El sabor agridulce de la venganza
La compulsión humana en busca de venganza es una emoción compleja complicada de explicar. La venganza, como tal, es un tema recurrente en la ficción. De hecho, las implicaciones psicológicas pueden dar mucho juego en la trama. Aunque, la verdad sea dicha, cuántas veces hay en las que existe una solución mucho más sencilla.
Pero una solución sencilla no daría lugar a una trama tan movida e interesante. Esto puede dar lugar a confusión y, de hecho, alimenta la creencia de que la venganza es, como poco, la salida más lógica, aunque no siempre la más fácil o la más apropiada. El caso es vengarse, que es lo que se lleva.
Esta cita de Los hombres que no amaban a las mujeres (2005) da fe de lo que acabo de expresar:
“A lo largo de todos estos años he tenido muchos enemigos y hay una cosa que he aprendido: nunca entres en la batalla cuando tienes todas las de perder. Sin embargo, jamás dejes que una persona que te ha insultado se salga con la suya. Espera tu momento y, cuando estés en una posición fuerte, devuelve el golpe, aunque ya no sea necesario hacerlo”.
-Stieg Larsson-
Ese primer minuto de placer de la venganza
Hace unos años, un grupo de investigadores suizos escaneó los cerebros de personas que habían sido perjudicados durante un juego de intercambio económico. Estas personas habían confiado en unos compañeros para repartir cierta cantidad de dinero, pero fueron traicionados, ya que los que tenían que repartir se lo quedaron todo para ellos mismos. Tras esto, los investigadores dieron a las personas perjudicadas la oportunidad de castigar a sus compañeros codiciosos mientras escaneaban su actividad cerebral.
Durante un minuto completo las víctimas contemplaron la venganza, lo cual provocó una oleada de actividad neuronal en el núcleo caudado, el área del cerebro conocida que procesa las recompensas. Los resultados, publicados en la edición de 2004 de Science, dieron la confirmación fisiológica a la creencia popular de que la venganza es dulce.
Sin embargo, aunque la idea pueda resultar deliciosa, la ejecución real de la venganza tiene un costo amargo de tiempo. Aunque ese minuto antes de la venganza sea sabroso, ¿qué pasa con los días y las semanas que siguen?
Ni dulce ni amarga: la venganza es agridulce
A pesar del consenso popular y la demostración de que, en principio, “la venganza es dulce”, años de investigaciones experimentales han sugerido lo contrario, que la búsqueda de la venganza rara vez es tan satisfactoria como anticipamos y, a menudo, deja al vengador más infeliz a largo plazo, cumpla o no con su venganza.
En los últimos años, los científicos han descubierto muchas maneras en que la práctica de la venganza no cumple con sus expectativas dulces. Los científicos del comportamiento han observado que, en vez de apagar la hostilidad, la venganza puede prolongar lo desagradable de la infracción original y que el daño ejercido sobre la persona que ha hecho el mal nunca es suficiente para satisfacer el espíritu vengativo de una persona.
Las investigaciones también han encontrado que en lugar de hacer justicia, la venganza a menudo crea sólo un ciclo de represalias, en parte debido a que el equilibrio moral de una persona rara vez se alinea con la de otro.
Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Washington publicado en el Journal of Experimental Social Psychology sostiene que la venganza nos hace sentir bien y mal, por razones que podrían no ser las esperadas. Los autores del estudio dicen haber demostrado que las personas expresan sentimientos positivos y negativos sobre la venganza, de tal manera que la venganza no es amarga, ni dulce, sino ambas.
Venganza y justicia
Los investigadores diseñaron una serie de experimentos para explorar si la gente tiene razón en pensar que la venganza tiene el potencial de hacerles sentir, a pesar de que la investigación reciente sugiere lo contrario. Su objetivo era saber si nuestras intuiciones sobre la venganza son en realidad más precisas de lo previsto originalmente.
Los investigadores querían saber por qué hay una expectativa cultural tan común de que es dulce y satisfactoria cuando, en realidad, parece que nos hace sentir peor.
El impulso de buscar la justicia y castigar a los malhechores parece estar conectado físicamente en el cerebro humano. Incluso los bebés de tan solo 3 meses de edad pueden comprender esto, de acuerdo a un estudio de 2011 publicado en la revista Developmental Science. Este estudio encontró que los bebés prefirieron mirar a las personas que ayudaron a otros en vez de aquellos que perjudicaron a otros.
Otros estudios muestran que las áreas del cerebro encargadas de juzgar delitos e imponer la intensidad de los castigos con áreas relacionadas con el circuito de recompensa, lo que explicaría el placer en el castigo.
“Quien busca justicia con demasiado empeño y dedicación, en realidad no busca justicia, sino venganza”.
-Sándor Márai-
En cuanto a la amargura que podemos sentir, los investigadores explican que nos gusta porque castigamos a la parte infractora y nos disgusta porque nos recuerda su acto original. Por otro lado, es en sí un estado emocional en el que no hay descanso en este enfrentamiento, en el que de alguna manera la persona que clama venganza de alguna manera está perpetuando el hecho por el que la reclama.