Por una educación centrada en el cerebro y no en los datos
La doctora Julia Harper es una de las figuras de vanguardia en el propósito de una educación centrada en el cerebro y no en los datos. Ella tiene una Maestría en Terapia Ocupacional, un Doctorado en Psicología y dirige la clínica Therapeed -un centro especializado en neuroplasticidad que funciona desde 1999-.
Harper asegura que al menos una de cada 25 personas no procesa de manera adecuada la información que llega a su cerebro, pero no lo saben. Sin embargo, agrega que la ciencia ha demostrado que se pueden maximizar las funciones intelectuales con el adiestramiento adecuado.
Al igual que otros expertos, piensa que en muchos países no hay una educación centrada en el cerebro, sino que se estimula la acumulación de datos durante el aprendizaje. Esto es lo que lleva a que no se logre un rendimiento pleno en diversas tareas asociadas al intelecto.
“Hay una manera de hacer que nuestros patrones cerebrales y de comportamiento sean más constructivos y eficaces, esto te permitirá cambiar tu comportamiento”.
-Julia Harper-
Una educación centrada en el cerebro
A juicio de Julia Harper, lo que debe educarse en la escuela es el cerebro. Señala que todo el aprendizaje comienza allí. En este órgano está el cortex y el subcortex y cada una de estas partes juega un papel en distintos momentos del aprendizaje.
- El subcortex es el responsable del 80 % del aprendizaje. Allí tienen lugar los procesos de adopción y automatización de la información.
- En el cortex, por su parte, se generan los resultados del aprendizaje. En la educación tradicional todo se centra en el cortex, dejando de lado los procesos previos.
Una educación centrada en el cerebro busca un aprendizaje enfocado hacia el subcortex. Debe partir de una comprensión profunda del sistema nervioso, de modo que se potencialicen las habilidades superiores. De lo contrario, el cerebro recibirá la información, pero no podrá entenderla y procesarla de la manera adecuada.
El aprendizaje y la neuroplasticidad
Julia Harper es contundente al afirmar que el cerebro se puede transformar a cualquier edad. Solo es necesario entrenarlo para que establezca las conexiones de forma adecuada e imparta las órdenes que corresponden. La neuroplasticidad sirve para reparar las conexiones que no funcionan bien.
La metodología que se emplea para lograr esto se llama W.A.Y. y comienza por hacer una división funcional del cerebro. Por ejemplo: nivel uno, la médula; nivel dos, el tronco cerebral de arriba y cerebelo; nivel tres, la corteza izquierda o derecha, y así sucesivamente.
Luego se establece en qué zona hay dificultades y se interviene. Para ello se emplean diversas herramientas y se hacen ejercicios focalizados. Estos generan nuevos estímulos que permiten romper con hábitos (conexiones) no deseados, y crear otros.
Para alcanzar una educación centrada en el cerebro debe haber un equipo en el que intervengan terapistas cognitivos, neurólogos, audiólogos, psicólogos y nutricionistas. Se debe hacer un tratamiento de seis semanas, en el que las primeras tres sirven para eliminar hábitos y las siguientes para construir nuevos patrones.
El efecto del entorno
Uno de los ejemplos que cita la doctora Julia Harper es el de un niño pequeño que no logra controlar esfínteres. A su juicio, lo que falla ahí es el nivel dos del cerebro. Por lo general, esto va acompañado de otras conductas como impulsividad, falta de flexibilidad y dificultad para adaptarse a los cambios.
También señala que los padres muchas veces no tienen herramientas para educar el cerebro de sus hijos. Esto se hace evidente en ciertas conductas que les hacen daño a los pequeños, pero que se pasan por alto sistemáticamente. Entre ellas están las siguientes:
- Exposición a pantallas. Dice Harper que la ciencia ha comprobado que ningún niño menor de 2 años debe exponerse a una pantalla. Esto afecta su cerebro, disminuyendo su capacidad de atención.
- Las luces de la pantalla. Sumado a lo anterior, Harper anota que las luces de la pantalla estimulan zonas del cerebro asociadas a las adicciones. Por eso, después de que el niño las usa, comienza a tenerlas cerca para comer, divertirse, etc.
- La antigravedad en los bebés. Los bebés necesitan pasar tiempo bocabajo, pues la antigravedad estimula su cerebro. Esto, además, ayuda al gateo y este último es fundamental para el desarrollo del niño.
Así pues, una educación centrada en el cerebro debe partir de todo aquello que la ciencia ha descubierto sobre ese órgano y sobre cómo aprende. Si esto no se hace, dice Harper, de todos modos, y gracias a la neuroplasticidad, es posible hacer correcciones en cualquier momento de la vida.
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- Fuster, J. M. (2014). Cerebro y libertad. Los cimientos cerebrales de nuestra capacidad para elegir. Participación educativa. Revista del Consejo Escolar del Estado. Segunda época. Vol. 3/Nº 5/2014. Conocimiento, políticas y prácticas educativas, 139.