Esas veces en las que todo llega cuando dejas de buscar
Hay quien los llama momentos mágicos o instantes “click”. Son todas esas veces en las que de pronto, aquello que soñábamos, buscábamos o esperábamos con tanta ansia acontece de improviso, abrazándonos a la vuelta de la esquina o apareciendo en la bandeja de nuestro correo electrónico… Justo cuando habíamos dejado de buscar el destino nos ofrece su inesperado regalo.
En un mundo impredecible y a instantes caótico y complejo como un laberinto sin salida, los instantes “click” abundan más de lo que pensamos. Hay quien vincula estos hechos a la tan atractiva ciencia de la “suerte“, pero en realidad los auténticos expertos en el tema saben que estos acontecimientos imprevistos, en los que de pronto los deseos se convierten en realidad o somos tocados con la varita de las oportunidades, esconden algo de ciencia y mucho de psicología.
“La suerte favorece sólo a la mente preparada”
-Isaac Asimov-
Para dar un ejemplo de este mismo hecho disponemos de un libro muy interesante. En “El efecto Medici” de Frans Johansson se nos explica como en ocasiones no es suficiente con ser todo un experto en un campo para tener éxito. De hecho, dedicar todo nuestro empeño, tiempo y energía a un solo objetivo tampoco nos garantiza al 100% que vayamos a lograrlo. A veces, hay que alejarse un poco, asumir otras perspectivas y aplicar un pensamiento menos lineal y uno más creativo, relajado, paciente y original para alcanzar una meta.
A su vez, tampoco podemos olvidar algo igual de interesante: en ocasiones, las acciones más inesperadas vienen guiadas por nuestro subconsciente. Justo cuando nuestra mente consciente, rígida, a veces obsesiva y siempre analítica establece cierta distancia, despierta ese sexto sentido que lo creamos o no, casi nunca se equivoca.
Te proponemos reflexionar sobre ello.
Aunque dejes de buscar tu mente sigue siendo receptiva
Andrea tiene un pequeño negocio que no va nada bien. Sabe que su pastelería ya no es rentable y que en unos meses tendrá que cerrarla. Lleva varias semanas intentando pensar qué puede hacer, pero entre la presión, la ansiedad y la tristeza por cerrar ese negocio familiar, hace que las lágrimas acaben cayendo al instante por su rostro. Se siente agotada. Sin embargo, esa misma mañana se ha levantado mucho más despejada y tranquila al decirse a sí misma aquello de “ya está, que pase lo que tenga que pasar y todo se afrontará”.
Se ha dado una ducha sintiendo una calma muy agradable y una adecuada paz mental. Mientras se duchaba, ha recibido una notificación en su móvil de una de sus redes sociales. Al coger el teléfono, de pronto, Andrea ha tenido una idea: llevar su negocio al mundo online, publicitar su tienda en las redes y crear pasteles y postres de diseño para fiestas y eventos.
Este es un sencillo ejemplo de cómo funciona nuestra mente cuando dejamos de presionarla, y de cómo su receptividad se intensifica cuando apartamos de ella el bosque de las preocupaciones y la espesura de los miedos. Sin embargo, en este clásico de buscar el “momento click”se ha aplicado otra dimensión igual de interesante en la que merece la pena detenernos: el pensamiento interseccional.
El pensamiento interseccional
Las personas tenemos una costumbre muy común: la de tratar de predecir todo lo que puede ocurrir si hacemos o no hacemos determinadas cosas. Esto nos obliga muchas veces a crear en nuestra mente auténticos “documentos Excel” donde desplegar columnas, analizar datos, correlacionar variables y hacer exhaustivos pronósticos, a veces algo fatalistas.
En lugar de hacer uso de ese hemisferio izquierdo tan lineal y analítico, nos será de mucha más utilidad aplicar el pensamiento interseccional, el cual se caracteriza por las siguientes habilidades:
- Ser capaz de crear conexiones entre informaciones y estímulos que nada tienen que ver entre sí.
- La persona hábil en pensamiento interseccional es capaz de hallar calma en medio del caos.
- En medio de este palacio mental de paz y equilibrio, la persona que hace uso de este enfoque de pensamiento es capaz de conectar con todo lo que le envuelve porque se mantiene abierta, porque es receptiva y curiosa, porque le gusta “jugar” con toda información que recibe, probando, desechando, inventando y transformando…
Asimismo, este tipo de perfil no se obsesiona con buscar una única solución, una única salida o respuesta a sus problemas. La mayor parte del tiempo se deja llevar por lo que acontece en su entorno y acepta lo inesperado, lo fortuito…
La suerte es al fin y al cabo saber reconocer las oportunidades
Para tener suerte en la vida, a veces tienen que acontecer las circunstancias adecuadas. Sin embargo, para que esas circunstancias se materialicen ante nosotros es nuestro cerebro quien debe llevarnos hacia esos puntos y él quien debe también saber reconocer la oportunidad donde otros, tal vez, solo ven una puerta cerrada.
La mejor suerte de todas es la suerte de hacer algo por ti mismo.
-Douglas MacArthur-
Con todo ello queremos dejar claro un aspecto: la suerte no sabe de magia, las casualidadades existen pero muchas veces son “causalidades” gestadas por ese órgano excepcional y maravilloso en el que deberíamos confiar mucho más. Solo cuando retiramos de nuestra mente el cepo de las ansiedades, de las actitudes limitantes, de los miedos y obsesiones, todo él se expande y se transforma, todo el cerebro empieza a funcional al 100% permitiéndonos ser receptivos, dándonos la oportunidad de escuchar a esa voz interna y siempre sabia que a menudo, nos guía hacia las auténticas oportunidades.
Por tanto, más que centrarnos de forma obsesiva en buscar ese hecho en concreto que tanto deseamos, aprendamos a ser más receptivos, a ver el mundo a vista de pájaro y no desde el agujero de una cerradura.
Imágenes cortesía de Ben Giles