Síndrome de estrés político: cuando la clase política agota
Son muchas las personas que están empezando a experimentar síndrome de estrés político. La incertidumbre, la apatía hacia la clase política y sus mensajes, el hastío hacia sus disputas internas y sobre todo, el peso de la corrupción, están oxidando cada vez más la confianza del ciudadano. Son situaciones que además se entremezclan con emociones negativas: asco, decepción, rabia, tristeza…
Con el ingenio que le caracterizaba, Jorge Luis Borges decía que los políticos no deberían ser personajes públicos. Esta frase esconde en sí misma una realidad que muchos se cuestionan. Hay políticos que por su comportamiento, personalidad y decisiones desacertadas no deberían ser figuras públicas. No dan ejemplo, no son fuente de inspiración y aún más, no están capacitados para ostentar el poder.
A día de hoy, el tablero de ajedrez mundial discurre entre los más complejos movimientos. Auge de soberanismos extremistas, independentismos, los dramas de la inmigración, corrupciones, políticas cada vez menos sociales… Así, estudios como el publicado en el Cambridge University Press describen esta situación como la espiral de la desconfianza.
Sumada a la desconfianza se le añade otro factor: la infoxicación -o intoxicación por información contaminada-. Todas estas dinámicas, informaciones, opiniones y noticias se filtran a diario con mayor o menor veracidad a través de los medios: televisión, radio, redes sociales… Todo ello nos aboca a experimentar dos tipos de estados: la indignación o la apatía.
La primera nos puede llevar a las movilizaciones, a asumir un papel activo, a ansiar cambios. La segunda, trae el descontento y, muy a menudo, la absoluta pérdida de confianza de cualquier color u opción política. No obstante, todas estas experiencias parten de una realidad concreta: el síndrome de estrés político.
“Un buen político es aquel que, tras haber sido comprado, sigue siendo comprable”.
-Winston Churchill-
El síndrome de estrés político, ¿en qué consiste?
El síndrome de estrés político no aparece en ningún manual clínico. Es un término popular que viene apareciendo en los últimos meses. Un ejemplo es el artículo del espacio Psychology Today, donde se analiza el impacto que este hecho puede tener en la mente infantil.
No sabemos si dentro de un tiempo aparecerá descrito en el DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), pero lo que sí tenemos claro es que esta realidad es ya fuente de análisis para politólogos y psicólogos sociales. Es más, de algún modo, ya podemos incluso describir qué “síntomas” conforma el síndrome del estrés político.
Veámoslo en detalle.
Desencadenantes del síndrome del estrés político
La anatomía del síndrome del estrés político viene mediado por muchos factores. A su vez, estos tendrán un mayor impacto dependiendo de la personalidad y necesidades de cada uno. Sin embargo, no nos equivocamos en señalar unos pilares casi constantes que vienen sucediéndose en el día a día:
- Sensación de que la clase política se preocupa cada vez menos de su electores (y más por sus propios intereses).
- Políticas que favorecen a las clases más ricas.
- Falta de civismo en los discursos políticos: no hay una conexión real con las personas.
- Falta de entendimiento entre la propia clase política para llegar a acuerdos, para alcanzar un entendimiento que favorezca a la población y al propio planeta.
Incertidumbre política
A día de hoy todos nos vamos a la cama sin saber qué va a ocurrir mañana. Amanecemos cada día con nuevas noticias sobre corrupción, escuchas, ceses y nuevos nombramientos, desacuerdos, amenazas, inmigrantes que pierden la vida, atentados…
A esos hechos se le añaden otros factores que el ciudadano experimenta a menudo, con mayor preocupación, esas que tienen qué ver con las políticas sociales, como es el caso de las subidas de impuestos. La política actual sume a la persona en un estado de imprevisibilidad casi absoluta.
De la indignación a la indefensión
Este factor es muy interesante desde un punto de vista psicológico. Con cada escándalo, corruptela destapada, decisión legislativa que daña al ciudadano, es común que en un primer momento todos nos sintamos indignados. Sin embargo, poco a poco llega el día en que ya no nos sorprende ese nuevo hecho descubierto, ese escándalo, ese expolio a las arcas públicas.
Casi sin saber cómo, una parte de la población cae en la indefensión. En pensar “qué se le va a hacer, es lo que hay”. Un ejemplo. En los últimos meses es común ver al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, andando a trompicones y protagonizando escenas de lo más inapropiadas.
Nuestra reacción al verlo es la de reírnos y recordar aquellos años en los que Boris Yelsin también amenizaba a su manera las cumbres mundiales. Toleramos por tanto situaciones inconcebibles de personajes públicos que como bien decía Borges están lejos de representarnos con dignidad.
¿Cómo manejar el síndrome de estrés político?
No es un tema nuevo. Entendemos que este tipo de fenómenos en ciertos escenarios de la clase política son habituales: se han dado a lo largo de la historia y es probable que se sigan proyectando en ella. Sin embargo, en la actualidad contamos con un elemento que agudiza el impacto; de ahí el síndrome de estrés político.
Nos referimos a los medios, a la infoxicación, a la noticia viral, a abrir la televisión y que siempre se esté hablando de los mismos temas. ¿Qué podemos hacer por tanto ante este fenómeno tan cotidiano?
- Lo más importante es precisamente no caer nunca en la indefensión.
- Al igual que sucede con el estrés, de nada vale quedarnos quietos y asumir una actitud pasiva ante los estresores.
- En ese caso, intensificaremos aún más el malestar. La clave de todo es controlar la exposición. Limitarnos a ver y leer lo justo. Preocuparnos por recibir información veraz y no perder nunca nuestro sentido crítico.
- Sentirnos descontentos por la actual clase política es lícito, respetable y comprensible.
- Sin embargo, si caemos en la indefensión y la pasividad, permitiremos que estas situaciones se cronifiquen.
El activismo, la participación en lo público, es quizás uno de los derechos ciudadanos más valiosos, aunque solo sea por todo lo que ha costado conseguirlo. Los políticos son nuestros representantes en la medida en la que los hemos elegido.
El problema aparece cuando el político quiere aprovechar su cargo para engañar a la sociedad que le ha colocado en ese lugar de privilegio. Por otro lado, el problema puede desaparecer cuando la sociedad destierra a aquellos que la traicionaron.
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- Tetlock, P. E. (2007). Psychology and politics: The challenges of integrating levels of analysis in social science. In A. W. Kruglanski & E. T. Higgins (Eds.), Social psychology: Handbook of basic principles (pp. 888-912). New York, NY, US: Guilford Press.