¿Qué hay debajo de la nariz de los payasos?
“La comedia es una forma graciosa de decir la verdad. Mi forma de hacer bromas es decir la verdad. Ese es el chiste más gracioso del mundo”
Muhammad Alí
Según algunas personas creen, cuando alguien está “diciendo una broma”, en realidad está hablando desde la más absoluta sinceridad. Lo que ocurre es que enmascara sus sentimientos o pensamientos bajo el título de “broma”, cuando en realidad está queriendo decir algo sin que quede mal o demasiado directo.
¿Sabías que existe una gran diferencia entre una broma y un chiste? ¿Y más aún con el humor? Claro, porque un chiste es una historia que se cuenta con un final gracioso e inesperado que ilustra una situación para reírse.
El humor es una escenificación de un suceso específico y sigue algunas reglas, con la idea de generar risas o carcajadas, como por ejemplo un número de payasos en el circo. Se observa o se narra.
Las bromas, en cambio, se dicen pero no se cuentan ni se interpretan como si fueran una obra de teatro o algo organizado. Inmediatamente después de terminar la frase, se cierra con un “era broma”.
Pero… ¿Qué esconde esa aclaración? Que se está diciendo la verdad de una manera un tanto peculiar. Una que protege a la persona que la dice en el caso de no tener razón, una que puede proteger a la persona que la escucha si no va más allá.
Podría entenderse entonces que al decir “es broma”, nos estamos excusando, estamos buscando un pase libre para que el otro no se enoje o no se de cuenta de nuestras verdaderas ideas u opiniones.
En ese momento, nos estamos justificando, quitándole el significado real a lo que hemos dicho, evitando una confrontación, etc. Convertimos una declaración en algo sin importancia o gracioso, con el simple hecho de indicar que es una broma.
Sin embargo, es la más verdadera de las verdades. Si no nos animamos a decirle algo a alguien (cualquier cosa), podremos ampararnos bajo la frase “es broma” y seguir como si nada haya ocurrido.
Ponte a pensar las veces que querías decir algo y no te animaste, ¿cómo has reaccionado? Puede que te hayas guardado ese sentimiento o pensamiento para ti mismo o bien, que lo hayas disfrazado bajo la vestimenta de una broma sin sentido, divertida, que generó risas en el interlocutor y nada más.
Pero, también puede que te haya ocurrido que después de lanzar esa broma, que no te sentiste bien contigo mismo, como que no era esa la respuesta que esperabas obtener o quizás te preguntaste: “¿Cómo pude ser tan cobarde”?
Bueno, estas cosas suceden cuando bromeamos pero en realidad queremos ponernos serios y hablar con total propiedad.
Si eres de las personas que bromean demasiado presta atención a tu comportamiento. Sino lo controlas puede que las personas que te rodean aprendan a no tomarte en serio o por el contrario, si acostumbras a cubrir verdades con bromas, no te creerán cuando argumentes que una frase lo era.
A su vez, aquellos que niegan una broma, muchas veces niegan haber escuchado una verdad. No reconocen que aquello que se dice con un tono de cachondeo está lejos de encerrar algo de verdad, aunque en el fondo a veces sí lo entienden así.
Entonces, ¿qué hacer? En primer lugar, no quedarnos con sensaciones, deseos, sentimientos u opiniones en nuestro interior. Son demasiado pesadas como para cargarlas a nuestras espaldas todos los días. Si aprendes a decir lo que te ocurre (pero no como una broma), será más fácil que los otros te tomen en serio.
Además, no te ampares en que todo sea broma, porque cuando quieras decir la verdad, nadie te creerá. ¿Recuerdas la historia del pastor y el lobo? Cuando realmente apareció el depredador, nadie hizo nada al respecto y así fue como todas las ovejas fueron aniquiladas.
En el caso de que tengas en frente a una persona muy bromista, ponte a pensar qué es lo que te está queriendo decir, cuál es el mensaje en clave, qué le ocurre y cómo está tratando de expresar lo que le ocurre.