Salario y salud mental: el coste psicológico de la precariedad
Hay muchas causas por las que una persona deriva en una depresión y, en el peor de los casos, opta por el suicidio. Sin embargo, una de ellas es conocida, evidente y repta de manera silenciosa por los cimientos de nuestra sociedad: hablamos de la precariedad. Salario y salud mental guardan una relación directa y tan devastadora que, buena parte de los trastornos psicológicos actuales, tienen ese origen.
A menudo, cuando hablamos de salud mental se suele poner el foco en exclusiva en la propia persona. Situamos sobre sus hombros la responsabilidad única de cuidar de su bienestar psicológico. No dudamos en decirle aquello de “cógete las cosas de otra manera”, “confía, anímate y lo mejor llegará”. Olvidamos que el ser humano forma parte de un contexto del que no es ajeno.
Nos afectan nuestras relaciones, las experiencias que no están bajo nuestro control y las coyunturas sociales a las que cuesta mucho adaptarse. Así, en ocasiones, puede resultar más peligroso para la salud mental un trabajo precario que el propio desempleo. Saber que, por muchas horas que empleemos al día en trabajar, no lograremos llegar a final de mes, eleva la ansiedad en niveles desorbitados.
A la propia precariedad se le añade la temporalidad y la incertidumbre constante al no saber si mañana mantendremos o no ese trabajo. Como podemos intuir, el panorama actual -sumado a muchos otros factores- traza un poco horizonte propicio para la ansiada autorrealización que nos prometían de niños.
“La libertad sin oportunidades es un regalo endemoniado y negarse a dar esas oportunidades es criminal”.
-Noam Chomsky-
Salario y salud mental: ¿cómo se relacionan?
Entre 1990 y 2015, la Universidad de Emory (Estados Unidos) llevó a cabo un estudio revelador con relación al vínculo entre salario y salud mental. En este trabajo pudo verse que a lo largo de esos 25 años, cada vez que se establecía un nuevo ascenso del salario mínimo, la tasa de suicidios se reducía entre el 3,4 % y el 5,9 %.
Esos datos eran especialmente significativos entre el sector poblacional más joven. Porque esa es otra evidencia: son los más jóvenes lo que sufren el impacto del desempleo y, en especial, el empleo precario. La falta de perspectivas, ver que todo esfuerzo realizado no tiene recompensa y, sobre todo, perder la esperanza ante que esa situación cambie o mejore lleva a la persona hacia un túnel sin salida.
La rueda del hámster: el agotamiento sin sentido ni fin
Son muchos los que se perciben como un pequeño hámster corriendo en una rueda sin que nada cambie. Los salarios bajos no permiten llegar a fin de mes ni satisfacer las necesidades básicas. Sin embargo, el esfuerzo que requieren estos empleos es elevado y no reconocido. Mantener ese estilo de vida deriva en muchos casos en problemas de salud, tanto física como mental:
- Estrés crónico.
- Problemas de insomnio.
- Problemas muscoloesqueléticos.
- Alteraciones en la alimentación.
- Cefaleas.
- Mayor irritabilidad.
- Sedentarismo.
- Falta de tiempo para ocio y descanso.
- Se deja de disfrutar de esas tareas que antes eran significativas.
- Se reduce la socialización.
- Hay mayores problemas y discusiones en las parejas y familias.
- Negatividad y falta de esperanzas.
- Mayor riesgo de derivar en adicciones comportamentales (juegos, sexo online…) o de sustancias.
- Trastornos del estado de ánimo: depresión y ansiedad.
En la encuesta sobre condiciones de trabajo de seguridad y salud en la población asalariada de España de este año pudo verse también otro dato revelador que invita a la reflexión. El 74 % de las personas cuyo salario no cubre sus necesidades básicas tiene un riesgo muy elevado de sufrir problemas de salud mental.
La persona con empleo precario se aferra a la desesperada a un trabajo temporal tras otro con el fin de subsistir. Se siente atrapado en una rueda sin fin, atenazado por la frustración, la desesperanza y también, por un claro resentimiento a la propia sociedad que le ha fallado.
Salario y salud mental, un problema de justicia social
No hablamos lo suficiente sobre la relación entre salario y salud mental. Este problema de justicia social se está llevando la salud -y también la vida- de miles de personas cada año. El impacto de disponer de un salario bajo impide satisfacer las necesidades más básicas de la que nos hablaba Abraham Maslow en su famosa pirámide.
No se puede sentir seguridad, faltan recursos, se carece de una vivienda en muchos casos y el bienestar físico y psicológico va y viene según temporadas. Esa inestabilidad se cronifica, no se pueden pagar deudas ni hacer planes a medio largo plazo.
La persona se limita a “vivir al día”, asediada muchas veces por sentimientos de vergüenza y una desesperanza que alimenta la indefensión y la negatividad.
La falta de trabajo y más aún, la precariedad, provocan que tarde o temprano aparezca la idea de inutilidad y la falta de sentido de vital. En este punto, se llega al borde de un abismo tan peligroso como alarmante.
¿Cuál es la solución del problema?
No puede existir salud (ni física ni mental) sin salarios dignos. Los salarios sí importan, el dinero sí ofrece bienestar y garantiza una mejor calidad de vida de la población. Se necesita no solo un aumento de las oportunidades laborales, sino también una retribución adecuada que permita cubrir necesidades tan básicas como el pago de una vivienda.
En caso de que esta situación coyuntural prevalezca, veremos aumentar los problemas psicológicos entre los más jóvenes, al carecer de cualquier perspectiva de futuro y de autorrealización. Son personas que en un momento dado no dudarán en asumir algo tan rotundo como que la sociedad, sencillamente, se ha olvidado de ellos… Y tal vez sea verdad.
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- Theodossiou I. The effects of low-pay and unemployment on psychological well-being: a logistic regression approach. J Health Econ. 1998 Jan;17(1):85-104. doi: 10.1016/s0167-6296(97)00018-0. PMID: 10176317.
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