La regla del pico y final: un curioso sesgo de tu memoria
Nuestra memoria es juguetona, tramposa y traicionera. Sin embargo, no somos responsables de los pliegues de su naturaleza; sencillamente, nuestro cerebro no guarda toda la información de cada experiencia vivida. Así que opta por economizar, por hacer una selección, cometiendo fallos en su intención de guardar la información más significativa de la forma más veraz posible.
Las personas juzgamos ciertas vivencias por la experiencia final que nos dejó. Ejemplo de ello es comer en un restaurante. No importa que el primer y el segundo plato tengan sabores muy planos, si el postre fue extraordinario, es probable que guardemos un buen recuero de la calidad de la comida en general.
Algo parecido sucede en las rupturas de pareja. Puede que la convivencia fuera desastrosa, pero si al final la forma en que decidimos dejar esa relación es respetuosa y madura, es probable que guardemos un recuerdo “mejorado”, en forma de poso, de lo que fue la relación -al revés también funciona-. Esos fenómenos nos demuestran que la forma en que articulamos los recuerdos no siempre es de todo correcta, y esto puede condicionar decisiones futuras.
Las personas no juzgamos los eventos por vivencias completas, sino por pequeños pedacitos en los que nuestras emociones fueron las protagonistas. Se trata de un tipo de sesgo cognitivo que llamó la atención de dos figuras relevantes de la psicología: Bárbara Fredrickson y Daniel Kahneman.
Las experiencias de pico y final son muy usadas en las empresas de marketing. Saben que transmitir emociones positivas en medio y al final mejora el recuerdo.
El sesgo de la regla del pico y final: ¿lo has sufrido alguna vez?
¿Alguna vez has salido a celebrar con tu pareja vuestro aniversario y al terminar la velada surge una discusión y todo se empaña? Ese incidente final puede hacer que recordéis ese día con incomodidad; sin importar que el resto del tiempo lo pasárais en felicidad y armonía. La mente articula sus recuerdos en función de los picos emocionales que acompañen ciertas vivencias.
Fue en 1993 cuando Fredrickson y Kahneman publicaron un estudio en el que poner de manifiesto la forma en que evaluamos nuestros recuerdos. No importa la duración de un hecho, importa lo que sentimos mientras se desarrolla ese episodio vital. Nuestras emociones articulan no solo el recuerdo, sino también nuestros juicios futuros.
Esto se aprecia con frecuencia en un tipo de sesgo muy particular. La regla del pico y final nos dice que nuestra memoria etiquetará una vivencia en función de dos situaciones: por su momento más intenso y por su resolución. Ejemplo de ello son los partos. Bien es cierto que son dolorosos, pero la mayor intensidad emocional llega en su final, cuando la mamá tiene a su bebé con ella. Lo demás se olvida…
Nos quedamos con la emoción más intensa y no con toda la experiencia
El cerebro no es como la videocámara que vigila un área de seguridad. No puede registrarlo todo y lo que hace es quedarse con aquellas partes que mayor impacto le han causado. Ante la imposibilidad de guardar cada instante de vida, lo que hace la mente es quedarse con aquellos retazos vitales empapados con las emociones más intensas.
Esto nos ahorra espacio, pero claro está, puede distorsionar un poco la calidad del recuerdo. Algo así puede hacer que si vamos a un concierto y la organización es pésima, pero la canción que tocan al final es nuestra favorita, evoquemos esa vivencia como positiva. Cuando en realidad, esta no ha sido del todo óptima y satisfactoria.
¿Por qué damos mayor valor a cómo termina una experiencia?
La regla del pico y final nos dice que las personas valoramos las vivencias partiendo de esas emociones que surgen al final. Daniel Kahneman explica que este sesgo actuó a lo largo de nuestra evolución como un mecanismo de supervivencia. Es así como valorábamos si algo suponía un beneficio o una amenaza.
Si nos adentrábamos en una zona en la que había alimentos, pero nuestro grupo social fue atacado por un animal o por otros grupos, lo más probable es que no volviéramos a ese lugar. Si una cueva era casi inaccesible, pero nos ofreció protección, lo más probable es que nos esforzáramos nuevamente en llegar a ella.
Debemos ser más conscientes de que nuestras mentes están articuladas por numerosos sesgos cognitivos. Nuestra memoria nunca es exacta, sino que tiene una tendencia casi innata a interpretar la realidad para poder economizar información.
Estrategias de las empresas que debes conocer
Las empresas de marketing son grandes expertas en los mecanismos de los sesgos cognitivos. Se valen de ellos para manipular nuestras tendencias de compra. Por ello, la regla del pico y final es un recurso que suelen aplicar durante todo el año en muchos sectores, como el de la moda o la tecnología.
Consiste en elevar en un momento dado los precios de los productos, para después de unos días proceder a su bajada (es decir, dejarlos al coste de siempre). Esto es algo común en las campañas del Black Friday. Nosotros nos quedamos solo con el hecho positivo final, la reducción del coste del artículo.
Cuidado, la memoria puede engañarte y este sesgo no siempre te beneficia
La memoria nos engaña de forma persistente. Pensemos en quienes no dejan de repetir aquello de “antes todo era mejor”. Si pudieran analizar en detalle lo vivido en su infancia y juventud, es posible que acabaran dudando de dicha sentencia. Porque la mente, a menudo, tiene una tendencia innata para quedarse solo con lo bueno. Es así como encontramos fuerzas para seguir adelante.
Lo peligroso de la regla de pico y final es que puede distorsionar la percepción de eventos pasados y condicionar las decisiones futuras. Si el dentista que me atendió fue amable, pero me hizo daño durante una intervención, puedo decidir no volver a pisar una clínica odontológica. Con lo que ello implica.
Si voy a clases de inglés y los docentes son buenos, pero suspendo el primer examen, este sesgo puede hacer que opte por no volver. Lo hago porque me focalizo solo en ese resultado final adverso, olvidando que los profesores y las clases eran óptimas. En estas circunstancias en que, a veces, nos dejamos llevar solo por picos emocionales en nuestras experiencias, lo más adecuado es pararnos y reflexionar.
Nuestra mente está dominada por múltiples sesgos y las emociones a menudo nublan nuestro juicio y la oportunidad de ver las experiencias como un todo. No en función de su resolución.
Procuremos aplicar enfoques mentales más analíticos y menos impulsivos. Entender cómo funciona nuestro cerebro nos dará mayor poder sobre nuestras decisiones y sobre la realidad que nos envuelve.
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