Saltar de una relación a otra
Saltar de una relación a otra es una práctica común. Le llaman síndrome de liana y, efectivamente, está muy bien graficado con la imagen de Tarzán: no termina de soltar una liana, cuando ya tiene la otra en la mano. ¿Qué quiere Tarzán y quienes tienen el síndrome de liana? Obvio: no caerse.
La mayoría de psicólogos están de acuerdo en que no es buena idea saltar de una relación a otra. Como en todo lo humano, siempre hay excepciones. Sin embargo, por lo general es una conducta que habla de dificultades con uno mismo, dependencias y deseos de evasión.
Es cierto que nuestra época los valores y las referencias son mucho más cambiantes que en otras. Las circunstancias cambian a una velocidad superior y la noción del tiempo también se ha trasformado. Pero de ahí a saltar de una relación a otra hay un gran abismo.
A veces, puede suceder de forma natural y sana, pero si es un hábito , probablemente sería bueno investigar qué pasa.
“Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca”.
-Carl Gustav Jung-
Saltar de una relación a otra
Nadie quiere caer. Cuando tenemos una relación significativa, está claro que romper nos genera algún grado de dolor. Y si no lo genera, es probable que no fuese una relación significativa. Como estamos en un tiempo en el que es “obligatorio” ser felices, el duelo que sigue a una ruptura es un proceso por el que muchas personas se niegan a transitar.
Se supone entonces que lo adecuado es buscar un “reemplazo” para la expareja de manera rápida y eficaz: existe un vacío, “perfecto para que lo llene otra persona”. Muchas personas afirman haber hecho este intercambio con éxito. En realidad, no tiene nada de curioso. Consciente o inconscientemente, están dispuestas a ver una posible pareja en casi cualquier persona que conozcan.
También es frecuente que la nueva relación brille mucho en un comienzo. Con la anterior pareja, a quien no le gustaba viajar, jamás pudiste entenderte en ese terreno. En cambio, la nueva pareja encajó desde el primer minuto y en un mes ya hicisteis dos viajes. ¿Por qué sucede esto?
Los eslabones inconscientes
Al salir de una relación significativa, no siempre tu corazón -parte emocional- y tu inconsciente se enteran. Tienen sus propios ritmos, sus propios procesos y siguen adelante. No cortas con todo un imaginario de la noche a la mañana. No renuncias a tus planes, a tus sueños y a tus expectativas compartidas como quien se cambia de ropa.
Quizás sin darte cuenta, o dándote cuenta solo en parte, vas a intentar escribir la siguiente página de la historia con tu ex. Lo que intentas hacer es cambiarle el nombre al protagonista para una serie que sigue con el mismo guion. Además, en ocasiones querrás, pero sin lograrlo, seguir con la misma trama. Una nueva relación sería algo así como un episodio más, de la misma novela.
Sin embargo, se trata de un camino equivocado. Con suerte, podrías prolongar esa situación por un tiempo: vivir la misma lógica con alguien en cuerpo ajeno. En todo caso, lo más probable es que termines boicoteando la relación, con tus expectativas y sentimientos inconscientes.
De pronto sientes más celos porque tu ex te engañó. O tal vez alguien te parece muy atractivo porque es totalmente diferente a esa persona. El punto es que tu relación anterior termina siendo tu principal punto de referencia.
El apego ansioso
Se ha comprobado que los estilos de apego guardan una estrecha relación con las relaciones románticas adultas. En este caso, las personas que sufren un apego ansioso suelen experimentar dependencia emocional, lo que se traduce en una necesidad de estar siempre con alguien y en un fuerte temor al abandono y a la soledad.
De esta forma, las relaciones de estas personas tienden a fracasar y, después de una ruptura, buscan inmediatamente otra relación, con el fin de aliviar el dolor y la ansiedad.
Dicho esto, es importante tener en cuenta que el estilo de apego se forja desde la infancia, en la interacción con nuestras principales figuras de afecto; quienes van configurando nuestra forma de relacionarnos con los demás a medida que vamos creciendo.
Afortunadamente, podemos modificar nuestros patrones de relación. Para ello, la herramienta mas efectiva siempre será la psicoterapia.
Vivir el duelo
Nadie quiere caer. Aún así, caer es parte de los ciclos de una vida cíclica. Lo queramos o no, amar siempre supone gestionar alguna cuota de insatisfacción. Esto se hace más palpable en el momento de la separación. Es el precio de amar. Y aunque pretendamos irnos sin pagar la cuenta, esa deuda se acoplará a nuestra sombra y seguirá viajando con nosotros, esperando para cobrarse.
Lo esperable es que saltar de una relación a otra nos lleve a una cadena de desilusiones. Quizás terminemos siendo cínicos y gritando a voz en cuello que el amor no existe. O, tal vez, nos volvemos insensibles y dejamos que ruede la bola, sin preocuparnos mucho de si nos hace felices o no. De cualquier manera, antes o después vamos a tener que gestionar el miedo a la soledad y conquistar nuestra autonomía para querer desde ese lugar.
Lo peor es que es posible que arruinemos relaciones que de verdad valían la pena simplemente por cerrar los ojos. El deseo de evadir el duelo invita al engaño. La necesidad obsesiva de tener pareja nos impide aprender de cada relación, dejando que todo fluya cuando debe fluir.
Riesgos de saltar de una relación a otra
Para concluir, resaltamos la importancia de erradicar este síndrome, pues no hace más que debilitar nuestra autoestima.
Irónicamente, las personas que saltan de una relación a otra intentan proteger su autoestima. Pero, en realidad, se hacen aún más daño. Creen que otra relación aliviará todas sus penas, pero no se detienen a pensar que si esa relación falla, que es lo más probable, sufrirán por partida doble.
A la larga, la autoestima sufrirá un doble daño y el miedo a estar solo no desaparecerá. Si este es tu caso, lo ideal es empezar a trabajar en el amor propio y en la relaciones sanas.
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- García Palza, D. F. (2014). Narración del duelo en la ruptura amorosa. Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 12(2), 288-307.