Vivimos en una cultura de conocer mucho, pero de saber poco
Hoy en día contamos con un sinfín de medios de acceso a información y formación. No obstante, aunque ya prácticamente no existan niños en nuestro país sin escolarizar o jóvenes que no hayan cursado estudios básicos, obligatorios, universitarios o de postgrado, ¿verdaderamente somos más listos o más cultos que antes?
Por supuesto, no voy a desvelar nada aún. Para saberlo, deberéis descubrir las siguientes líneas pero os voy a adelantar algo: ni todo el conocer es saber, ni el acceder es poseer, ni todo el estudiar es aprender. Por eso, este siglo XXI, nos está haciendo muchas veces más perjuicio que beneficio.
La cultura es aprender, no conocer
Nos estamos perdiendo. Cada día más. Algo un poco cínico en la era de la información y la tecnología. Y es que es esta una de las principales razones, al contar con tanta información tan accesible se ha perdido más la cultura del esfuerzo. Nuestros jóvenes han nacido siendo “niños pantalla”, a un clic del universo.
Para aprender hay que descubrir, hay que hacerse preguntas -muchas preguntas-, equivocarse y, para ello, hay que salir. La tecnología es un medio altamente beneficioso, pero no lo es todo. Casi todos recordamos como hacíamos largos trabajos con múltiple tomos de enciclopedia, con libros y periódicos, elaborando la información. Nuestra sociedad, cada día más, nos aporta un sinfín de información que los más pequeños -o incluso nosotros- ni saben digerir ni muchos tienen a nadie que les enseñe cómo hacerlo.
¿Qué implicación tiene en nuestras vidas? Conocemos todo, pero sabemos muy poco. Tenemos nociones básicas o especializadas, pero en la mayoría de los casos no sabemos su aplicación o utilidad o cómo sacarme el máximo beneficio posible a ese conocimiento. Nuestra asignatura pendiente es la más importante, aprender a aprender y enseñar a enseñar.
Si queremos que nuestros pequeños sean unos adultos de provecho -o nosotros ser unos referentes dignos- deberíamos retomar los mapas para encontrar una ciudad, cultivar garbanzos en un yogur para explicar la fotosíntesis, hacer pan pare entender la fermentación o acercarnos a la historia de nuestra cuidad visitando los museos. Buscar en Internet “guerra civil española” es fácil y rápido, pero no nos servirá de nada si no empleamos de forma efectiva y útil esa información.
Manifestaciones de cultura: los tipos de inteligencia
Howard Gardner (1993) y sus colaboradores del proyecto “Zero” de la Escuela Superior de Educación de Harvard dejaron atrás el concepto de inteligencia como algo innato. Ellos conceptualizaron la inteligencia como algo dinámico, es decir, que las cualidades con las que nacemos se pueden potenciar o desarrollar a lo largo de la vida. Desde esta perspectiva ha habido mucho desarrollo teórico posterior que ha integrado nuevos conceptos y dimensiones.
Triunfar en los negocios o en los deportes requiere ser inteligente, pero en cada campo se utiliza un tipo de inteligencia distinto. No mejor ni peor, pero sí distinto. Dicho de otro modo, Einstein no es más ni menos inteligente que Michael Jordan, simplemente sus inteligencias pertenecen a campos diferentes. Con ello, la cultura no se define por la instrucción formativa.
Ahora bien, ¿cómo conecta esto con la cultura? Desde este punto de vista no es más inteligente quién más matemáticas sabe, porque ese es solo uno de los múltiples ámbitos en los que podemos desarrollarnos. Por tanto, no somos más inteligentes que antes. ¿Por qué? No nos enseñan a vivir.
Cultura y vida
Aquí es donde erradica la importancia de enseñar a comunicarse de forma asertiva y efectiva, de poder seleccionar la información importante, de tener conocimientos en autocontrol, ética, de aplicar los conocimientos a la vida diaria… No tenemos verdadera motivación por aprender porque desconocemos para que nos sirve.
Necesitamos unos niños felices, autónomos y críticos que no den por sentada toda la información que tienen a su alcance. Niños que sean conscientes de que una mala nota no les hace inútiles. Debemos potenciar sus habilidades, eso los hará cultos. Los estudios universitarios no lo son todo. Se infravalora de forma generalizada de los oficios (carpintería, mecánica), donde parece que alguien que decide decantarse por estos estudios es “porque no tiene la capacidad necesaria” para realizar una carrera. Totalmente erróneo.
Así, os animo a apostar por vuestros hijos y por vosotros mismos. La diversidad y la integración es lo que nos enriquece y lo que verdaderamente define nuestra cultura. Busca tu destreza y la de tus hijos, lucha por ella. Nos hacen falta personas creativas con firmes convicciones, entusiasmadas y apasionadas con lo que hacen, algo que no implica necesariamente una formación académica universitaria.