¿Por qué se lee cada vez menos poesía?

Son varias las razones por las que cada vez hay menos lectores de poesía. En este artículo queremos hablar de ellas, y también de las consecuencias de este empobrecimiento lector.
¿Por qué se lee cada vez menos poesía?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 07 noviembre, 2022

En un mundo donde el consumo masivo y rápido está haciéndose con el control de las obras artísticas, algunas personas piensan que se lee cada vez menos poesía. No obstante, la verdadera pregunta sería… ¿Se lee menos poesía o se han cambiado los medios para que llegue a la gente?

En realidad, se podría decir que es una mezcla de ambas cosas. Te presentamos cinco razones con sus explicaciones para entender qué está ocurriendo.

1. Hay menos lectura poética en clase

En las aulas existe menos obligatoriedad hacia el aprendizaje de los textos poéticos. Por este motivo, es más probable que los niños lean antes Harry Potter que Poeta en Nueva York de Lorca. Está claro que no basta con programar recitales una vez al año.

Según un artículo publicado en 2010 por la Revista de investigación e innovación educativa:

“Muchos alumnos, al igual que muchos adultos, tienen prejuicios ante la poesía pues consideran que es algo difícil, elevado o incluso blando. Por eso el aprendizaje de la poesía debe empezar por deshacer esos malentendidos que los alejan de ella. Para ello, es preciso desaprenderla”.

-José Luis Gómez Toré (2010)-

Algunos docentes proponen introducir la poesía en la infancia valiéndose del atractivo que tiene el juego a esta edad. Así, las vanguardias podrían ser una gran fuente para ello, permitiendo que los jóvenes descubran poco a poco el lenguaje secreto y mágico que se esconde detrás de muchas poesías.

Niña leyendo poesía

2. No se sabe leer poesía

Leer poesía requiere de una sensibilidad especial por parte del lector; en muchas ocasiones, los autores insinúan, más que dicen, y el lector necesita destreza para captar el sentido de las palabras.

Además, también es importante enseñar el contexto y la vida del poeta para comprender, por ejemplo, la rima o los recursos narrativos que emplea. Se podría decir que el poeta sueña y por eso escribe, y el lector que quiere soñar, lee poesía. Esta idea es trascendente, ya que al igual que en lo onírico pueden darse fenómenos como la ingravidez, en la poesía también.

3. La pereza cognitiva

La poesía demanda una inversión cognitiva que muchos no están dispuestos a hacer. Su sintaxis y sus figuras retóricas dislocan el sentido de “lo directo”, rompiendo los esquemas de quien ose acercarse al texto, obligándole a buscar nuevos puntos de referencia (que muchas veces se encuentran en el interior de uno mismo).

No obstante, como bien afirma Jaime Nubiola en su artículo El valor cognitivo de las metáforas, lo cierto es que las figuras retóricas sirven para explicar fenómenos reales a los que quizás es más difícil acceder con el lenguaje directo. Por eso, los frutos que da el trabajo de “desgajar”, de leer poesía, pueden ser realmente sabrosos.

4. No es narrativa

En el contexto poético, en muchas ocasiones la conexión con la obra solo llega a través de la paciencia. Antes que la narrativa, la poesía trata de hacer sentir, de transmitir unas emociones, y no solo de contar una historia con unos personajes y en un marco espacio-temporal determinado.

En la actualidad, la narrativa sigue siendo uno de los géneros más demandados por la sociedad. ¿Por qué? Por las posibilidades que tienen de facilitar el objetivo al lector y por las posibilidades que le ofrece al escritor en caso de que quiera concentrar la información.

Una virtud que casa muy bien con la sociedad de lo inmediato y en la que la oferta es tan amplia. Por eso, muchos optan por una novela que les permita acoplarse rápidamente al curso de la historia.

Persona leyendo un libro

5. Videojuegos y series como literatura actual

Los espacios para imaginar están cambiando. Así, los libros no son precisamente el lugar de consulta más habitual ni tampoco el entretenimiento preferido.

Lo digital está haciendo que el olor del libro recién adquirido se extinga del ecosistema de los hogares. Una fragancia que ha sido por tradición un hilo invisible, casi de complicidad, entre el escriba y el aventurero lector.

Sin embargo, es cierto que no se puede obviar que el ser humano se encuentra en el siglo de las nuevas tecnologías. Por ello, como bien afirma una investigación desarrollada en 2019 por la Universidad Autónoma de Madrid, las plataformas que en buena medida han reemplazado a los libros en su popularidad para hacernos viajar en diferentes dimensiones son los videojuegos.

De igual forma ocurre con las series actuales. De hecho, la mayoría de escritores que son capaces de dar forma a libros que han sido bien acogidos por los lectores no tardan en recibir una oferta para trasladar esa historia a la pantalla. Son muchos y conocidos los ejemplos:

  • Sherlock Holmes.
  • Juego de Tronos.
  • Drácula.
  • La catedral del mar.
  • Outlander.

Por lo tanto, los videojuegos y las series son otras de las razones por las que cada vez se lee menos poesía.

6. La poesía se ha hecho canción

En la actualidad, la gran expansión de la música parece haber contribuido a aislar o reducir el público que disfruta leyendo aquello que se puede cantar. Pensemos que la poesía ya de por sí es melódica: una estrofa consta generalmente de un paralelismo de formas (ya sea en rima consonante, asonante o libre), que mantienen el ritmo en la lectura.

No obstante, es verdad que muchas veces se queda grabada una canción en la memoria con más facilidad. ¿Por qué? Porque de fondo se incorpora una base que ayuda, que distrae, que gusta y que suena “pegadiza”.

Por este motivo, no es extraño que algunos poetas colaboren con otros artistas de la música para recitar al ritmo de una guitarra o poner en escena su voz con un piano de fondo (véase el caso, por ejemplo, del disco que hicieron juntos Benedetti y Serrat). De esta forma, se vuelve más ameno el proceso y se abre la puerta al disfrute, aunque cueste más coger un libro en una sociedad que sigue cambiando.


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