Trastorno de acumulación, ¿en qué consiste?
Seguramente habrás oído hablar del síndrome de Diógenes. La persona que sufre este trastorno se caracteriza por su aislamiento social, llegando a recluirse en el propio hogar, además de desatender absolutamente la limpieza del mismo y toda higiene personal.
En el trastorno de acumulación podría confundirse con el síndrome de Diógenes. Sin embargo, no estamos hablando de lo mismo. La principal diferencia es que quienes padecen el síndrome de Diógenes no solamente acumulan objetos inservibles. También acumulan basura y desperdicios, y llevan al extremo el descuido de su apariencia personal.
En el trastorno de acumulación existen dificultades persistentes para deshacerse o separarse de las posesiones. No importa el valor real de estas posesiones. Pueden ser objetos de escaso valor económico o sentimental.
La dificultad para deshacerse de esos bienes puede aparecer en muchas formas, incluyendo vender, tirar, regalar o reciclar. Las principales razones que se alegan para estas dificultades se perciben en la utilidad o valor estético de los elementos, o en un fuerte apego sentimental hacia las posesiones. Otra razón tiene que ver con “el por si acaso”. Compran un ordenador nuevo, pero no se deshacen del antiguo por si acaso el nuevo falla. Y cuando lo vuelven a renovar, siguen sin deshacerse del anterior por si los dos fallan. Así sucesivamente.
Algunas personas se sienten responsables del destino de sus bienes y, a menudo, hacen todo lo que está en sus manos para evitar ser derrochadores. Además, el temor a perder información importante también es frecuente en las personas con trastorno de acumulación.
¿Cómo se diagnostica el trastorno de acumulación?
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) enumera una serie de criterios diagnósticos para este trastorno. Son los siguientes:
A. Dificultad persistente de deshacerse o renunciar a las posesiones, independientemente de su valor real.
B. Esta dificultad es debida a una necesidad percibida de guardar las cosas y al malestar que se siente cuando uno se deshace de ellas.
C. La dificultad de deshacerse de las posesiones da lugar a la acumulación de cosas que congestionan y abarrotan las zonas habitables y alteran en gran medida su uso previsto. Si las zonas habitables están despejadas, solo es debido a la intervención de terceros (p. ej., miembros de la familia, personal de limpieza, autoridades).
D. La acumulación causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento (incluido el mantenimiento de un entorno seguro para uno mismo y para los demás).
E. Dicha acumulación no se puede atribuir a otra afección médica (p. ej., lesión cerebral, enfermedad cerebrovascular, síndrome de Prader-Willi).
F. Esta acumulación no se explica mejor por los síntomas de otro trastorno mental (p. ej., obsesiones en el trastorno obsesivo-compulsivo, disminución de la energía en el trastorno de depresión mayor, delirios en la esquizofrenia u otros trastornos psicóticos, déficit cognitivo en el trastorno neurocognitivo mayor, disminución del interés en los trastornos del espectro autista).
Una casa plagada de objetos inservibles
Los objetos que se acumulan más comúnmente son periódicos, revistas, ropa vieja, bolsas, libros, material electrónico y papeles… Prácticamente cualquier cosa se puede guardar en la casa de estas personas.
La naturaleza de los artículos no se limita a posesiones que la mayoría de la gente definiría como inútiles o de poco valor. Muchas personas recogen y guardan un gran número de cosas de valor. Estas cosas a menudo se encuentran acumuladas mezcladas con otros elementos de menor valor.
Las personas con trastorno de acumulación guardan voluntariamente sus posesiones. Experimentan angustia cuando se enfrentan a la posibilidad de desecharlas. Así pues, el almacenaje y la acumulación es intencionada.
Esta característica diferencia al trastorno de acumulación de otras formas de psicopatología. Otros trastornos se caracterizan por la acumulación pasiva de artículos o por la ausencia de angustia cuando se deshacen de las posesiones. Por eso son diferentes.
Las personas que acumulan un gran número de artículos abarrotan y desordenan las zonas de vida activa. Estas zonas son difíciles de habitar en este estado. Por ejemplo, es posible que la persona no pueda cocinar en la cocina, dormir en su cama o sentarse en una silla.
Dificultad para utilizar los espacios del hogar
Cuando el espacio se puede utilizar, esto se hace sólo con una gran dificultad. El desorden se define como un gran grupo de objetos por lo general no relacionados. También pueden estar marginalmente relacionados apilados juntos de una manera desorganizada en espacios diseñados para otros fines.
Como veíamos en los criterios diagnósticos, el criterio C incide en áreas activas de vida de la casa, en lugar de las zonas periféricas, como garajes, áticos o sótanos. Estos lugares también están a veces desordenados en los hogares de personas sin trastorno de acumulación.
Los individuos con trastorno de acumulación a menudo tienen posesiones que ocupan más que las zonas de vida activa y pueden ocupar e imposibilitar el uso de otros espacios. Estos espacios pueden ser vehículos, patios, lugares de trabajo y viviendas de amigos o familiares.
En algunos casos, las zonas de vida pueden no estar alteradas gracias a la intervención de terceros, como miembros de la familia, limpiadores o autoridades locales. Las personas que han sido obligadas a limpiar sus casas todavía tienen síntomas que cumplen con los criterios para el trastorno de acumulación. Y es que la falta de desorden se debería a la intervención de terceros.
El trastorno de acumulación contrasta con el comportamiento de recogida normal, el cual es organizado y sistemático. La recogida normal no produce el desorden, la angustia o el deterioro típico del trastorno de acumulación.
Como hemos visto, este trastorno se traduce en la recogida o acumulación de bienes, que pueden o no serle de utilidad a la persona que lo padece. La gravedad del trastorno aumenta con los años y a menudo, especialmente sin la intervención adecuada, se vuelve crónico.