La prueba de Pascal, un interesante desafío
Blaise Pascal fue uno de los hombres más sabios de su tiempo. Matemático, ingeniero, escritor y filósofo, representó un hito en el pensamiento occidental. Era aficionado a los acertijos y los desafíos, y aunque la llamada prueba de Pascal no es un examen formal como tal, sí constituye un reto interesante.
La prueba de Pascal consiste en quedarte quieto y en silencio por un lapso más o menos prolongado en tu habitación. En principio, parece muy sencillo, pero lo cierto es que no son muchas las personas que logran hacerlo de manera cómoda y fluida.
En general, la quietud y el silencio son características del medio poco presentes en nuestro día a día. Lo que hay en la realidad es todo lo contrario: palabras a granel, ruido y estridencias, unidas a una actividad desenfrenada. En parte, por eso puede costarnos asumir la prueba de Pascal.
“La infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación”.
-Blaise Pascal-
La prueba de Pascal
Son muchas las personas que, al intentar realizar la prueba de Pascal, piensan que por la sencillez de su enunciado no hay desafío en ella. Sin embargo, quedarse quietos y en silencio, en su habitación, puede empezar siendo incómodo, para pasar a ser molesto y, finalmente, desbordante.
Muchas personas llegan a experimentar miedo y angustia después de 40 minutos. Incluso puede haber un sentimiento de desesperación, como si resultara completamente intolerable el hecho de quedarse ahí, sin hacer o decir nada. ¿Por qué es tan difícil superar la prueba de Pascal?
Todo indica que la incomodidad nace del desafío de tener que enfrentarnos con nosotros mismos; un diálogo al que no estamos acostumbrados sin murmullo de fondo, con el suficiente tiempo como para que no haya prisa en alcanzar conclusiones.
Al parecer, lo que surge en esas circunstancias es una sensación de vacío que cada vez se profundiza más, hasta que resulta, literalmente, inaguantable.
Silencio, quietud y vacío
Suprimir las palabras y las acciones es una forma de abrir un vacío. Tal vacío está siempre ahí, pero en la vida cotidiana es posible pasarlo por alto, precisamente gracias a que no se llena, pero sí se oculta detrás de las múltiples actividades y las palabras y comunicaciones que no cesan. Con el silencio y la quietud no surge ese vacío, sino que se revela y se hace evidente.
Las filosofías orientales le otorgan un gran valor al vacío, pues lo consideran una valiosa fuente de sabiduría e inspiración. En las sociedades occidentales, en cambio, aterra el encuentro con esa “nada”. Se experimenta como un “dejar de ser” o un “no ser” y esto se parece demasiado a la idea de la muerte. Y el occidental nunca quiere pensar en la muerte.
Quedarnos quieto y en silencio es una manera de prestar atención. La verborrea y la acción dificultan la concentración, constituyendo un obstáculo para trascender lo superficial en nuestro flujo de pensamientos.
Existe también la idea de que no hacer o no decir es algo así como “perder el tiempo”, una privación. La prueba de Pascal muestra que no es así. Al contrario, descubrimos mucho movimiento y muchos gritos internos cuando se opta por el silencio y la quietud.
Hacer y tener
Las consignas en el mundo actual son hacer y tener. Lo malo es que tanto lo uno como lo otro son potenciales fuentes de malestar. Atentan, por ejemplo, contra el descanso. Dormir se ha convertido en un lujo que solo pueden disfrutar algunos privilegiados. Así mismo, tener tiempo libre se torna problemático. Es nuestra propia conciencia la que nos llama vagos al tumbarnos en la cama.
Por otra parte, buena parte de nuestro trabajo está destinado a tener, ahora o en el futuro. Se “tiene” familia, o pareja o bienestar. A la vez, no nos deja en paz el hecho de no tener, o de perder. Desde esta perspectiva, la prueba de Pascal es un espacio que nos brinda la oportunidad de cambiar de esquemas. Quizás por eso cuesta tanto.
El afán de hacer y de tener lleva a su opuesto: se hace tanto, que finalmente no se realizan acciones verdaderamente significativas. Se tiene tanto, que a la hora de la verdad se llena la vida de objetos y vínculos sin mucho valor.
La experiencia de estar quietos en silencio nos lleva a mirar de frente lo que hay, sin adornos, ni estorbos. Por eso puede incomodar o asustar.
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- Orringer, N. R. (2006). Pascal, portavoz de Unamuno y clave de la Agonía del Cristianismo.