La tranquilidad de la información
Lo que voy a relatar es, desgraciadamente, una historia verídica. Una historia sobre lo que sucede y sobre la información que los medios dan de esos hechos, o que no dan, según el contenido de lo que haya sucedido. Una historia que viví en primera persona.
Todo lo que voy a narrar sucedió en una tarde fría de París. Apenas tenía quince años y me encontraba en la primera planta de la torre Eiffel con todos mis compañeros de cuarto de la ESO. Era un 29 de marzo y recuerdo que hacía un día francamente malo. Cielo encapotado, ligera llovizna y un frío que calaba los huesos. Yo estaba tranquila mirando el paisaje parisino. Y entonces, sucedió.
Los hechos
Escuché muchos gritos y gente correr. Me giré desconcertada y me acerqué hacia donde se dirigía la gente, preguntando a mis compañeros de clase si habían visto algo, si sabían qué había ocurrido.
“¡Se ha muerto, se ha muerto!” Gritaban. Me acerqué a la parte interna de la torre Eiffel para intentar ver qué era lo que había pasado y miré hacia abajo. En el suelo, delante de una gran aglomeración de personas, había un adolescente sin vida.
Más tarde supe que el joven había tomado la terrible decisión de quitarse la vida había sido capaz de saltarse la valle de seguridad. Sin dudarlo, se arrojó al vacío. Imposible sobrevivir a tan tremenda caída. La imagen terrible de ese adolescente en el suelo es una visión desagradable que nunca olvidaré.
De repente, en apenas unos minutos, todo se llenó de policías, que alejaron a las personas que estaban alrededor. Pusieron, además, biombos para tapar la dramática escena de los ojos de todos aquellos que estábamos en aquel lugar.
El día terminó muy mal para todos nosotros. Nadie podría olvidar jamás el dramatismo de lo sucedido. Y no solo eso, sino que dos compañeros míos tuvieron que ser llevados a un hospital después de sufrir un fortísimo ataque de ansiedad.
La información
Esa misma noche, horas después de lo ocurrido y en la tranquilidad del hotel donde nos alojábamos, pusimos la televisión. Queríamos saber qué había ocurrido en realidad, qué se sabía, por qué el adolescente había tomado la decisión de quitarse la vida.
Creía firmemente que aparecería la información que todos queríamos conocer. Al fin y al cabo, se trataba de un hecho bastante escandaloso, por la edad del chico y por el lugar que había elegido para llevar a cabo su determinación. Además, yo, por lo menos, no tenía constancia de que algo así hubiese sucedido antes alguna vez.
Pero no, no apareció. La información que se dio fue nula, inexistente. La televisión pasó por alto lo ocurrido y tampoco apareció ni una triste palabra y ni una triste línea en el periódico del día siguiente.
En ese momento, no entendía el por qué. Ahora ya sí. A los medios de comunicación no les interesa que nosotros sepamos que suceden cosas en ciertos lugares. Dan mala imagen de la ciudad, disminuyen el turismo, hacen ver que la seguridad no es suficiente o eficaz, así que esa información negativa, sencillamente, se pasa por alto.
Por otra parte, se teme que al pregonar la noticia, se produzca el efecto Werther, el contagio del suicidio. surge el miedo de que, de repente, empiecen a producirse más casos similares en la torre Eiffel.
Después de lo ocurrido ese día, me quedo con que aprendí que los medios de comunicación no ofrecen la verdadera realidad del mundo. Solo ofrecen una información parcial, la de un mundo maquillado con rímel, pintalabios y perfume de marca. Cabe decir, que, por supuesto, no me apetece volver a París.