Cómo tomar una decisión que cambiará tu vida
La mayoría de las veces somos conscientes de que hay algo importante en nuestras vidas que necesita algún cambio. Incluso a veces sabemos de qué clase de cambio se trata: terminar una relación de pareja, dejar un trabajo o irnos de algún sitio. Sin embargo, no encontramos la ruta que nos lleve del propósito a la acción. Nos nublamos y posponemos esa decisión indefinidamente.
Una decisión trascendental está compuesta esencialmente de dos elementos. Primero, debes haber identificado que en verdad existe un problema grave. Y segundo, ya sabes que es necesario cambiar esa situación para superar el problema. Entiendes que ya no es hora de paños de agua tibia, sino que tienes que tomar medidas concretas y, muchas veces, radicales.
“En cualquier momento de decisión, lo mejor que puedes hacer es lo correcto, la mejor cosa siguiente es lo incorrecto y lo peor que puedes hacer es nada”.
-Theodore Roosevelt-
Frente a los graves problemas, casi todos llegamos hasta ahí. Después, nos distraemos con otras cosas o dejamos pasar el tiempo “a ver qué pasa”. No terminamos de tomar la gran decisión que sabemos que debemos adoptar. Quizás lo que necesitamos es de un método para pasar del pensamiento a la acción o para, sencillamente, aceptar que no queremos darle un giro radical a esa situación.
Enseguida vamos a presentar algunas sugerencias que pueden ayudarte en ese difícil proceso de tomar una decisión trascendental. No se trata de un “paso a paso” que debes seguir al pie de la letra, sino de unas pautas acerca de las etapas que es necesario completar antes de llevar a la práctica una decisión definitiva.
Elimina la idea de que tu decisión va a terminar con todas las dificultades
A todos nos encantaría encontrar una decisión perfecta. Una que solucione todo de una vez. Que resuelva los inconvenientes y los erradique al cien por ciento. O sea, una decisión tipo “chuza” o “moñona”. Como en los bolos, que lanzas y tumbas todos los pines de una vez. Para decepción nuestra, ese tipo de decisiones no existen.
Toda decisión implica una o varias pérdidas. No se toma una decisión porque lo resuelva todo, sino porque nos lleva a una situación que mejora significativamente, algún aspecto de la vida que es importante para nosotros. La decisión resuelve un problema que es crucial, pero deja intactos otros elementos que igual tendremos que resolver.
La decisión trascendental también implica una dosis de inconformidad, sufrimiento o privación. Por eso necesitamos valor para tomarla. Piensa que si lo hacemos es porque el problema que queremos resolver ejerce una influencia tan negativa en nuestra vida que hace válidos los sacrificios necesarios para superarlo.
Identifica los riesgos y peligros involucrados en la decisión
Toda decisión trascendente implica también un conjunto de riesgos y, a veces, de peligros. Antes de dar el paso siguiente, debemos intentar delimitar el lugar de los pozos en los que podemos caer. Esto no solamente aumentará la fortaleza para seguir adelante, sino que además le otorgará más firmeza y conciencia a lo que estamos decidiendo.
Aquí es válido utilizar el viejo truco de la lista. Toma una hoja de papel y escribe todos los riesgos implicados en tu decisión. Sé concreto. Trata de ser muy preciso. Identifica cada riesgo y cómo te puede afectar. No omitas nada, incluso si piensas que se trata de un riesgo mínimo, absurdo y sin importancia (es mejor que trabajes con él de manera consciente que de manera inconsciente). Cuando vamos a tomar una decisión definitiva, nada es irrelevante.
Trata de hacer lo mismo con los peligros. La diferencia entre riesgo y peligro es que el primero implica algún daño relativamente menor, pero el segundo compromete de algún modo tu salud o tu vida. Suena extremo, pero por ejemplo para algunos romper con su pareja o cambiar de trabajo, con muchas deudas encima, son peligros. De ahí la parte relativa de esta identificación y el papel que puede jugar la dependencia emocional.
Examina tus emociones y fija un marco de acción
Antes de tomar una decisión importante, lo normal es que haya muchas dudas y miedos al respecto. Lo malo es que esos temores logran a veces distorsionar la perspectiva. Algo te dice que es hora de introducir un cambio, pero otra “vocecita interna” también te invita a desistir. Es necesario resolver esa contradicción para seguir adelante.
Es importante que tengas claras tus emociones y sentimientos frente al problema que quieres resolver a través de una decisión radical. ¿Te mueve el deseo de estar mejor, o más bien un capricho o una pasión desbordada? ¿No has concretado tu decisión por prudencia, por método o por miedo? Si logras encontrar respuestas ya tienes recorrida la mitad del camino.
Cuando tengas relativamente claras tus emociones, seas consciente de los riesgos que implica la decisión y de lo que vas a perder y a ganar con ella estarás listo para entrar en acción. No lo pospongas. Fija una fecha para hacer lo que tienes que hacer. Y hazlo. Luego, no mires atrás: está hecho.