¿Por qué el amor no es siempre como en las películas?
“Si al comienzo todo es tan maravilloso… ¿Por qué luego no comemos perdices?”
En la primera etapa de una relación de pareja todo luce realmente hermoso, incluso hasta las cosas más pequeñas de nuestra rutina diaria se tiñen de un color especial. Cada gesto, costumbre y “manía” de nuestro nuevo amor nos parece encantadora y adorable. Con el tiempo, las posibilidades de que nuestro cuento de hadas no tenga el final feliz que nos suelen pintar aumentan. Parece como si poco a poco gran parte de esta magia se esfumara y los problemas que antes eran tontos ahora pasan a ser importantes.
Probablemente hemos vivido esta escena muchas veces, pero no porque haya algo malo en nosotros, o porque ese amor duradero sea tan imposible de lograr. Por el contrario, los estudios han demostrado que incluso se trata de un fenómeno bastante habitual en las parejas.
Cuando comenzamos una relación ocurren una serie de procesos psicológicos e incluso fisiológicos que revolucionan nuestro mundo interno y explican las populares “mariposas en el estómago”. De hecho este proceso es tan intenso que algunos expertos le llaman “locura transitoria”. Principalmente en esta fase, tendemos a idealizar a nuestra pareja, es decir, únicamente nos enfocamos en sus cualidades y las exageramos al máximo, al punto que la llegamos a ver como casi perfecta.
No nos enamoramos del otro, sino de lo que percibimos de él en función de lo que necesitamos…
Parte de esta “locura” comienza por el simple hecho de que no siempre lo que vemos es realmente así. Todo aquello que percibimos del otro y que es lo que nos enamora, depende en parte de lo que necesitamos y queremos. De alguna manera “colocamos” en el otro lo que queremos que sea y exageramos aquellas características que “satisfacen” nuestras necesidades psicológicas. Esto, que está influenciado por nuestra personalidad e historia de vida, además determina qué tipo de pareja buscamos.
Por ejemplo, una persona con muchas carencias afectivas en su pasado, va a tender a buscar como pareja a alguien que le “proteja”. En esta fase, es posible que un pequeño detalle, como por ejemplo abrirle la puerta del coche al otro o una llamada para preguntar qué tal el día, para este enamorado, sea una evidencia absoluta de que es la persona más atenta y protectora del mundo. ¡Justamente lo que necesitaba!
Cuando lo que nos enamoró se convierte en el problema…
Sus defectos están allí, sólo que en ese momento son casi imperceptibles. Sin embargo, cuando la etapa del enamoramiento va llegando a su fin, los defectos del otro o simplemente aquellas características que no coinciden necesariamente con lo que al comienzo “quisimos ver”, parecen emerger y pueden volverse precisamente el foco de los conflictos en la pareja.
Y sí, el problema puede volverse aún más complejo, ya que el otro está viviendo exactamente el mismo proceso de forma simultánea y responde a las necesidades que “piensa” que tenemos, en función de las suyas, pudiendo llegar a ser contradictorias entre ambos. Por ejemplo, si nuestra pareja nos percibe inicialmente como sumamente independientes por su propia necesidad de autonomía, intentará fomentar más actividades por separado. Pero si más bien nosotros esperábamos un “protector”, interpretaremos su distancia como un abandono.
Cómo hacer que éste no sea el punto de quiebre…
Al tratarse de un fenómeno “normal”, que se da en cierta medida en todas las parejas, no debe ser necesariamente un motivo para finalizar la relación. Es importante saber qué podemos hacer para sobrellevar este proceso y fortalecer el vínculo con nuestra pareja, una vez que lleguemos a este punto. Algunas recomendaciones que podemos seguir:
– Conócete a ti mismo. El conflicto va a ser mayor cuando las expectativas que tengamos sobre el otro y la relación, difieran más de la realidad. Es decir, cuanto más diferente sea esa persona de lo que percibimos al comienzo. Este punto puede ser de los más difíciles, ya que es sobre el cual tenemos menos control. Sin embargo, cuanto más nos conozcamos a nosotros mismos y hayamos realizado trabajo personal, por ejemplo en terapia, seremos más conscientes de nuestros puntos débiles y formas de relacionarnos. Esto nos ayudará a identificar en cada conflicto lo que se debe a nuestros asuntos irresueltos y lo que corresponde verdaderamente al comportamiento del otro.
– Asume la responsabilidad. Es importante reconocer que ambos tienen responsabilidad sobre este problema, que no se debe sólo a uno de los dos. Sabiendo esto, tendrán una visión más amplia y compleja para solucionar el problema, que quedarse sólo en el acostumbrado “ya no eres la persona de quién me enamoré”.
– No seas extremista. Éste es el momento para entrenarnos en no pensar con polaridades e irnos siempre a los extremos. Es necesario ver a nuestra pareja como un todo, con sus aspectos positivos y negativos. ¡No somos perfectos!, pero no por ello hemos dejado de querernos o necesariamente no funcionamos.
– Sé flexible. La posibilidad de aprender a readaptar las expectativas dentro de la relación, viendo el proceso como una evolución más que una amenaza, permitirá que la pareja sea capaz de reajustarse a las necesidades que ambos vayan cambiando.
– Aprende a escuchar al otro. Es importante que intentemos diariamente hacer el ejercicio de aprender a escuchar verdaderamente al otro, lo que está pidiendo y está necesitando. El reto está en poder dejar a un lado las necesidades propias y saber diferenciarlas de las del otro, para que ambos puedan esforzarse en darle a su pareja lo que realmente necesita y espera. Muchas veces escuchamos “pero si le hago todo, le busco, le llamo…y no lo valora”, tal vez lo que necesite es ¡autonomía!, ese esfuerzo mal canalizado genera frustración e incrementa el problema.
– Pídele lo que necesites. Finalmente, haz el ejercicio tú también de pedirle a tu pareja lo que necesites. Deja los acertijos para tus momentos de ocio, no esperes a que lo adivine, deduzca o siempre esté sobreentendido. Muchas veces no pedimos lo que nos hace falta, por temor a que nos digan que no, pero puede que la solución al problema sea tan sencilla como ¡pedirlo!.
Siguiendo estos consejos tal vez tu historia de amor no llegue a Hollywood, pero seguramente ayudará a que construyas una relación mucho más sana y feliz. ¡A ponerlos en práctica y a comer perdices!
Foto cortesía de Anna-Mari West