¿Sabes qué implica la escucha activa para nuestras relaciones?
¿Sabemos escuchar a los demás o solo nos limitamos a oír lo que nos dicen sin tener en cuenta el contenido emocional de sus palabras? Para una buena comunicación interpersonal hace falta la escucha activa.
Son muchas las definiciones propuestas para la habilidad de la escucha activa, pero todas convergen en que se trata de la habilidad con dos ingredientes principales: la comprensión y el cuidado. Estas dos características componen la base de la escucha activa.
En el marco de la escucha activa, destinamos gran parte de nuestros recursos a intentar entender el mensaje de la persona a la que escuchamos. Además, le damos información a nuestro interlocutor de si entendemos aquello que está intentando trasmitirnos. Significa, por tanto, estar psicológicamente disponible y atento a los mensajes de quien nos habla.
Lo contrario de la escucha activa sería la escucha distraída. En la escucha distraída estamos presentes en el lugar de la interlocución, pero nuestra mente está priorizando otros discursos al que en ese momento están compartiendo con nosotros. Con estas acciones le estamos restando importancia a lo que nos están transmitiendo. Esto afectaría negativamente a nuestra capacidad de captar el contenido del mensaje de nuestro interlocutor. En este sentido, la escucha activa nos sirve, entre otras cosas, para empatizar y comprender las emociones de los demás.
La falta de comunicación que se sufrimos hoy día se debe en gran parte a que no sabemos escuchar. Estamos más tiempo pendientes de nuestras propias intervenciones y de que quede claro nuestro punto de vista que de lo que la otra persona quiere compartir, y así se pierde la esencia de la comunicación. Existe la creencia errónea de que se escucha de forma automática, pero no es así. Escuchar requiere, en muchas ocasiones, un esfuerzo superior al que hacemos cuando hablamos.
“Si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y acallar cuando no tengas nada que decir”
-Johann Kaspar Lavater-
Si de verdad queremos escuchar a los demás, trascendamos las palabras
Pese a la importancia que le solemos atribuir a la comunicación verbal, entre un 65% y un 80% del total de nuestra comunicación con los demás la realizamos a través de canales no verbales. Para que una comunicación sea eficaz, lo adecuado es que haya una coherencia entre el discurso y la expresión no verbal. En este sentido, en la escucha activa, encontramos un paralelismo: es tan importante escuchar como que el otro sienta que le estamos escuchando.
La escucha activa significa escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla. Nos referimos a la habilidad de escuchar no solo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo. Para llegar a entender a alguien se precisa cierta empatía, es decir, saber ponerse en el lugar de la otra persona y tratar de entender cómo se siente desde ese lugar.
El lenguaje no verbal afecta a la forma en que actuamos y reaccionamos, ya sea ante los demás o ante nosotros mismos. Escuchar más allá de las palabras es entender, comprender o dar sentido a lo que se oye y a lo que se ve. Comprender a la persona que nos esta hablando en todas las dimensiones de lo que nos quiere decir, no implica estar de acuerdo con todo lo que está diciendo, sino escuchar con interés manifiesto lo que nos dice.
“Que alguien nos escuche produce un ilimitado placer en el cerebro, similar al de la comida o el dinero”
-Adelina Ruano-
Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad
A la mayoría de las personas les gusta más hablar que escuchar. Al hablar de nosotros mismos, activamos las áreas cerebrales relacionadas con el placer, por lo que resulta hasta cierto punto normal que prefiramos oírnos a nosotros mismos que a los demás.
Dale Carnegie escribió un libro que en los Estados Unidos llegó a ser más leído que la Biblia. Se titulaba “¿Cómo ganar amigos?” y en realidad fue un tratado para un país que utilizó su filosofía y método para mejorar las relaciones humanas. Darnegie se fijó en cómo la confianza que se crea con la escucha activa influía positivamente en las relaciones personales, creando nuevas y fortaleciendo la ya establecidas.
Escuchar de forma activa a los demás nos da la oportunidad de crear una red social donde prime la complicidad. Escuchar al otro dejando de lado lo que estamos haciendo, estando atentos aunque lo que nos cuente nos parezca equivocado o irrelevante, hace que la persona que habla pueda llegar a expresarse como realmente es.
Cuando escuchamos con atención y sin interrumpir, conseguimos que la persona que está hablando se sienta relajada y logre desahogarse con nosotros revelando sus sentimientos más reales. La mayoría de las veces no necesitamos que los demás nos den su opinión, sino que se sienten y escuchen.
A veces tenemos el poder de ayudar a la gente sin mover un dedo y la mayoría de las veces no somos conscientes de ello. El don de saber escuchar a los demás hace que entendamos mejor a las personas, que éstas se sientan más vinculadas a nosotros y que tengamos más probabilidades de conseguir una relación positiva. En este sentido, lo que damos repercutirá en nosotros. Así, aunque solo sea en base a un interés egoísta, la escucha activa merece la pena.
“Cuando un amigo te pido un consejo, en realidad no quiere escucharte, sino desahogarse contándote su pena, escucharlo para el es como si dieras el mejor consejo”
Bibliografía
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