Si quieres respetar a los demás, aprende a escuchar
Pocos valores éticos, sociales y hasta morales son tan importantes como aprender a respetar a los demás. No obstante, vivimos en ese mundo donde no falta quien afirma con total convicción aquello de que el respeto debe ganarse. Lo dicen y defienden como si esta dimensión no fuera de por sí, un eje vertebrador en toda relación, además de un derecho casi inviolable con el que todos venimos al mundo.
El respeto, en realidad, es el ingrediente más poderoso para una vida feliz. Porque quien aprende a respetarse a sí mismo y a los demás, es capaz de dar forma una convivencia más plena, empática y significativa. Sin embargo, y como decía Albert Camus, el célebre novelista, filósofo y periodista francés, hemos creado un tipo de sociedad donde abunda en exceso ese tipo de respeto que se basa solo en el miedo.
Respetamos al que tiene poder porque está por encima de nosotros y tememos las consecuencias por desafiarlo. Esta realidad, sumada a muchas otras, hace que no conjuguemos con adecuada efectividad el verbo respetar.
Cometemos fallos, errores de ortografía emocionales que afectan a nuestras relaciones, esos que crean distancias y dificultan el poder construir una auténtica cultura del respeto. Facilitarla, aprender a erigir desde las bases esta dimensión social y psicológica tan importante, requiere que nos habilitemos sobre todo en una competencia troncal en el viaje de la vida; nos referimos a saber escuchar.
“Ser brillante no es una gran hazaña si no respetas nada”.
-Johann Wolfgang von Goethe-
Para respetar a los demás hay que saber escuchar
A menudo, suele decirse que el arte de saber respetar a los demás tiene dos vías: en el momento en que valoras y das visibilidad al otro, este también lo hace contigo. Pero en realidad deberíamos añadir un tercer camino, no menos importante, nos referimos al que parte de uno mismo, ese donde entender que valorarse a uno mismo es esencial para hacerlo también con los demás.
En este punto, Martin Seligman, pionero en el estudio de la psicología positiva, nos hace una advertencia interesante. La autoestima es clave del bienestar y facilita también nuestras relaciones sociales, es cierto. Cuando uno se siente bien consigo mismo y se respeta, interacciona mucho mejor con los demás. Sin embargo, y aquí viene el matiz, una autoestima demasiado alta deriva en el narcisismo, y en ese enaltecimiento del yo donde la tentación de pasar por encima de los derechos ajenos gana peso.
Guy Bodenmann, psicólogo y profesor de la Universidad de Zurich, añade otra pincelada más a esta idea. En un interesante estudio, llevado a cabo en el 2018, señaló que la piedra angular para respetar a los demás es saber escuchar. Y esa habilidad, la de la escucha activa, la suele llevar a cabo la persona con una autoestima saludable y con un nivel ajustado de empatía.
Te escucho para comprenderte, porque comprender es respetarte
Escuchar para comprender, y no para responder, es la fórmula perfecta de la comunicación. Esta frase que habremos oído en más de una ocasión, encierra una práctica menos frecuente de lo deseable. Así, la competencia de saber respetar a los demás empieza siempre por el trato, por la comunicación. Esa es la base de cualquier relación y donde se demuestra, en esencia, la capacidad o no de una persona a la hora de tener en cuenta a otra.
Por ello, vale la pena tener en cuenta estos aspectos:
- Si no nos escuchan, no hay respeto.
- Si no hay interés tampoco existe respeto.
- En caso de que se dé una actitud inflexible, ahí donde no atender razonamientos ajenos, donde alzar un muro ante cada palabra, también se evidencia un fallo de comunicación.
- Asimismo, si nos escuchan pero no actúan en consecuencia teniendo en cuenta necesidades y mensajes emitidos, tampoco hay respeto.
Respetar es aceptar la individualidad del otro
Cuando enseñamos a respetar a un niño pequeño, solemos limitarnos a indicarle aquello que no debe hacer: no hay que pegar, que quitarle cosas a los demás, que gritar, que empujar… A veces, en la mente infantil hay un exceso de prohibiciones, de ‘no hagas esto y no hagas lo otro ‘. Sin embargo, lo más adecuado en todos los casos sería sin duda desgranar desde bien temprano, lo que sí debe hacerse y en qué consiste el respeto y cómo se aplica.
- Respetar es dar visibilidad al otro y darnos cuenta de que cada uno es diferente, único y excepcional. Aceptar las diferencias es clave de bienestar.
- Respetar es saber comunicarnos. Y para hacerlo, un niño debe aprender lo antes posible a escuchar, a observar, a conectar de manera paciente e interesada con quien tiene en frente a través de la empatía.
Parece obvio, parece fácil. Sin embargo, en nuestro mundo de adultos abundan aún quienes buscan a toda costa tener razón y hablan para responder sin comprender. Son muchos los que para respetar, exigen primero ser respetados o quienes se respetan solo a sí mismos y caminan por encima de otros vulnerando derechos, autoestimas y dignidades. Evitemos ese tipo de comportamientos y recordemos que la cultura del respeto es la base de nuestro bienestar y felicidad.
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- Bodenmann, G. (2018) The Power of Listening: Lending an Ear to the Partner During Dyadic Coping Conversations. Journal of Family Psychology 32(6) ·DOI: 10.1037/fam0000421