Volveremos a florecer (superación personal)
Volveremos a florecer. No importa que lo hagamos a partir de unas grietas, de las marcas de esas fisuras que quedan en las superficies que han sido golpeadas por los vientos o las tormentas. El ser humano tiene esa capacidad, la de la superación personal, la de extender una y otra vez sus hojas, su determinación y motivaciones buscando nuevamente la luz del sol en la línea del horizonte.
Decía Voltaire que la vida es un naufragio frente al que, aun en la peor situación, tenemos a mano los botes salvavidas. A esa idea sugerida por el célebre exponente de la Ilustración podríamos añadir otra más. En ese intento por salir a flote y emerger de las dificultades, a menudo hallamos nuevos destinos, nuevas islas llenas de posibilidades.
Lidiar con la dificultad es algo más que un viaje de resistencias, a menudo, también nos permite descubrirnos a nosotros mismos. Sin embargo, en este esfuerzo por emerger, por germinar a partir de las fisuras, no todos hallamos los recursos adecuados o incluso las ganas.
No todas las personas tienen esa disposición natural por superarse, por encontrar esos nutrientes psicológicos con los que florecer.
Reflexionemos en este tema para comprender un poco mejor en qué consiste ese proceso.
La superación personal es recordar que el cielo siempre es azul
La figura más destacada del ámbito de la superación personal fue Carl Rogers. Psicoterapeuta y pionero del enfoque terapéutico humanista, dejó una impronta en la psicología basada en ese optimismo vital capaz de recordarnos las valías que tenemos los seres humanos. En lugar de centrarse en las áreas patológicas, se focalizó en despertar en sus pacientes todo su potencial, toda su plenitud.
No nos equivocamos por tanto si vemos al doctor Rogers, como el primer y auténtico coach de la historia. En sus postulados estaba, por ejemplo, la idea de que todos nosotros disponemos de una tendencia actualizante. Es decir, en nuestro interior se halla una motivación casi innata por superarnos, por sortear dificultades para desarrollarnos, para alcanzar metas, lograr propósitos y seguir retándonos a nosotros mismos hacia nuevos objetivos.
Vivir no es limitarnos únicamente a «sobrevivir». Aspiramos a mucho más, a florecer en todos los sentidos posibles: intelectual, emocional, personal, afectiva y laboralmente… Según él mismo explicaba, la fuerza de la vida rara vez se da por vencida.
Lo vemos en las naturaleza, capaz de abrirse paso entre las piedras, entre suelos helados y escenarios yermos. Lo vemos en el océano, con animales viviendo en profundidades de elevada presión y en completa oscuridad…
La analogía del cielo azul
A menudo, dentro del campo del crecimiento personal, hay una analogía que se usa con frecuencia. Se trata de ese recurso donde enseñar a las personas que por muy oscuro que esté el día, por muchas nubes que veamos en el horizonte, siempre habrá un lugar donde el cielo tenga ese tono luminoso y de perfecto azul turquesa.
Cuando atravesamos por momentos complicados, en nuestra mente también se apelotonan grandes nubarrones. La preocupación, la ansiedad, la angustia y el mal humor son casi como esos nimbostratos de color gris que siempre preceden a las tormentas. Ahora bien, en esos instantes vale la pena recordar por encima de esas nubes, el cielo siempre es azul…
Podemos y debemos escamparlas. Lo haremos para poder pensar con claridad, para recordar prioridades, para trazar planes y líneas de estrategia para trabajar en nuestro bienestar, en nuestro progreso.
La superación personal, un florecimiento continúo
La superación personal no es algo que hagamos en un momento dado cuando nos embisten las dificultades. No es un salto de fe que llevar a cabo en instantes de crisis. En realidad, este concepto es un proceso continuado de evolución, de avance permanente en una sola dirección, la de la autorrealización. La misma que situaba Abraham Maslow en la cumbre de su pirámide de las necesidades humanas.
El objetivo, por tanto, es florecer cada día un poco más a pesar del contexto, a pesar de las circunstancias. Así, algo que señalaba Carl Rogers en sus teorías en que en ese proceso por «actualizarnos», por ir fortaleciendo nuestras raíces y extendiendo nuestras ramas, hay algo que no podemos dejar de lado: recordar lo que queremos en la vida.
Se trataría, básicamente según Rogers, de hallar esa congruencia entre el yo actual y el yo ideal. Este último siempre viene a marcar nuestros deseos, nuestras motivaciones. Es esa luz en el horizonte que siempre debe guiarnos para superarnos cada día un poco más.
Bien es cierto que en momentos de complejidad debemos dar mucho más de nosotros mismos, pero esa tarea por conquistar paso a paso nuestra plenitud, felicidad y realización personal, debe ser constante. Incombustible. Tengámoslo en cuenta.
“Las personas son tan hermosas como las puestas de sol, si se les permite que lo sean. En realidad, puede que la razón por la que apreciamos verdaderamente una puesta de sol es porque no podemos controlarla”.
-Carl Rogers-