El humor nos hace contagiosos de alegría
El humor y la risa nos ayudan a quitarle hierro a asuntos escabrosos. Pero, debido a que en diversas situaciones no está bien visto reírse y que, culturalmente, nos han enseñado a estar siempre preocupados por todo, escoger la opción de tomarse la vida con humor ha pasado a un segundo plano.
Las tragedias que podemos ver cada día en el telediario nos muestran una realidad donde la negatividad tiene un papel protagonista. Además, las quejas que las personas de nuestro alrededor pronuncian en voz alta nos hacen dudar sobre lo justa o no que es la vida.
“La negatividad del mundo es un enemigo cuya fuerza puede debilitar tu sonrisa”.
-Helen Exley-
Nos impregnamos de todo esto y hasta tal punto estamos condicionados por esta visión tan adversa de nuestra existencia que terminamos lanzando improperios y lamentándonos por ese vaso que se acaba de romper o por ese establecimiento que cierra demasiado pronto. ¡Seguro que no quieren trabajar!
La preocupación vista como una muestra de respeto
Tomarse la vida con humor es incompatible con una cultura donde la preocupación es señal de respeto. Es cierto que bromear sobre las desgracias o sobre la muerte muestra una falta de consideración hacia los demás. No obstante, a veces hay que ver la parte positiva de todo lo “malo” que nos ocurre; ya que nos ocurre igual, lo veamos de una manera o de otra. Ejemplifiquemos esto con una gran historia.
Fernando tenía 32 años cuando se quedó sin trabajo. Llevaba las cuentas en una gestoría, pero a la empresa le afectó la crisis, por lo que tuvieron que reducir el personal. Todo el mundo se apenaba de Fernando, le infundían ánimos, esperanzas varias, pero con una mueca de tristeza y desaliento en sus rostros.
A Fernando esto no le afectaba. Había perdido el trabajo, sí, pero esto era una gran oportunidad para emprender y montar su propia empresa o para involucrarse en otros proyectos, ¡quién sabe! De hecho, siempre tenía una sonrisa en su rostro, algo que a muchos miembros de su familia parecía molestarles, pues le decían: “¡cómo puedes estar tan alegre y despreocupado después de que te hayan echado del trabajo!”. Acaso….”¿No te importa?
“Ni tus peores enemigos, pueden hacerte tanto daño, como tus pensamientos”
-Buda-
Estamos en un mundo donde quejarse y lamentarse es lo normal y a quien se sale de ese patrón se lo hacemos saber o lo juzgamos en silencio. Por ejemplo, ¿verdad que alguna vez hemos pensado cómo alguien podía estar tan bien si hacía unas semanas que se le había muerto el marido o acababa de terminar con una relación?
Tomarse la vida tan en serio provoca que, a veces, dramaticemos en exceso situaciones que tienen fácil solución. Claro que cada circunstancia es diferente, pero si sabemos sonreír y ver al futuro con optimismo, todo será más propicio y se nos brindarán oportunidades soñadas.
Tú eliges cómo afrontar la vida, desde la tragedia o desde la comedia
Tomarse la vida con humor no implica reírnos de todo lo que le suceda a los demás, ni tampoco de tomarnos a la ligera todas aquellas situaciones complicadas que nos aborden. No, tomarse la vida con humor implica no caer en el victimismo, desterrar los bucles de pensamientos negativos y dejar de lamentarnos, mientras empezamos a actuar.
¿Cuántas veces hemos caído en la trampa de declarar todo lo que nos sucede como un producto siniestro del infortunio? Y así nos quedamos, tan tranquilos y sin hacer nada. Nos queda aún mucho camino que recorrer hasta conseguir aceptar todo aquello que sucede y bajo lo que no tenemos control alguno, al mismo tiempo que no abandonamos esa parte sobre la que sí tenemos control a los caprichos del viento.
Aprender a reírnos de una situación trágica o de un episodio doloroso por el que hemos pasado, es síntoma de que poseemos una gran resiliencia. Esto no significa que nuestro dolor sea menor, sino que contamos con un instrumento muy valioso para sofocarlo: el humor. Sacar fuerzas para levantar la cabeza y sonreírle a la vida a pesar de que nos haya dado múltiples golpes, también.
Salir adelante no es posible si nos ponemos a escavar en el pozo que hemos caído. ¿Qué sentido tiene alimentar una emoción de valencia negativa para que se convierta en un estado? Esto no nos insta a salir adelante, a comprobar lo fuertes que podemos ser y a darnos cuenta de que contamos con recursos hábiles y suficientes para encarar esas situaciones que ponen a prueba nuestra entereza.
La resiliencia es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para superarse y salir fortalecido de ellas. Una persona resiliente comprende que es el arquitecto de su propia alegría y su propio destino.
Incorporar una pizca más de humor a nuestra perspectiva no tendría que ser una opción, sino una forma existir. Porque constantemente olvidamos que el humor hace que cada día sea hermoso, que los nervios se vayan por la misma puerta por la que han entrado y que cualquier herida que nuestra alma pueda estar supurando sea mucho más llevadera. Además, el humor nos hace contagiosos de alegría.
Somos conscientes de que la risa y las endorfinas van de la mano. No obstante, le damos la espalda a ese analgésico natural que tiene el poder de aportar bienestar donde antes hubo desazón. ¿No va siendo hora de equilibrar la tragedia?