Vídeo que nos muestra que el amor no entiende de etiquetas
Tenemos el automatismo de realizar juicios acerca de las personas que observamos y conocemos. Nos quejamos de las etiquetas, aunque somos especialistas en ponérselas a todo tipo de conductas, ya sean de los demás o de nosotros mismos. ¿Crees que tú no lo haces?
Los prejuicios están muy presentes en todos nosotros. Nos demos cuenta o no, nos basamos en la edad, religión, sexualidad, aspecto físico, discapacidad, etc., para emitir un juicio de valor, que a su vez está basado en nuestras experiencias, creencias y contexto.
El juicio de valor, es el que nos lleva a pensar si algo, está mal, es inaceptable, nos desagrada, nos incomoda, para alejarnos o hacernos una idea negativa acerca de alguien, o por el contrario puede resultarnos agradable, atractivo, deseable, por lo que nos acercaremos y crearemos una impresión positiva.
Esto depende de muchos factores, como nuestro grado de apertura mental, las experiencias por las que hayamos pasado, el contexto familiar y cultural y creencias inculcadas que no han sido cuestionadas ni asimiladas. Emitimos juicios acerca de nosotros mismos, etiquetándonos de una manera u otra, encasillándonos en un rol específico.
Cuando nos guiamos a través del amor somos capaces de romper con todas las barreras que nos limitan el acercamiento, la amabilidad y la compasión; con el resto del mundo y con nosotros mismos.
¿En qué consiste la compasión?
La compasión en el contexto cristiano significa tener lástima por alguien, por eso muchas personas piden que no se compadezca nadie de ellas. Sin embargo, en el contexto budista que es al que me refiero aquí, tiene el significado de piedad cuidadosa, de querer lo mejor para la otra persona.
La compasión es el deseo de comprender a la otra persona, para poder ayudarla a liberarse de su sufrimiento. La compasión tiene la cualidad de no hacer distinciones entre unas personas u otras. Ser compasivos supone extender nuestro amor incluso a las personas que consideramos como enemigos, o aquellas por las que nos sentimos heridos.
Ser compasivos es una de las formas más elevadas de amor, y aunque los prejuicios aparezcan por nuestra mente, les daremos un espacio para hacernos conscientes de ellos, entender por qué aparecen y decidir si darles valor o apartarlos para que no limiten nuestra experiencia de acercarnos a la otra persona y poder conocerla en mayor profundidad.
La paz interior y la felicidad que tanto anhelamos son una expresión y consecuencia directa del acto de ejercitar la compasión. Ya que adquirimos una actitud mental que nos acerca al perdón, a la conexión, y al deseo genuino de felicidad ajeno y propio.
“Cuando estamos motivados por la compasión y sabiduría, los resultados de nuestras acciones benefician a todos, no solo a nuestro yo individual o alguna conveniencia inmediata. Cuando somos capaces de reconocer y perdonar las acciones inmediatas del pasado, ganamos fortaleza para resolver problemas del presente constructivamente.”
-Dalai Lama-
Tendencia a las comparaciones
Vivimos en una sociedad en la que cada vez nos separamos más unos de otros, en vez de acercarnos nos alejamos, a través de centrarnos solamente en las diferencias. De forma superficial podremos ver muchas diferencias, en cambio con una mirada profunda y amorosa podremos apreciar que no somos muy diferentes los unos de los otros.
A todos nos unen nuestras emociones, el sufrimiento, el amor, los miedos. Queremos ser amados, apreciados, respetados y aceptados. Enfermamos, nos relacionamos y pasamos por dificultades y adversidades con las que obtenemos aprendizajes. Todos queremos ser felices y encontrarnos en paz. Si atiendes bien, verás cómo en esencia no somos muy diferentes, estamos más unidos y conectados de lo que crees.
A su vez, cada uno de nosotros es único, con su propia experiencia y camino por recorrer. Al aceptarnos y respetarnos por quienes somos, no tendremos necesidad de compararnos. Las comparaciones son solo la expresión de nuestro vacío. No somos ni mejores ni peores que nadie, somos diferentes en cuanto a cómo recorremos cada uno nuestro camino.
Disponemos de peculiaridades y potencialidades que han sido forjadas a través de lo que hemos hecho con nuestra propia experiencia; poder apreciarlas y valorarlas para compartirlas es lo que nos librará de toda comparación. Así es como comienza la genuina expresión de nuestro temperamento y personalidad.
Poder apreciar nuestras diferencias desde la igualdad nos acerca a la sabiduría.
Desprendernos de las etiquetas
Las etiquetas son limitantes, sirven para encasillar y asociar a una persona con un determinado rol, con una conducta. Condicionamos nuestras vidas cuando asumimos unas determinadas etiquetas, ya sean impuestas por nuestro entorno o por nosotros mismos.
El papel reduccionista del etiquetaje se utiliza para acotar lo que no entendemos y poder explicarlo. Clasificamos a las personas por su orientación e identidad sexual, por una determinada enfermedad, religión, cultura, creencia, color de piel, comportamiento, etc.
Una persona capaz de amarse y ser compasiva se desprenderá de las etiquetas, a sabiendas que éstas solo sirven para limitar nuestra experiencia y para separarnos los unos de los otros.
En la campaña publicitaria de este vídeo podréis comprobar como el amor nos une, y lo único que nos separa y nos limita son nuestros prejuicios y nuestra incapacidad para ver la esencia de la que todos estamos hechos. Ante el amor, la vida y la muerte, todos somos iguales.