Todos somos héroes de nuestras propias historias
Todos somos héroes en el relato de nuestras vidas. Cada uno de nosotros hemos pasado por experiencias únicas, por momentos de gloria, por días de angustia e instantes de gran complejidad que definen lo que somos. Toda medalla y toda cicatriz constituye parte de nuestra historia y, por cada una de esas cosas, tenemos pleno derecho a sentirnos orgullosos de lo que somos.
A menudo, suele decirse que las personas necesitamos héroes, modelos en los que fijarnos, en los que encontrar un aliento de inspiración en el día a día. Hacerlo es sin duda adecuado, siempre viene bien tener unas referencias a las que recurrir, personalidades que por su carácter, proezas o habilidades nos sirven para aprender e incluso, por qué no, para ser un poco mejores.
Sin embargo, en esa costumbre tan nuestra por mirar lo que queda fuera, por hallar figuras luminosas que atraigan nuestra atención, estamos descuidando el propio interior. Porque también nosotros somos un modelo de superación. También nosotros tenemos habilidades, potencial y un recorrido personal que vale la pena.
No obstante, eso sí, nadie puede ni debe valorarlo tanto como nosotros mismos. Ser nuestros propios héroes y admirarnos por ello no es un acto de encorsetado narcisismo. Todo lo contrario. Es un ejercicio de salud que revierte en nuestra autoestima y crecimiento personal.
“Podemos ser héroes, solo por un día.
Podemos ser nosotros mismos, solo por un día (…)”.-Héroes, David Bowie-
A veces se nos olvida que todos somos héroes de nuestras propias historias
Jerome Bruner, uno de los psicólogos más destacados del enfoque cognitivo y las teorías del aprendizaje, señaló una vez que las personas interpretamos nuestra realidad de dos modos diferentes. Hay quien hace uso de un pensamiento paradigmático, ese en el cual se aplica un encuadre mental más lógico y objetivo.
A través de él, se entiende que vivir es básicamente ir resolviendo problemas. También comprender las causas de ciertas circunstancias o fenómenos para responder mejor en el futuro y poder así, alcanzar las metas deseadas. Por otro lado, están los que aplican un pensamiento más narrativo. Es ese dominado por el sentimiento, por el deseo e incluso el por impulso.
En este caso, vemos cada acontecimiento y vivencia como una historia, una en la que interpretar cada aspecto a través del filtro de las emociones. De este modo, asumimos que hemos atravesado por buenos y malos capítulos, por instantes que merecen ser contados y otros, cuyas páginas, quizá deberían ser arrancadas.
Casi el 90 % de las personas hacemos uso de este último enfoque mental. Asumimos que nuestra vida traza una historia, que cada etapa vital es un capítulo y que el futuro, son hojas en blanco que nos quedan por rellenar.
Ahora bien, por curioso que nos parezca, a pesar de tener esa visión, rara vez nos consideramos auténticos protagonistas en ese devenir existencial.
En gran parte de los casos, nos vemos como el resultado de lo que la propia vida u otras personas han hecho con nosotros. Ese es un gran problema.
Eres protagonista, no un actor de reparto
Explicaba Albert Ellis, psicoterapeuta y exponente de la terapia racional emotivo-conductual que solo daremos paso a los mejores años de nuestra vida cuando descubramos por fin, que el origen de nuestros problemas son solo nuestros.
Que nada de lo que nos ocurre es culpa de nuestros padres, de la política o de la naturaleza. En el momento en que tengamos esto claro, asumiremos el control de nuestro destino.
Todos somos héroes de nuestras propias historias; lo somos porque tenemos poder para cambiar su curso, para escribir su relato. No importa que las circunstancias que nos rodeen sean complejas. La forma en que avanzamos por la vida es lo que nos define, lo que nos convierte en héroes o en simples actores de reparto.
Somos héroes de nuestras propias historias y aceptamos cada capítulo vivido
Todos somos héroes de nuestras propias historias. No importa que nunca hayamos surcado el desierto de Wadi Rum como lo hizo Lawrence de Arabia. Tampoco, que no hayamos desarrollado una vacuna para la viruela como lo hizo Edward Jenner. El mundo está lleno de héroes anónimos y cada uno de nosotros lo somos en el relato de la propia vida.
La terapia narrativa desarrollada por Michael White y David Epston en los años 80 incide en esta misma idea. El ser humano da significado a su existencia cuando es capaz de integrarse y sentirse protagonista de su propio relato vital. Ahora bien, en ocasiones, nos quedamos atascados en determinados capítulos, en etapas de dolor donde sentirnos víctimas de determinados hechos y circunstancias.
Este tipo de psicoterapia enseña a las personas a entender varias cosas. La primera, es que como creadores de historias que somos, podemos iniciar nuevos capítulos cuando lo deseemos. Una misma vida puede estar compuesta por infinitos capítulos en los cuales, nosotros somos narradores. El segundo aspecto que nos enseña, es que el sufrimiento es solo un proceso, no un estado.
Somos un libro lleno de historias. Algunas, tienen ese componente, el del dolor, la pérdida o el malestar. Sin embargo, siempre tenemos la oportunidad de crear nuevos relatos, nuevas páginas donde el sufrimiento sea cosa del ayer. Por tanto, permitámonos avanzar recordando que todos, absolutamente todos, somos héroes de nuestras propias historias.
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