Primero el pensamiento y después la emoción
Al venir de dar clase en una academia de inglés, nos inspiramos para escribir este artículo. Observando a los alumnos, pudimos comprobar de una manera práctica, la teoría de que primero viene el pensamiento y después la emoción.
Ese día en la academia entró una chica nueva en la clase equivocada. La clase a la que entró era de nivel medio y la chica que se acababa de incorporar tenía un nivel inicial, apenas entendía nada y estaba allí como una prueba, para ver el funcionamiento de las clases.
Era una clase en la que los profesores hablaban todo el rato en inglés, no decían absolutamente nada en español y se dirigían a la chica nueva en inglés y ella no les entendía nada de nada. Comenzó la clase, se iban haciendo diferentes ejercicios. Los que tenían un nivel medio entendían perfectamente al profesor todo lo que hablaba en inglés.
En uno de los ejercicios, el profesor se dirigió a un alumno, le hizo varias preguntas y, de repente, el alumno se ruborizó. ¿Por qué se ruborizó? Algo muy personal le preguntaron que le incomodó. La emoción de la timidez apareció después de que su pensamiento le enviara información al respecto.
Es el pensamiento el que da paso a la emoción
Cuando recibimos cualquier información la mente, en cuestión de segundos, hace un juicio. Si este es positivo, obtendremos una emoción positiva; y, si es negativa, recibiremos una emoción negativa, pero sin pensamiento es difícil que haya emoción.
Prueba de ello es que cuando el profesor se dirigió a la chica nueva, que no entendía nada de inglés, le hizo preguntas personales, como al otro chico, pero ella no sentía ninguna emoción, ni buena ni mala. La sacaron a la pizarra y, sin entender nada, seguía las instrucciones. Los compañeros le llegaron a decir que para ser nueva estaba demasiado relajada y cómoda.
Después, esta chica comentó que estaba muy sorprendida, que ella era una chica muy tímida e insegura. Pero como no entendía nada, no se activaba ninguna emoción negativa. Su mente no estaba recibiendo ninguna información porque no entendía inglés, entonces su mente no podía hacer interpretaciones internas.
Las emociones dependerán de la interpretación interna que hagamos sobre la información. Ahí entran en juego nuestras creencias y forma de pensar
Otro ejemplo: ante alguien que nos halaga diciéndonos que estamos elegantes o guapos, una persona que se guste a sí misma se sentirá bien cuando se lo digan. Sin embargo, una persona que tenga complejos y no se guste, ante un halago así, sentirá malestar porque interiormente estará interpretando que se lo dicen por cumplir o para animar.
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Controlar las emociones
Las emociones nos las creamos nosotros mismos con las interpretaciones interiores que hacemos cada vez que recibimos información. Muchos dicen que no piensan en nada y a pesar de ello sienten emociones negativas, por ello no creen que primero va el pensamiento y después la emoción.
Pero lo cierto es que, aunque uno no se dé cuenta de que está pensando, esos pensamientos y evaluaciones se hacen inconscientemente. Por ello, la clave para tener controladas nuestras emociones está en hacer conscientes esas interpretaciones internas y trabajar en ellas cada vez que recibamos información.
Plantéate cada vez que sientas malestar, ¿qué estoy pensando sobre esta situación o sobre lo que me han dicho? En realidad nadie nos hace daño, ninguna situación nos provoca malestar, somos nosotros mismos quienes nos hacemos daño con las cosas que pensamos.
“El pensamiento es la principal facultad del hombre, y el arte de expresar los pensamientos es la primera de las artes”
-Étienne Bonnot de Condillac-
Si algo te afecta es porque tienes una interpretación negativa interior y, aunque no seas consciente de ella, la tienes. Si eres capaz de detectar esa evaluación negativa que haces y la cambias, tus emociones también cambiarán. Entrar en la estructura del pensamiento es una herramienta muy valiosa para cambiar las emociones, porque primero viene el pensamiento y dependiendo de cómo sea, así será después la emoción.
El eterno debate
¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Esta pregunta vale también para cuando se habla de emociones y pensamientos. Aunque aquí se establezca a los pensamientos anteriores a la emoción, lo cierto es que no todos los autores opinan de esta manera. Están los que sostienen que la capacidad cognitiva para procesar conscientemente el entorno es evolutivamente posterior a las emociones, por lo que primero se activarían estas y después los pensamientos.
Existen, también, correlatos neurológicos en los que se ve que primero se activan las zonas propias para llorar y después las de la tristeza. Por tanto, a día de hoy se mantiene un punto medio en el que se asume que emociones y pensamientos van irremediablemente ligados, por lo que controlar solo a uno de ellos no te servirá como fórmula mágica para coger la sartén de tu vida por el mango.
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