¿Qué es la excelencia?
Si alguna vez te has preguntado qué es la excelencia, hay un detalle que debes recordar: no es alcanzar la cumbre del éxito, no es ser más que nadie ni convertirte en alguien infalible. Es más, como suele decirse en el campo del crecimiento personal, si te focalizas en lograr la excelencia jamás perderás la motivación, pero si pones tu mirada en conquistar la perfección solo obtendrás sufrimiento.
Hacemos esta pequeña precisión por un hecho que vemos con frecuencia. Son muchos los centros escolares, cursos de formación o áreas del entrenamiento en competencias que no dudan en insistir que su objetivo es dotar a los alumnos de esa excelencia impecable que los distinguirá del resto. En nuestra sociedad se promueve casi siempre la idea (y la necesidad) de aspirar a ser el mejor en cualquier disciplina.
De este modo, en ese intento por educar a un niño para que sea el nuevo Stephen Hawking o la nueva Marie Curie, lo que haremos en realidad es abocarlos a un duro camino de ansiedad, desencantos y frustraciones. Porque quien aspira a la perfección sufre con el fallo, se bloquea con el error y se fustiga con el fracaso.
En cambio, quien trabaja en la excelencia hace de la motivación su trampolín y de la superación personal su sello. Es entonces cuando uno entiende que de los errores se puede aprender y que el fallo es una oportunidad para superarnos. Profundicemos un poco más en este concepto.
¿Qué es la excelencia y a qué deberíamos aspirar si la practicamos?
Hay un campo que está emergiendo con notable interés: hablamos de la psicología de la excelencia. Lo que aspira, busca e intenta comprender esta área de conocimiento es profundizar en esos procesos por los cuales, las personas alcanzan la felicidad y la máxima realización en su área de trabajo.
Para comprenderlo mejor, pondremos un ejemplo. Hay una realidad que se ve con frecuencia: abundan los niños con notables talentos que desarrollan esa área distintiva durante la infancia y adolescencia y que abandonan en la edad adulta. Músicos, gimnastas, artistas, bailarines… ¿Por qué razón personas con tanto potencial, maestría y sobrada habilidad terminan dejando a un lado eso que «les hacía únicos»?
La respuesta es sencilla: a menudo nos centramos en el talento sin desarrollar la excelencia. Es decir, pensamos que si alguien es bueno en un área ha sido bendecido. Porque o se tiene talento o uno no llega a a nada.
Cuando en realidad, para ser realmente bueno en un área se necesitan de muchas más dimensiones a parte de ese talento natural, esas que nos recuerdan qué es la excelencia verdaderamente: un hábito, sentido del compromiso y de la superación, ser capaces de esforzarnos, de motivarnos hacia un objetivo.
Los niños prodigio rara vez se convierten en adultos de éxito o en personas felices. Esto se debe a que no se presta atención a ciertos aspectos como la autoestima, la gestión emocional o la tolerancia a la frustración. Por tanto, si hay algo a lo que aspira la psicología de la excelencia es a entrenarnos en una serie de dimensiones que pueden facilitar ese objetivo: el de lograr que nos sintamos realizados y satisfechos al alcanzar todo nuestro potencial.
Son las siguientes.
Compromiso
La excelencia carece de sentido si no nos comprometemos con nosotros mismos y con la consecución de una meta. Ello implica aunar perseverancia, valentía para salir de la zona de confort y la capacidad de responsabilizarnos de nosotros mismos en ese proceso, comprendiendo a su vez que pueden surgir dificultades. Es decir, nadie podrá esforzarse por nosotros ni allanarnos el camino.
Resiliencia
Lo sabemos, el término resiliencia es la palabra de moda. Sin embargo, se alza también como esa competencia que nos permite levantarnos una y otra vez después de cada error, de cada fracaso.
Si deseas saber qué es la excelencia, ten en mente esta dimensión porque gracias a ella te podrás reponer de cualquier fallo o traspiés para estar a punto ante nuevos desafíos.
Práctica, práctica y práctica
Hacer, hacer y hacer. Quien desee adquirir solvencia en una área de conocimiento y disciplina, solo tiene una opción: trabajar duro y centrarse en superarse a uno mismo; a nadie más. En el fondo, nadie llega este mundo siendo el mejor en algo. Todo es cuestión de práctica y concentración.
Capacidad de reflexión
Si nos preguntamos qué es la excelencia, hay un factor que la nutre y le da impulso: la habilidad para reflexionar en el propio rendimiento. Si no somos capaces de monitorear ese proceso de avance no logramos nada, ni percibimos errores ni se toma conciencia de que a veces, hay que cambiar una estrategia por otra.
Las personas que escuchan, reflexionan y tienen una mirada crítica continúan desarrollándose y avanzando.
Confianza en uno mismo
Las personas con talento y disposición natural hacia alguna área suelen sufrir lo que se conoce como síndrome del impostor. Es decir, se conciben a sí mismas como un fraude y dejan de confiar en sus habilidades. Tengámoslo claro, sin autoconfianza no hay capacidad de logro ni oportunidad de alcanzar la felicidad.
Esta dimensión está relacionada a su vez con la autoestima, con ese músculo fabuloso que nos permite ser optimistas, resistentes al confiar en nosotros mismos.
La trascendencia y su relación con lo que es la trascendencia
En la teoría de Martin Seligman sobre las fortalezas humanas incluye una virtud que, a su parecer, es imprescindible para que el ser humano pueda construir su felicidad. Se trata de esa dimensión clave para entender qué es la excelencia: hablamos de la trascendencia. Ahora bien ¿qué significa exactamente este término?
Define la capacidad de encontrar un sentido a lo que somos y hacemos y entonces, mirar más allá. Es saber que nuestro desarrollo, nuestra oportunidad por seguir mejorando nunca de se detiene, siempre hay algo más que lograr, algo capaz de motivarnos y seguir alimentando nuestras ilusiones y esperanzas.
Trascender es ir más allá de lo ordinario para alcanzar lo extraordinario y entonces, sentirnos bien con nosotros mismos sin necesidad de compararnos con otros.
Para concluir, sea cual sea nuestra meta en la vida, nuestra pasión o deseo particular, integremos en esa esfera interna el ingrediente más importante de todos: la excelencia.