Quien sabe lo que tiene, no siempre lo cuida

Quien sabe lo que tiene, no siempre lo cuida
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 15 febrero, 2024

Puede que alguien muy cercano a ti sepa muy bien lo especial que eres y la luz que irradias. Sin embargo, no siempre te cuida como mereces. Quizá, piense que eres como un árbol hermoso de raíces profundas que nutre, refugia y nunca protesta. Quizá lo que no sepa es que algún día seas tú quien se canse de alguien que da el amor por sentado.

Todos hemos oído más de una vez el clásico refrán de “no sabía lo que tenía hasta que lo perdió”. Sin embargo, la realidad nos demuestra otro tipo de versión mucho más concreta, mucho más contradictoria y afinada: hay personas que aún sabiendo muy bien lo que tienen junto a ellas, terminan por descuidarlo.

“No quiero un amor a medias, rasgado y por la mitad. Merezco algo entero, intenso e indestructible”

-Frida Khalo-

A veces, las relaciones, como los huesos, se rompen. Todos lo sabemos. Ahora bien, esta rotura no siempre acontece de un día para otro de forma puntual, traumática y devastadora. Los expertos en relaciones de pareja saben que estos procesos son lentos y erosionantes, siendo precisamente esta falta progresiva de atención hacia el otro lo que acaba calando en los universos personales y emocionales de sus protagonistas.

Cultivar en el día a día una actitud apreciativa, empática y detallista nos permitiría fortalecer de forma más saludable esos vínculos con las personas que amamos. Sin embargo, se necesita de una dimensión estratégica y decisiva para conseguirlo: voluntad.

 

Cuando dan por sentado que siempre vas a estar ahí

Tú no eres como esa roca que un día se desprende de una montaña y queda integrada en una suave hondonada durante décadas. No eres un insecto atrapado en ámbar, ni las raíces milenarias de una conífera. Nada en ti es eterno ni perenne. Las personas somos viento, somos brisa y somos el agua que discurre por un río. La vida es movimiento, crecimiento y un eterno discurrir.

Así como nuestro ser interno es dinámico e inscrito en un proceso de maduración constante, también lo son nuestras emociones. Por ello, quien entienda el amor como una dimensión estable y permanente se equivoca. El amor siempre tiene hambre: necesita alimentarse y ser alimentado. Necesita también ser valorado y cuidado, ansía sentir cosquillas, escuchar la música de las risas y embriagarse de una complicidad sin palabras.

Todo ello nos obliga a comprender algo muy sencillo, algo muy básico e ilustrativo: que el amor, más que encontrarse, se construye. De ahí, que cuando uno empieza a dar las cosas por sentado, lo que elige en realidad es parar la inversión, dejar de construir y optar por anclarse en la caduca idea de que quien nos ama lo hará siempre de forma devota e incondicional. No importarán los vacíos, no importarán los silencios o los desprecios porque para muchos el amor es como esa resina que atrapa a los insectos de por vida.

 

El amor per sécula seculórum, irrevocable y eterno más que una realidad es una apología de nuestra sociedad. El “te querré por siempre jamás hagas lo que hagas” es un atentado contra nuestra propia dignidad. Porque en las relaciones no todo vale ni es justificable, y si nos acostumbramos a que “nos den por sentado”, llegará un día  en que también nosotros demos por sentado y asumamos nuestra propia infelicidad.

No es lo adecuado.

Si no te cuidan, cuídate tú: pon distancia

Piensa que la relación que más tenemos que cuidar es la que mantenemos con nosotros mismos. Esta piedra filosofal del bienestar humano se descuida en demasiadas ocasiones por una razón muy concreta: a veces entendemos la vida en base a los vínculos que establecemos con los demás. Pensar que el amor lo justifica todo y que es a la vez nuestra fuente de autorrealización es una insensatez con serios efectos secundarios.

“El amor durará tanto como lo cuides y lo cuidarás tanto como lo quieras”

 

Quien sabe lo que tiene y no nos cuida, sencillamente no nos merece. Darse cuenta de ello es un imperativo moral, un sentido de supervivencia y el bote salvavidas de nuestra autoestima. Porque de lo contrario, en caso de no saltar de ese barco que va a la deriva, nosotros mismos dejaremos de cuidarnos, nosotros mismos seremos las víctimas de ese culto al sacrificio sentimental que aniquila vidas, que atenta contra esos corazones que se olvidaron de quererse a ellos mismos.

 

Por otro lado, vale la pena recordar aquí lo que Abraham Maslow dijo una vez: “Si el músico quiere ser feliz debe hacer música, si el poeta quiere ser poeta debe escribir, si el pintor ama la pintura deberá pintar… Todo ello da forma a esa dimensión que culmina la pirámide de nuestras necesidades: la autorrealización”.

Si entendemos esto, también comprenderemos lo siguiente: si alguien nos ama tendrá la necesidad natural de hacernos feliz, de promover nuestras fortalezas, de ofrecernos esa pulsión de vida con la que contribuir también al crecimiento de la propia relación de pareja.

Ahora bien, si quien está a nuestro lado no nos tiene en cuenta y da por sentado que siempre vamos a estar ahí pase lo que pase está contribuyendo a la represión, y la represión, no lo olvidemos nunca, es la raíz de la infelicidad. Aprendamos entonces a elegir el camino correcto, pongamos en práctica ese compromiso auténtico y leal hacia nosotros mismos para recordar que amar es cuidar y que el amor es dedicación, aprecio y atención diaria del vínculo afectivo.

Imágenes cortesía de Maggie Taylor


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