Razón y emoción: el equilibrio que produce buenas decisiones
Especialmente en la ilustración se cultivó la creencia de que las mejores decisiones se toman desde la razón. Sin embargo, tomar decisiones dejando a un lado las emociones no siempre es eficaz o posible. Tomar decisiones desde las emociones, olvidándose de la razón, tampoco es garantía de buenos resultados. Así, para tomar decisiones lo mejor es mezclar razón y emoción.
Encontrar un equilibrio inteligente entre lo racional y lo emocional es clave para aumentar el éxito a la hora de tomar decisiones. Al mismo tiempo, este equilibrio es el resultado de la experiencia vital y, por lo tanto, de muchos errores.
Por tanto, quizás la primera decisión inteligente que podemos tomar es dejar de enfrentar a la razón y al corazón (emociones), ya que, si lo pensamos bien, en la mayoría de las ocasiones suelen elegir la misma opción. Sin embargo, desgraciadamente, separar razón y emoción es algo muy común.
¿Existen las decisiones acertadas?
Todos queremos tomar las decisiones correctas, las más acertadas. Pero ¿qué es una decisión correcta? Pregunta difícil de responder. Hay quien diría que la decisión acertada es la que más beneficio nos aporta. Pero esto no siempre es claro, sino todo el mundo escogería la decisión que más le beneficia sin importar las consecuencias para los demás.
Por ejemplo, al enamorarnos, las emociones cogen fuerza y tienden a hacerse con el mando de nuestras decisiones. Durante el enamoramiento, de alguna manera somos ciegos, pero también sordos. Ahora bien, desde fuera, ¿es esto lo que más nos beneficia?
Las emociones, ya fuera del enamoramiento, siguen teniendo influencia en nuestras decisiones. Su importancia se puso especialmente de relieve a raíz de algunas lesiones cerebrales en la corteza orbitofrontal.
Esta región interviene en el funcionamiento de la amígdala, otra parte del cerebro que forma parte de nuestro “sistema emocional”. Así pues, los pacientes que tienen lesiones en la corteza orbitofrontal tienen menos en cuanta a las emociones a la hora de tomar decisiones.
Razón y emoción sin mezclar
¿Qué pensaríamos de una persona que toma decisiones puramente racionales? Sabiendo que a una persona solo le importan los beneficios, no nos fiaríamos. No sería una persona en la que pudiéramos confiar. Sin embargo, esperamos que las personas sean racionales para fiarnos de ellas.
¿O no?
Lo cierto es que la empatía, la capacidad de percibir emociones en los demás, es lo que hace que confiemos en otras personas más que su racionalidad. Vamos a confiar más en aquellas personas que son capaces de sonreírnos o emocionarse frente a nuestro dolor.
Esto es más fácil de ver en los adolescentes. A esa edad, solemos tomar decisiones que implican grandes riesgos. Por eso se suele considerar que la adolescencia es una etapa muy difícil donde los adolescentes no hacen caso de los padres. La causa o, al menos, una de las causas, la hayamos en la corteza prefrontal del cerebro.
En esta parte del cerebro se haya la corteza orbitofrontal, la cual no ha madurado por completo. Al no haber madurado, el control de las emociones es menos eficiente y, por tanto, la influencia en la toma de decisiones se ve influida por las emociones. Afortunadamente, las experiencias en esta etapa de la vida van a llevar a la maduración de esta parte del cerebro.
El papel de la emoción en la toma de decisiones
Hasta ahora parece que hay una gran contradicción. Decimos que lo mejor a la hora de tomar decisiones es mezclar razón y emoción, pero hasta aquí solo se ha hablado de la influencia negativa de las emociones. Para comprender el papel de las emociones es necesario entender que son los marcadores somáticos.
Los marcadores somáticos son sentimientos que sirven de guía a la hora de tomar decisiones. Estos marcadores nos ayudan a decidir qué opción será la mejor para nuestros intereses, sobre todo cuando la razón maneja tantos elementos que no es capaz de decantarse por una opción clara.
Los marcadores somáticos también se pueden entender como intuiciones que se han generado a partir de la experiencia pasada. Las intuiciones nos advierten de las consecuencias de optar por algunas decisiones.
Por ejemplo, si pasamos por una calle en la que hace tiempo nos atracaron, vamos a tener la sensación de que es mejor ir por otra calle. Pero estas intuiciones no siempre son conscientes. Por tanto, puede que cambiemos de calle de repente, sin saber dar una razón en caso de que nos pregunten.
Las emociones a veces actúan como una alarma ante las opciones que no nos convienen. Sin embargo, estas advertencias no siempre son fiables. Pueden llegar a advertirnos de peligros poco reales, como sucede en las fobias.
Por suerte, junto con esa intuición están los procesos racionales, los cuales permiten sopesar los pros y los contras. Esta dualidad entre razón y emoción es la que guía nuestras decisiones y la que nos hace seguir adelante y mantener la esperanza. No dejar de ser quienes somos, mientras somos.