¿Es verdad que te enamoras de tu psicoterapeuta?

En la terapia no solo se comparten sentimientos y emociones muy profundos, sino que a menudo se tiende a idealizar la relación profesional con el o la psicoterapeuta. Puede ocurrir que se le vea a este como una persona íntegra, comprensiva, como un guía y un portador de buenos sentimientos y esperanzas
¿Es verdad que te enamoras de tu psicoterapeuta?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 01 febrero, 2022

A veces el psicoterapeuta es la primera persona que trata con respeto y consideración a alguien. No creas que se trata de una exageración, en absoluto. Son muchos quienes tienen carencias afectivas y no han hallado amor por parte de quienes los rodean.

Cuando no han sido maltratados, han sentido el rechazo, la indiferencia y el abandono. Esto aplica no solo para quienes han pasado sus primeros años en un hospicio, sino también para quienes aparentemente tienen un hogar o han sido supuestamente mimados.

Con el psicoterapeuta se establece un vínculo complejo. Puede llegar a ser la persona en quien más confías, quien mejor te conoce, quien mejor te comprende y te acepta. Pero aún así, no es alguien que forme parte de tu vida. Además, el encuentro que tienes con él o ella está sustentado en la necesidad de un tratamiento profesional para tu malestar o sufrimiento.

“Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar”

­–Erich Fromm–

Lo usual es que tu psicoterapeuta despierte muchos sentimientos en ti. Entre ellos, por supuesto, un aparente enamoramiento. No obstante, desde algunos enfoques, es una parte importante de la cura. También se da el caso contrario, especialmente entre psicólogos poco entrenados: se enamoran o desarrollan sentimientos hacia sus pacientes.

El psicoterapeuta, una figura enigmática

Psicólogo explicando a su paciente qué le sucede

El vínculo de un paciente con su psicoterapeuta no es simétrico. Esto quiere decir que no se da en igualdad de condiciones. Tú vas a consultarlo porque necesitas poner sobre la mesa tus sufrimientos y malestares más íntimos. En cambio, él debe restringir la información que da sobre sí mismo y mantenerse en una posición de cierta neutralidad frente a lo que tú le confías.

Esta asimetría garantiza que el vínculo terapéutico se mantenga, pero, a la vez, suscita una serie de fantasías en los consultantes. Nunca terminas de saber quién es tu psicoterapeuta, así que puedes adjudicarle las mayores virtudes del mundo.

Quien está contigo en una sesión no es realmente la persona, sino el profesional. Pero fácilmente lo olvidas. Así que puede parecerte el sujeto más espabilado que hay sobre el planeta tierra y quien responde a tus expectativas a la perfección.

Olvidas que, en gran medida, el éxito de tu terapia depende de que el psicoterapeuta no reaccione a tus palabras o actitudes. Quizás en la vida corriente sí lo haría. Pero en el espacio terapéutico asume una posición diferente, de escucha en algunos enfoques, o de orientación en otros, pero tratando de actuar como profesional, no como un par tuyo.

El psicoterapeuta también puede inspirarte odio, conmiseración, miedo, rechazo, desconfianza, sorpresa… En fin, todo tipo de sensaciones o emociones. Pero eso depende más de lo que tú llevas dentro, que de lo que haga o diga el profesional.

El enamoramiento, una sensación difusa

Psicólogo haciendo terapia cognitiva, psicoterapeuta

Uno de los primeros en detectar esa especie de enamoramiento de los pacientes hacia el psicoterapeuta fue Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis notó que después de un tiempo de tratamiento, sus pacientes empezaban a dar muestras de atracción romántica hacia él.

También se dio cuenta de que esto no solamente ocurría en su propia experiencia, sino que a sus colegas les sucedía lo mismo. Profundizó en este fenómeno y diseñó un concepto nuevo para entenderlo; lo llamó: “amor de transferencia”.

Se trata de un fenómeno a través del cual el paciente transfiere los afectos que siente por otras personas a la figura del psicoterapeuta.

En palabras más sencillas, el paciente vuelve a experimentar los afectos que le despierta o despertaba su madre, su padre u otras figuras relevantes, pero esta vez enfoca esos afectos hacia el psicoterapeuta. No es consciente de ello, simplemente, sucede.

La actitud del profesional y la respuesta del paciente

El profesional puede estar callado y quieto y, a raíz de ello, un paciente lo acusa de indolencia, mientras que otro agradece su silencio. Al primero, la pasividad del profesional le recuerda a una madre distante y en el proceso terapéutico este conflicto se hace presente. El segundo, en cambio, transfiere inconscientemente hacia su psicoterapeuta la angustia que le generaba un padre que jamás lo dejaba hablar.

Psicóloga con paciente

Son apenas dos ejemplos, pero tienen en común el hecho de que la figura del psicoterapeuta se convierte en un objeto hacia el cual se dirigen los conflictos no resueltos de los pacientes. A grandes rasgos, esa es la razón por la cual es frecuente que haya una idealización y el consecuente enamoramiento del psicoterapeuta.

Es un asunto que se debe tratar durante las sesiones, de manera directa y sin adornos. Así mismo, todo paciente debe saber que si se enamora de su psicoterapeuta y este le corresponde, lo que triunfó probablemente no fue la fuerza del amor, sino la enfermedad o el malestzar que suscitó la consulta.


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