Psicología positiva para el día a día
Quizás pensemos que ver siempre el vaso medio lleno es imposible o que es un pensamiento válido solo para un determinado grupo de personas. La cuestión es que esta forma de pensar podemos entrenarla y adoptarla como perspectiva desde la que observar el mundo gracias a la psicología positiva, siempre y cuando, esté acompañada de dosis de realidad y responsabilidad.
A pesar de que existan momentos difíciles y nos encontremos inmersos en situaciones no muy agradables es posible ver el rayo de luz que se esconde entre las tinieblas. Ahora bien, desarrollar un pensamiento optimista no significa dejar de sentir dolor o tristeza, sino entender que estas emociones y estados de ánimos forman parte de un proceso que hay que atravesar.
La psicología positiva nos propone estrategias para alcanzar y optimizar nuestras fortalezas. Se trata de un enfoque que se fundamenta en el estudio de las experiencias y los rasgos positivos de las personas, en lugar de focalizarse en las patologías y conductas negativas. De ahí que sea una buena opción para adoptarla como perspectiva. Profundicemos.
Evitar que la negatividad gobierne nuestra vida
Las personas pesimistas creen que los problemas o las situaciones negativas son lo único que tiene importancia en sus vidas. Todo su mundo gira alrededor de la queja, el victimismo, los conflictos y la negatividad.
Estamos tan acostumbrados a las malas noticias que apenas nos alegramos de las buenas. Ahora bien, no podemos ser tan drásticos si lo que queremos es llegar a saborear el bienestar. Casi todo se supera con el tiempo, el esfuerzo y una buena gestión emocional. Siempre podemos sacar un aprendizaje de lo ocurrido, intentar ver la situación de otra forma o buscar alternativas.
La psicología positiva nos enseña a relativizar los problemas que nos ocurren y a centrarnos en aquello que está en nuestra mano cambiar. Además, favorece el desarrollo de la autoconfianza y la valoración de uno mismo. Lo importante es no dejarse llevar hacia los extremos, ni todo es tan malo, ni tampoco tan bueno.
Martin Seligman, el padre de la psicología positiva
Martin Seligman es el fundador de la psicología positiva, disciplina que surgió a fines de los años 90. Este psicólogo estudió cuáles son las características y habilidades de las personas felices, y de qué manera se pueden desarrollar para sobrellevar mejor los problemas y aumentar nuestro bienestar.
De esta manera la felicidad, la esperanza, la resiliencia y el optimismo se empezaron a investigar como elementos que ayudan a mejorar el estado de ánimo. Ahora bien, la psicología positiva no enseña a dejar de lado los problemas ni a ignorarlos, sino a conseguir que les demos la importancia que realmente tienen.
Seligman tomó como punto de partida para desarrollar esta disciplina la pregunta: “¿Qué hace que alguien sea feliz y lleve una vida plena y digna?”. Basándose en las respuestas que obtuvo en sus investigaciones, desarrolló un sistema replicable por el cual todos podemos mejorar y convertirnos en personas más optimistas.
Las tres vías hacia la felicidad fue el modelo inicial que propuso Seligman como clave para alcanzar la felicidad, el cual fue sustituido por el modelo PERMA. Este último explica los componentes básicos del bienestar: emociones positivas, compromiso, relaciones positivas, sentido de vida y capacidad de logro. Sin embargo, la psicología positiva no hace milagros: para conseguir resultados, será necesario realizar un esfuerzo constante.
Prestar atención a lo positivo
¿Cuántas veces nos quejamos al día? Seguramente muchas. Pero, ¿cuántas agradecemos todo lo bueno que nos rodea? La mayoría de nosotros nos enfocamos en lo negativo, en aquello que nos molesta y nos resulta incómodo, en lugar de en lo que nos hace bien. Es como si entrenásemos a la mente solo para eso, ignorando así nuestras habilidades, recursos y buenos momentos. Pero ¿por qué no cambiar el chip?
Centrar nuestra atención en aspectos positivos tanto de nuestra vida como de nosotros mismos nos hará sentir mejor. De hecho, nos revelará un universo que hasta ahora era desconocido para nosotros.
Para poner a prueba esta nueva visión podemos comenzar hoy mismo. Por ejemplo antes de dormir, podemos buscar momentos de nuestro día que nos hayan resultado agradables, ya sea por el gesto de una persona, por un logro conseguido o simplemente por la atmósfera que se respiraba a nuestro alrededor. La cuestión es aprender a identificar esa positividad que tantas veces nos rodea y que tan pocas veces somos capaces de ver. Por último, al terminar chequeemos cómo nos encontramos, seguro que la sensación es buena.
El segundo paso sería sembrar actitudes positivas en nuestra rutina para crear hábitos y relaciones positivas. Una vez que hemos aprendido a identificar qué nos resulta agradable, lo ideal es atraer más de lo mismo, pero siempre desde la responsabilidad y la conciencia emocional. Es decir, gestionando todo lo que ocurre a nuestro alrededor y aceptando cualquier emoción que nos invada.
Por último, nos quedaría reflexionar sobre nuestro propósito de vida que no es otro que ser felices y alcanzar el bienestar y además, creer que somos capaces de conseguirlo. Con esto queremos decir, que no solo vale con identificar lo bueno que nos ocurre día a día, sino que también hay que preocuparse por cultivar una actitud positiva y de gestión emocional.
“La felicidad auténtica tiene que ver con vivir una vida llena de agradecimiento”.
-Martin Seligman-