ruptura de una pareja se basa en la retrospectiva. La oportunidad de analizar con una mirada alejada qué funcionó, que no funcionó, revisar los pilares de la reciente expareja e ir fortaleciendo la decisión de la partida forma parte del proceso de aceptación.
No obstante, el adjetivo “narcisista” se nos presenta como una alternativa, ¿peligrosa?, para reforzar la decisión de marcharnos -o de que se haya ido-. Es cada vez más habitual que lleguen a la consulta -o al café de los domingos- personas que tratan de que su expareja encaje en la definición de narcisista.
¿Quién querría etiquetar su pareja de esa manera? ¿Acaso esta búsqueda esconde un proceso de evitación y de negación?
El diagnóstico manido: ¿qué es realmente un narcisista?
El narcisismo -proveniente del mito de Narciso– aparece como concepto cuando Freud ejemplifica el mito en la noción psicológica. Lo define como la relación de amor entre el sujeto y su propia imagen. Siguiendo la línea temporal, autores como Stolorow (1975) se alejan de la definición perversa del psicoanálisis y presenta una nueva dimensión: la autorregulación.
Según este autor, la función de tan interesante rasgo es la de mantener la cohesión y la estabilidad de las propias autorrepresentaciones. Kohut (1984) entiende el narcisismo como una cualidad necesaria para el desarrollo de la psicología de “sí-mismo”, en la que la persona se desarrolla en base a la relación con otros objetos -y personas- donde tiene en cuenta, como es lógico, la sustentación de uno mismo.
Estas tres definiciones parecen, de alguna manera, contradictorias. La explicación es que detrás del término narcisista se esconde una heterogeneidad que a menudo ignoramos. Por otro lado, hay que destacar, en contra de lo compartido por la mayoría, que el narcisismo no es necesariamente negativo. Todo lo contrario.
Muchos profesionales argumentan que el narcisismo se relaciona con la autoestima de la persona, su autoconsideración, su autoreafirmación, la competencia constructiva y la posibilidad de emitir comportamientos compasivos y empáticos.
Cuando una persona se cuestiona si su pareja era o no narcisista, suele ignorar que se está refiriendo a la parte patológica de la dimensión. Es decir, seguro que esa persona es narcisista en algún grado, como lo podemos ser tú y yo; otra cuestión es que el grado sea lo suficientemente relevante como para considerar la existencia de una entidad clínica.
Qué queremos decir cuando hablamos de una persona narcisista
Cuando hablamos de una expareja narcisista no estamos pensando en un narcisismo adaptativo. Todo lo contrario, pues nos queremos referir a:
- La sobrevaloración de la importancia personal, en detrimento de la pareja.
- Expectativa de reconocimiento por ser un ser único y especial.
- Expectativa de admiración.
- Manipulación de la pareja.
- Egoísmo por considerar las necesidades del ser “único” por encima de las del ser “mundano”.
- Instrumentalización de la relación.
En suma, nos referimos a una relación asimétrica cuando toda persona querría encontrarse en pareja, al menos, en una relación simétrica. El narcisismo de esa expareja la vicia, la convierte en una relación sin equilibrio o con un equilibrio que solo favorece al el ser “único”.
En este caso, hablamos de una pareja con un narcisismo patológico sobre el que se podría elaborar un diagnóstico (diferentes tipos de narcisismo patológico, TPN o trastorno de personalidad narcisista…). Sí, hay exparejas que, una vez llevado a cabo el trabajo terapéutico necesario, resultan ser narcisistas.
Hablamos de relaciones tóxicas, en muchos casos de abuso -no necesariamente físico-, donde el gaslighting, el control, la condescendencia y la pérdida de autoestima toman un papel esencial. En esos casos, queda la reconstrucción de la persona después de la experimentación de una relación tan dolorosa.
¿Realmente queremos que nuestras parejas sean narcisistas?
No obstante, ¿qué ocurre con aquellas exparejas en las que no aparece este nivel de narcisismo? Estamos hablando de amigos que nos han hablado de sus parejas, hemos convivido con sus parejas y no hemos visto ese narcisismo.
El maltrato o el abuso puede ponerse disfraces muy convincentes, de eso no hay duda, pero, después de un proceso de varios meses, ¿a tantos psicólogos se les escapa que la pareja de la que hablaba nuestro paciente de vez en cuando en sesión tenía un trastorno de personalidad narcisista?
No. En muchos casos, la expareja no es narcisista. La expareja puede haber sido egoísta, puede haber sido infiel o haber priorizado en determinados momentos sus intereses. Puede que simplemente se haya desenamorado y no haya sabido comunicarlo. Puede que no se encontrara cómoda, puede que fuera infeliz. Las razones de una ruptura son innumerables. El narcisismo no es la más frecuente, pero sí una de las atribuciones más frecuentes.
No queremos que nuestras exparejas sean malas. No queremos que nuestras exparejas hayan estado con nosotros solo porque sacaban algo de provecho o porque simplemente éramos su vehículo para reafirmarse en su grandeza. Esto es una verdad muy difícil de integrar.
No obstante, tantas personas tratan de adecuar a sus recientes exparejas en este término. Este proceso debe de estar brindándoles algo. ¿Qué verdad es tan dolorosa de aceptar que preferimos que nuestra pareja nos haya utilizado a enfrentarnos a ella?
La evitación de la aceptación en el término narciso
Una de las principales funciones del adjetivo es la de evitar una realidad más dolorosa que la expuesta anteriormente: la de que una buena persona no nos quiere. Una persona egoísta a veces, que se equivoca a veces, pero con la que las emociones fueron reales. Donde sí hubo amor recíproco, donde sí hubo respeto y admiración por ambas partes.
¿Cómo se integra la idea de que todas esas emociones han sido reales, pero que ahora han desaparecido? ¿Cómo aceptar que una persona con la que hemos planteado una relación afectuosa y bonita ahora ya no quiere continuar nutriéndola? ¿Qué hacer con la dolorosa realidad de que las emociones y sentimientos en pareja pueden ser reales y cambiar, simplemente, desaparecer, tomar otra forma?
En muchos casos tenemos la tentación de etiquetar a nuestra pareja como narcisista; es más digerible pensar que solo se quería a sí misma. De esa manera es más fácil pensar que en realidad el amor no se fue, porque el amor nunca estuvo ahí -una idea que encaja muy bien con otra muy extendida: que los amores verdaderos solo son aquellos que lo son para siempre-.
Asumiendo esta última frase como verdadera, curiosamente defendemos nuestro propio ego. Las personas que vengan de aquí en adelante no me dejaran, no me abandonaran, porque mi expareja me abandonó por SU narcisismo, no por los cambios emocionales, vitales y viscerales de una pareja. Eliminamos así la posibilidad de que nos vuelvan a dejar, si sabemos buscar a una persona que no tenga ese rasgo narcisista. En suma: se acepta mejor la pérdida de un amor malo que de un amor bueno.
El narcisismo como responsable de todo: yo no me he equivocado
Muy ligado a lo expuesto, encontramos en la etiqueta “narcisista” la evitación de un aspecto muy concreto de la realidad. Piensa. Hacer al narcisismo del otro responsable único de la ruptura de esa pareja evita que nos preguntemos por nuestra responsabilidad en lo que ha sucedido.
Una pareja está compuesta por dos personas, y cuando se mira al pasado con la mirada del narcisismo, sorteamos nuestros errores. Es más fácil sortear en conciencia nuestros pensamientos desajustados, nuestros errores o nuestra falta de interés en momentos determinados.
El narcisismo de considerar a nuestra pareja narcisista
Para finalizar, parece interesante volver a las líneas del comienzo del artículo, en las que se exponía la noción de narcisismo ajustado. Si analizamos lo descrito, parece que etiquetar a nuestra expareja como narcisista corresponde con cierta frecuencia a un intento de preservación del yo.
En un momento donde somos muy vulnerables, no es descabellado pensar en que nuestra mente busque explicaciones que nos protejan. Necesitamos preservar nuestra cohesión cognitiva, el concepto que tenemos de nosotros mismos.
Por ello, no es cuestión de criminalizar la necesidad de utilizar esta etiqueta; sino la posibilidad de revisarla cuando sintamos que podemos hacerlo. La etiqueta de “narciso” es un escudo que nos defiende de emociones y verdades complejas. Es nuestro derecho mantenerlo hasta que podamos empuñar nuestra espada de nuevo. Porque el narcisismo a veces aparece para cuidarnos, y si el cuidado reside en esa etiqueta, es bienvenida hasta que podamos despedirla y continuar sin ella.
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- Ramia Fermín, C., & Duval Santana, A. P. (2021). Relación entre los rasgos narcisistas y satisfacción en relaciones de pareja (Doctoral dissertation, Santo Domingo: Universidad Iberoamericana (UNIBE)).
- Serra Undurraga, Jacqueline Karen Andrea. El diagnóstico del narcisismo: una lectura relacional. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. [online]. 2016, vol.36, n.129 [citado 2022-10-15], pp.171-187. Disponible en: <http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352016000100011&lng=es&nrm=iso>. ISSN 2340-2733