Somos los hijos de la crisis
Dicen que los jóvenes de ahora somos la generación más preparada del momento. Dicen que hemos sido unos privilegiados, que lo hemos tenido todo: el acceso a la mejor formación académica, a los medios tecnológicos más avanzados y a una vida más cómoda. Pero yo sólo tengo clara una cosa, por desgracia, lo hemos tenido todo, pero en pasado, ahora somos los hijos de la crisis.
Quizá esta frase te sorprenda, los hijos de la crisis, ¡que exageración!. “En otras épocas hubo otras crisis económicas como estas y los jóvenes que irrumpían en el mercado laboral no nos quejábamos tanto”, me suelen decir. Junto con aquello de que nos acostumbramos a lo fácil y lo rápido y no sabemos lidiar con un poco de incertidumbre a la hora de buscar un trabajo.
Bueno, ojalá fuera solo eso. Pero no es algo tan simple. Somos los hijos de la crisis porque es el propio dinero lo que muchas veces nos está privando de obtener un trabajo. Ya no basta con tener una carrera, ahora hay que sumarle el máster, los idiomas, y la propia experiencia para el puesto, algo que, por desgracia, no sale nada barato.
Fórmate y ten mucha experiencia que el trabajo llegará luego
Cuando terminas la carrera, sea la que sea, e intentas introducirte en el mercado laboral actual te encuentras con la sorpresa de que el título que tienes de por sí ya no vale nada. Actualmente te piden formación de máster para cualquier puesto, aunque sea de principiante e incluso, aunque sea trabajar gratis.
Sí, trabajar gratis ya no es una locura o una entelequia, trabajar gratis está a la orden del día, con eso de que ganas la famosa “experiencia” para poder optar a un trabajo remunerado. Y es aquí donde te tiras de los pelos cuando ves miles de curriculums optando a dichas ofertas.
Hemos llegado hasta aquí, hasta agradecer por trabajar gratis, por algo llamado depresión por desesperanza. Cuando lo intentas miles de veces, cuando no puedes pagar una formación mayor, cuando no ves salida, te rindes o te aferras a un clavo ardiendo. Y ante el paro de larga duración, tener dos trabajos, uno gratuito de “lo tuyo” para tener experiencia y otro pagado pero temporal es la única solución que puedes ver.
Y mientras te acercas a la treintena viviendo en casa de tus padres para ahorrar lo poco que ganas e invertirlo en más formación, para, con suerte, algún día llegar a ser mileurista, sigues escuchando que perteneces a la mejor generación, que hemos retrasado la edad en la que somos padres y que dejamos nuestro hogar paterno más tarde. Pero nadie se atreve a decir por qué, y tú, te sientes estancado y estafado.
Los hijos de la crisis sufrimos de desesperanza
Así es como los hijos de la crisis llegamos a sufrir de desesperanza. Parece que si nos negamos a trabajar gratis somos unos insensatos porque nos estamos negando un futuro mejor. Nos sentimos atrapados en un futuro incierto y con deudas y encima tenemos que escuchar que somos la mejor generación. Pero, ¿qué es la desesperanza?
Lynn Abramson, Geraid Metalsky y Lauren Alloy, reformularon la teoría de la depresión por indefensión aprendida acuñada por Martin Seligman, llegando al término de depresión por desesperanza, que es atraviesan muchos hijos de la crisis.
La depresión por desesperanza tiene una única causa suficiente y próxima: la expectativa negativa acerca de la ocurrencia de un suceso valorado como muy importante (encontrar un trabajo digno) unida a sentimientos de indefensión sobre la posibilidad de cambiar la ocurrencia de ese posible suceso (si yo no me muevo y trabajo “gratis” o me formo más, no podré cambiar la situación).
Así de claro y así de duro, los hijos de la crisis vivimos en contradicción continua entre luchar por los derechos laborales adquiridos por nuestros padres o sobrevivir a pesar de todo. Algo que no es nada sencillo. Nos han inculcado la cultura del esfuerzo, pero ¿acaso es esto?
El mundo no espera a nadie ni es justo
El mundo no espera a nadie ni es justo. Puedes esperar a que llegue tu oportunidad laboral ideal o puedes luchar por ella. Sé que es muy difícil levantarse cada día y luchar por algo que no sabes si va a ocurrir. Porque llegó la crisis y te pilló de sorpresa, pero eso nos pasó a todos.
Sigue luchando por lo que realmente quieres porque solo aquel que no se rinde y no se deja llevar por la desesperanza puede que llegue a conseguir aquello que desea. Piensa que igual que las cosas cambiaron para mal de improviso, pueden cambiar para bien o puede que -sin que haya grandes cambios- encuentres tu propio camino en la vida.
El dinero no da la felicidad, así que tampoco dejes que te la robe. Nadie dijo que la vida fuera a ser fácil y aunque no haya sido como esperabas, solo si luchas sin rendirte puedes llegar a cambiar la suerte. Recuerda que lo único que tienes es tu dignidad y solo tú decides que hacer con ella, si rendirte y darle la razón a aquellos que dicen que lo tenemos muy fácil o luchar por lo que quieres pase lo que pase.