Ya no me apetece arreglarme, ¿qué me ocurre?

Son muchas las personas a las que ya no les apetece arreglarse y que empiezan a descuidar su aspecto físico... ¿A qué se debe esta apatía? ¿Es solo una mala época o hay algo más detrás? Lo analizamos.
Ya no me apetece arreglarme, ¿qué me ocurre?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 24 agosto, 2021

Ya no me apetece arreglarme. Apenas me preocupo por qué ropa ponerme, por peinarme, por el aspecto que tengo cuando salgo de casa”. Son muchas las personas que están llegando a esta situación. Ese desinterés por la propia imagen suele llamar la atención en aquellos que hasta no hace mucho tenían especial obsesión y cuidado por el detalle en su apariencia.

A menudo, suele decirse que la apatía es como enamorarse: uno no sabe lo que es hasta que se sufre. Esto es precisamente lo que experimentan estos hombres y mujeres que empiezan a pasar por alto su aspecto físico. Así, particularidades como dejarse barba en exceso, ponerse la misma ropa una y otra vez o dejar de teñirse el cabello (cuando antes era impensable que las canas asomaran por las raíces) son el escenario de esa peligrosa dejadez.

Así, es muy común transitar por esa apatía durante semanas o meses sin reaccionar y permitiendo además que ese abandono llegue a otros ámbitos vitales. Dejamos de arreglarnos porque ya no nos importa el aspecto físico ni tampoco lo que puedan pensar los demás. Entonces, ¿son normales este tipo de situaciones?

Evidentemente, no. Es más, en psicología sabemos que cuando alguien empieza a repetir en exceso aquello de “ya no me apetece esto y lo otro” hay que encender la luz de alarma. Hay un problema encubierto que es necesario clarificar. Lo analizamos a continuación.

Chica en la cama pensando que ya no me apetece arreglarme

Ya no me apetece arreglarme: ¿qué me pasa?

Si ya no me apetece arreglarme, es por algo. Uno no pierde el desinterés así como así de un día para otro y más en lo que se refiere al aspecto personal. Más allá de si somos de los que no podemos salir de casa sin haber pasado antes por el filtro del espejo unas 100 veces o si pertenecemos al club de los que se adecentan en diez minutos, hay algo que nunca falla.

Por término medio, buscamos tener buena apariencia. Elegimos qué ponernos porque sabemos qué es lo que nos queda mejor. Es más, a la gran mayoría nos gusta dar buena impresión. El aseo y la búsqueda de dar una imagen agradable es un principio y hasta una necesidad básica en gran parte de nosotros. De este modo, cuando deja de apetecer, cuando ya no motiva vestirnos, peinarnos y gustarnos ante el espejo, hay una realidad detrás que debemos clarificar.

Analicemos las posibles causas.

Tu autoestima se ha debilitado

¿Puede la autoestima debilitarse de un día para otro? Sí y no. Algo que deberíamos saber sobre esta dimensión psicológica es que no es estable. La apreciación y visión que tenemos de nosotros y sobre cómo nos ven los demás puede fluctuar. El cambio no surge de manera tan rápida, pero sí de forma gradual y a raíz de alguna experiencia.

Así, estudios como los llevados a cabo en la Universidad de Pavia nos señalan, por ejemplo, que la autoestima es muy sensible a los problemas cotidianos, a las decepciones, a los fracasos afectivos… Esto es muy común cuando somos más jóvenes. Sin embargo, cuando llegamos a la tercera edad la autoestima ya es más estable.

Por tanto, algo como perder el trabajo, discutir con la pareja o sufrir una ruptura hará sin duda que perdamos las ganas por arreglarnos. El interés por nuestra imagen pasa directamente a un segundo plano.

La apatía que todo lo devora

Hablábamos ya al inicio de la sombra de la apatía cuando nos decimos aquello de “ya no me apetece arreglarme”. Debemos entender que esta experiencia va más allá de un estado emocional vacío, porque de hecho actúa también como una actitud hacia la vida. Se evidencia despreocupación, falta de respuesta, desmotivación, desinterés… Es caer en una letargia en la que uno no encuentra fuerzas ni ganas para casi nada.

Por tanto, la persona no demostrará solo falta de ganas para arreglarse, para atender su aspecto físico, para levantarse por la mañana y lograr tener el mejor de los aspectos antes de salir de casa. A la dejadez en la apariencia se le añaden muchas otras, como incapacidad para ser productivo en el trabajo, falta de interés en socializar, en hablar con amigos y familia…

La apatía que todo lo devora es un síntoma y, en muchos casos, tras ella puede estar una distimia o un trastorno depresivo mayor. Siempre que esa falta de energía, ánimo y voluntad dure más de tres semanas, es recomendable solicitar ayuda especializada.

chico pensando que ya no me apetece arreglarme

Ya no me apetece arreglarme: la mente al límite y el exceso de preocupaciones

“Si ya no me apetece arreglarme es porque esto es algo secundario. Hay otras prioridades, hay cosas que demandan toda mi energía, mi atención, mis esfuerzos y preocupaciones…”.

Cuando llegamos a estos extremos, la mente está dando demasiado de sí. Las preocupaciones nos abruman y focalizamos todo nuestro ser y voluntades hacia otras dimensiones: trabajo, familia, proyectos personales… Es bueno sin duda tener motivantes, disponer de responsabilidades de las que ocuparnos, pero eso sí en la vida se necesita un equilibrio.

Todo extremo, toda situación donde uno mismo quede desplazado para priorizar otros aspectos durante mucho tiempo nos pasa factura. Atendernos, cuidar de nuestro aspecto, preocuparnos por nuestra apariencia es algo saludable y positivo: nos hace sentir bien. No se trata solo de buscar tener una buena imagen para gustar a los demás; necesitamos, por encima de todo, sentirnos bien con nosotros mismos.

Arreglarnos es lo primero que hacemos nada más levantarnos y si nos descuidamos, nos estamos fallando poco a poco. Porque, tras ese descuido, llegan muchos más, como dejar de hacer las cosas que nos gustan o renunciar a tener tiempo para nosotros mismos. Nada de eso es bueno ni recomendable. Tengámoslo presente.


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  • Rosi, A., Cavallini, E., Gamboz, N., Vecchi, T., & Russo, R. (2019). The impact of failures and successes on affect and self-esteem in young and older adults. Frontiers in Psychology10(JULY). https://doi.org/10.3389/fpsyg.2019.01795

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