El tacaño y su cárcel interior
Todos los conocemos, aunque traten de pasar desapercibidos. Son esas personas que nunca traen efectivo encima, van al baño en el momento de pagar una cuenta colectiva o son capaces de ir a sitios inverosímiles para conseguir un descuento. El tacaño no es fácil de reconocer. De hecho, muchos no consideran que ser excesivamente ahorrativo entrañe algún tipo de problema.
En psicología se habla mucho de las patologías de exceso: comer de más, beber de más, gastar de más… Pero las patologías por defecto a veces aparecen camufladas: el que come de menos está haciendo dieta, el que no juega es alguien serio y el que gasta poco es ahorrativo.
Sin embargo, es claro que “demasiado” no es un buen calificativo para nada. Existe una forma patológica de ahorro que no solamente se reduce al dinero o los bienes materiales, sino que expresa aspectos más profundos de la personalidad.
“Cuanto más deis, mayor será vuestro gozo. La tacañería sofoca la dicha; la liberalidad la intensifica.”
-Orison S. Marden-
Características de un tacaño
El tacaño, o ahorrador patológico, se reconoce porque evita hacer gastos que perfectamente podría hacer, sin que le causen ningún problema. Generalmente tienen ingresos sólidos y una posición estable. Si les preguntas, te dicen que precisamente su condición es buena porque se han esmerado en ahorrar y no gastar en tonterías.
Es el tipo de personas que usa la misma ropa durante años para no gastar. No utilizan el teléfono, apagan todas las luces y compran los productos más baratos en el supermercado, aun si son de baja calidad.
Se necesita una situación extrema para que sean capaces de hacer una invitación a cenar. Si regalan algo, lo compran en una barata. Y a veces son capaces de guardar lo que les obsequian para regalarlo después y así evitar el gasto.
Lo distintivo del ahorrador patológico es el hecho de que su escrúpulo en los gastos no nace de una razón objetiva. No es que no tenga dinero, o que esté haciendo una inversión, o que tenga planes de invertir a futuro.
Lo suyo es guardar el dinero por guardarlo. O para realizar planes que jamás ejecutan. O para enfrentar posibles “malos tiempos”, aunque ningún tiempo sea tan malo como para que se convenzan de que hay que gastar.
Tacaño material, tacaño emocional
Lo más grave es que quien es tacaño no solamente lo es con el dinero. También es tacaño con sus emociones, sus afectos y su propio despliegue de energía vital.
Así como no gasta en objetos, tampoco es generoso en lo que siente hacia los otros, ni en lo que invierte para hacerlos felices. El tacaño guarda para sí todo lo que puede y, en esa medida, no es una persona prudente, sino alguien atrapado en una cárcel interior.
La tacañería: una estructura de carácter
Es muy difícil convivir o establecer un vínculo profundo y duradero con una persona tacaña. Así como sienten que deben proteger sus “ahorros” de los cantos de sirena del mercado, también creen que pueden ser “sonsacados” emocionalmente por los demás.
Hay casos que cuesta creer. Como el de Laura, quien tenía un novio “amarrado”, que siempre le hacía invitaciones a sitios donde no tuvieran que pagar un peso. Si había que hacerlo, ella era siempre quien terminaba sacando la billetera. Una vez, su novio la sorprendió pagando la cuenta de la discoteca. Pero al otro día llegó a su casa con la factura en mano para hacerle el cobro respectivo.
Una visión de la tacañería desde el psicoanálisis
El tacaño en realidad está aterrado y organiza su vida a partir de una fantasía de control. Para el psicoanálisis, el tema está relacionado con una dificultad en la superación de la fase anal.
Cuando el niño percibe como traumática o excesivamente severa la fase del control de esfínteres, suele desarrollar una obsesión por retener, por evitar dar. Eso se traduce en la vida adulta tanto en tacañería, como en egocentrismo. El tacaño es también alguien que de una u otra forma termina utilizando a los demás para sus propios intereses .
Por eso no da nada, que sea otro el que tenga que meterse la mano en el bolsillo para pagar una cuenta común, aun si sabe que esa persona gana menos que él. También le tiene sin cuidado que su conducta le haga daño a él mismo.
Hay tacaños que mueren de frío con tal de no gastar en calefacción. Otros, como Leonardo Di Caprio, se vuelven “ecologistas” para no gastar ¿Cómo es esto? Di Caprio no utiliza su avión para “no contaminar” el ambiente. Pero no tiene reparos en utilizar los aviones privados de los demás, como lo ha dicho su amigo Mark Wahlberg.
Ser tacaño es estar encerrado en la cárcel del miedo
El tacaño está atrapado en sus propios miedos. Puede ser alguien con depresión y fantasías de catástrofe. También es posible que tenga una personalidad explotadora. Generalmente terminan sus vidas solos y con una gran fortuna guardada que termina en manos de cualquiera.
Cortesía imágenes de John Holcroft