Los 5 tipos de evitación que habrás experimentado alguna vez
De niños nos pasamos buena parte del tiempo evitando infinidad de situaciones, estímulos y experiencias. El mundo es un lugar lleno de amenazas y cuando uno es pequeño son muchas las cosas que nos dan miedo, vergüenza o ansiedad. Sin embargo, a medida que nos hacemos mayores, vamos adquiriendo estrategias de afrontamiento para encarar todo aquello que genera incertidumbre.
Al fin y al cabo, en eso consiste ser adulto: en manejar nuestros temores y no esquivar obligaciones para sentirnos competentes, seguros de nosotros mismos. Ahora bien, si hay algo que tenemos claro es que esta regla de tres no siempre se cumple. Las personas nos escapamos con frecuencia tanto de las situaciones difíciles como de las emociones complicadas.
El “no pensar para no sufrir” y el “no abordar para no experimentar malestar” es una estrategia muy recurrente en nosotros. Así, aunque es cierto que la evitación disminuye la ansiedad durante un tiempo, no es un recurso válido ni recomendable a largo plazo. Lo complicado es que somos muchos los que llevamos a cabo más de una conducta de este calibre de manera inconsciente.
¿Qué tal si las analizamos para tomar conciencia de ellas?
Tomar conciencia de nuestras conductas de evitación nos permitirá abordar esos problemas subyacentes que son la base de muchos de nuestros trastornos psicológicos.
Tipos de evitación que puedes estar cometiendo
La evitación es nuestro mecanismo de defensa más común. Gracias a él, nos ahorramos sufrimientos y posponemos tareas y situaciones que nos suscitan malestar. Es cierto que hay circunstancias en las que la evitación es razonable y promueve nuestra supervivencia, así como comportamientos adaptativos. Ejemplo de ello es evitar pasear de noche por calles sin iluminación.
Ahora bien, un estudio de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos), por ejemplo, sugiere que la evitación excesiva limita nuestra calidad de vida. La persona que elude de manera reiterativa una o varias circunstancias, estímulos o experiencias, corre el riesgo de derivar en más de un trastorno mental.
Condiciones como la ansiedad generalizada, el trastorno de estrés postraumático, las adicciones o incluso el trastorno de la conducta alimentaria (TCA) tienen como elemento subyacente la evitación. Ello nos obliga a un hecho. Es necesario realizar un acto de autoconciencia y revistar nuestra conducta en busca de alguno de los tipos de evitación más comunes. Los analizamos.
La conducta de evitación más común es aquella en la que no queremos ir a ciertos lugares porque nos provocan miedo, incomodidad o despiertan en nosotros recuerdo desagradables.
1. Evitación cognitiva: no pensar para no sufrir
“No voy a pensar en eso ahora. Mejor dejo a un lado esas preocupaciones y me focalizo en otra cosa. Voy a centrarme solo en las cosas positivas y olvidarme de lo demás”. ¿Quién no se ha dicho en algún momento alguna de estas frases?
En efecto, la evitación cognitiva define ese esfuerzo cotidiano por eludir, esconder o no afrontar aquello que nos preocupa. Hay quien recurre al autoengaño para hacerse ver que ciertas realidades o problemas, no existen. La disociación, por ejemplo, entendida como la desconexión mental sobre la realidad presente, tan habitual en los traumas, tiene este origen.
Por otro lado, algo frecuente que evidencian las personas con ansiedad es alimentar el pensamiento excesivo o catastrófico. Pensar lo peor y caer en la irracionalidad es una muestra de lo que puede suceder cuando no abordamos aquello que nos inquieta.
2. Evitación situacional: no quiero exponerme a esa situación
Entre los tipos de evitación más comunes está la situacional. Todos sabemos en qué consiste porque es muy posible que la hayamos experimentado. La padecen los niños que padecen bullying y no desean ir al colegio. La sufre quien teme ir a los hospitales porque arrastra consigo algún recuerdo incómodo con alguna intervención o pérdida personal. También quien odia subir a los ascensores.
Las conductas de evitación situacionales buscan mantenernos alejados de escenarios, personas o circunstancias que nos generan angustia o el recuerdo de un hecho traumático. ¿Te sientes identificado?
3. Evitación conductual: ¡No quiero hacerlo!
De niños podíamos esquivar diversas circunstancias con un sincero: ¡no quiero! Y en efecto, a veces salíamos triunfantes al convencer a nuestros progenitores de que no llevaríamos a cabo determinadas acciones. Sin embargo, al crecer la vida se complica un poco más y muchas veces acabamos realizando infinidad de tareas a regañadientes.
Ahora bien, un hecho muy recurrente es caer en la procrastinación, en postergar ciertas actividades lo máximo que nos sea posible. Hay quien describirá esta conducta de vagancia e irresponsabilidad. Sin embargo, detrás de quien retrasa y no realiza sus obligaciones, por ejemplo, están la ansiedad y el miedo. Esto también es una conducta evitativa.
Asimismo, otro ejemplo de ello, es el escape, huir de esa entrevista de trabajo, examen o exposición oral porque nos genera una gran angustia.
“Si huimos del miedo no podemos habituarnos a él, ni le damos la oportunidad de que se extinga”.
-Foa y Kozak-
4. Evitación agresiva: buscar un medio de escape a mi frustración
Volvamos de nuevo a la infancia. Cuando una criatura de 4 o 5 años se siente frustrada, en ocasiones, reacciona con rabietas. En lugar de afrontar sus emociones, las canaliza mediante reacciones poco adaptadas y hasta violentas. ¿Y si te dijéramos que al crecer son muchos los que siguen adheridos a estos patrones conductuales?
Así es. La evitación agresiva es aquella en la que una persona proyecta sobre los demás sus emociones incómodas en lugar de abordar el origen de sus problemas. Ejemplo de ello es hablar mal a nuestra pareja cuando tenemos alguna dificultad en el trabajo.
5. Evitación emocional: quiero distraerme para no sentir
Entre los distintos tipos de evitación más comunes y problemáticos está la emocional. En este caso, lo que vemos con frecuencia es a personas que se involucran en conductas compulsivas o nocivas para eludir o silenciar el malestar emocional. Algo así puede ir desde algo tan frecuente como pasarse horas en el móvil, hasta caer en las adicciones o en el trastorno alimentario compulsivo.
Son situaciones en las que un comportamiento actúa como mecanismo catártico para desviar unas emociones difíciles. Algo que, tristemente, está detrás de muchos problemas de salud mental.
La huida constante necesita terapia
La evitación funciona en contadas ocasiones. Sin embargo, en caso de que veamos nuestra vida limitada por esa necesidad constante de eludir la incomodidad, el miedo o la ansiedad, es necesario solicitar ayuda especializada. Rehuir de lo que nos provoca malestar no consigue más incrementar el sufrimiento y conducirnos hasta diversos trastornos psicológicos.
En el contexto de la terapia psicológica aprenderemos adecuadas habilidades de afrontamiento para recuperar el control de nuestra vida, así como el bienestar. No lo dudemos, el cambio es posible.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Hirsch CR, Mathews A. A cognitive model of pathological worry. Behav Res Ther. 2012 Oct;50(10):636-46. doi: 10.1016/j.brat.2012.06.007. Epub 2012 Jul 7. PMID: 22863541; PMCID: PMC3444754.
- Newman MG, Llera SJ. A novel theory of experiential avoidance in generalized anxiety disorder: a review and synthesis of research supporting a contrast avoidance model of worry. Clin Psychol Rev. 2011 Apr;31(3):371-82. doi: 10.1016/j.cpr.2011.01.008. Epub 2011 Jan 26. PMID: 21334285; PMCID: PMC3073849.
- Krypotos AM, Effting M, Kindt M, Beckers T. Avoidance learning: a review of theoretical models and recent developments. Front Behav Neurosci. 2015 Jul 21;9:189. doi: 10.3389/fnbeh.2015.00189. PMID: 26257618; PMCID: PMC4508580.