¿Qué son las mentiras azules?
Durante nuestro día a día, podemos encontrarnos o formar parte de muchos tipos de mentiras. Las mentiras piadosas se emplean para tratar de hacer algo por el bien de otras persona sin herirla y se consideran aceptables a nivel moral. Por otro lado, están las mentiras por interés, con las que tratamos de conseguir un beneficio personal a costa de los demás, y socialmente se consideran algo negativo. En este artículo trataremos otro tipo de mentiras menos conocidas, las mentiras azules.
Las mentiras azules son aquellas que decimos por una falta de confianza a la hora de mantenernos unidos a un grupo. Con las mentiras azules buscamos ser aceptados y sentirnos seguros formando parte de un colectivo, por miedo a ser expulsados de él si los demás integrantes creen que pensamos de forma distinta.
Las mentiras azules y la forma en que obviamos la realidad
Mientras que las mentiras piadosas se formulan para beneficiar a otra persona, las mentiras azules se emplean, normalmente, para beneficiar a un grupo. Este tipo de mentiras se producen cuando tratamos de explicar la falta de racionalidad que nos puede rodear en un determinado momento. En definitiva, esta aplicación de las mentiras azules se relaciona con “hacernos los tontos”.
A nuestro alrededor podemos encontrar personas que siguen ideas completamente absurdas, como la recientemente extendida creencia de que la Tierra es plana, y de que la comunidad científica forma parte de un complot, junto con políticos y medios de comunicación para hacer creer al mundo que la Tierra es redonda. Por otro lado, otras personas siguen creencias tan peculiares como la cienciología.
Todas estas conductas no son más que señales de lealtad irracional, y las personas que las siguen se autoconvencen, mediante mentiras azules, de los aspectos positivos de formar parte de estos colectivos.
Las mentiras azules y las creencias “incómodas”
Con el paso de los años, los avances científicos y sociales recopilan pruebas de que hay creencias religiosas que no se sostienen. Por ello, muchas religiones tratan de adaptarse a los nuevos tiempos, modernizándose. Sin embargo, son precisamente estos cultos los que más rápidamente están perdiendo adeptos, mientras que otras, como la mencionada cienciología, crece a pesar de sus “disparatadas” ideas.
La razón de este arraigo puede ser la fuerza de las mentiras azules. Las personas que recurren a este tipo de mentiras para convencerse de los beneficios de seguir estas ideas consideran, de manera inconsciente, que el principal atractivo de estas creencias es que sean difíciles de seguir. Por tanto, el contenido en sí de las reglas no importa: lo que importa es que es un reto y al conseguirlo produce un refuerzo.
Las mentiras azules en las comunas socialistas estadounidenses
En relación con lo que acabamos de comentar, podemos poner el ejemplo de las comunas de políticas socialistas. Estos grupos administrativos trataban de organizar un autogobierno, y se hicieron especialmente populares a lo largo del siglo XIX en los Estados Unidos. Este tipo de organizaciones seguían las ideas de pensadores como Charles Fourier, originario de Francia, o de Robert Owen, de Escocia.
Los problemas internos de estas comunas, así como las dificultades para entenderse y establecer alianzas entre ellas, hicieron que la mayoría se disolviesen pasadas apenas un par de décadas desde su formación. Sin embargo, las comunas que tenían una base religiosa pudieron mantenerse en pie durante mucho más tiempo.
Esto se debe a que este tipo de organizaciones religiosas imponían a sus miembros requisitos mucho más exigentes que los que se daban en los grupos laicos. Prácticas, como el celibato o limitaciones para comunicarse con el exterior, hicieron que los miembros de estas comunas estableciesen unos lazos muchos más fuertes. Esto permitió que las organizaciones con base religiosa perduraran mucho más.
En definitiva, las mentiras azules hacen que un individuo trate, de una forma inconsciente, de obviar aquellos hechos irracionales que le rodean para evitar la tentación de alejarse de un grupo o bien de ser rechazado por él. Esta es una forma de mantenerse seguro y de sentirse a salvo dentro de un colectivo, aunque sus creencias o sus conductas puedan resultar negativas o incluso dañinas, además de absurdas.