Ya no quiero ser una super mujer
Hoy día 8 de Marzo se celebra la lucha que ha llevado a cabo la mujer en aras de obtener la igualdad con los hombres, tanto en temas sociales como a nivel personal. Aun así, siguen habiendo multitud de desigualdades entre hombres y mujeres.
Muchas veces estas desigualdades aparecen enmascaradas: ni siquiera nos damos cuenta debido a que están perfectamente integradas en nuestra cultura, y otras, incluso son promovidas por las propias mujeres, que a pesar de los avances que hemos conseguido en muchos campos todavía no somos capaces de valorarnos de una manera acorde al peso que tenemos en la sociedad.
Por suerte, cada vez quedan menos resquicios de estas desemejanzas y las mujeres somos más consideradas que nunca, a todos los niveles.
Sin embargo, todavía nos quedan algunas asignaturas pendientes que, por no haberlas superado, las seguimos sufriendo. Por ejemplo, muchas mujeres sentimos que tenemos que darlo absolutamente todo de nosotras: tenemos que convertirnos en super-mujeres, en semidiosas.
Tenemos que tener el hogar en perfectas condiciones, tenemos que criar a nuestros hijos de forma perfecta (perfecta para nosotras, perfecta para nuestra pareja, perfecta para la suegra, perfecta para las redes sociales…), tenemos que mantenernos guapas, aseadas y a la moda. Por supuesto tenemos que ser trabajadoras, de otra manera seríamos unas “mantenidas”; además, en caso de no trabajar recibiríamos la incomprensión de otras mujeres a las que les costaría entender que hemos elegido una forma de vida diferente a la suya, sin que nadie nos obligue.
Además, si no cumplimos con todas nuestras “obligaciones”, pronto aparecen las presiones sutiles en forma de preguntas, supuestamente inocentes pero que encierran una crítica. Pero …”¿no estás trabajando?”; “¿no has publicado aun tu tesis?”; “¿vas a dejar al niño ya en la guardería con lo pequeño que es?”; “has dejado de arreglarte como antes, ¿no?”
Yo ya no quiero ser una super mujer
No. Y lo digo a boca llena. Puede que hace un tiempo cayera en esta trampa que se nos ha pretendido hacer a las mujeres desde tiempos inmemoriales. Puede ser que me sintiera obligada a llevarlo todo para adelante, a cubrir las necesidades de los demás antes que las mías propias y a emprender o situarme en posiciones que no me interesaban en ese momento solo para conseguir la aprobación de los demás.
Pero ya no voy a continuar siguiendo este juego. Antes que mujeres, somos personas y como todos los seres humanos, sean hombres o mujeres, tenemos nuestros derechos personales y también nuestras limitaciones.
Es imposible querer cumplir con todo lo que se supone debemos hacer y mucho menos querer realizarlo de forma perfecta.
Todos, tanto mujeres como hombres, somos seres falibles. Algunas cosas las haremos bien o muy bien y otras las haremos tremendamente mal. La clave está en no dejarnos presionar por las ideas sociales o por las obligaciones que el mundo quiere que hagamos nuestras. Y mucho menos en minusvalorarnos por no alcanzar la perfección, ya que entonces nos sentiremos inferiores siempre.
¿Qué importancia tiene para el mundo, para la vida o para el Universo que un día salgas a la calle más despeinada de lo habitual?, ¿qué pasa si dejamos de trabajar o estudiar un tiempo porque preferimos estar con nuestros hijos?, ¿qué ocurre si, por el contrario, preferimos seguir con nuestra vida laboral y tomar la opción de la guardería?
¿Por qué el mundo se entromete tanto en lo que las mujeres hacemos?
Claves para dejar de ser una super mujer
La primera y más importante es vigilar muy de cerca a nuestra autoestima. Las mujeres normalmente tenemos un autoestima inferior a los hombres debido a las ideas que nos han inculcado desde niña sobre el rol que teníamos que desempeñar en la sociedad.
Este rol choca muchas veces con lo que realmente queremos hacer las mujeres con nuestra vida y esto nos llena de frustraciones y ansiedad.
La mujer tiene la percepción de que nunca llega, de que debería ser mejor: mejor trabajadora, mejor madre, mejor amante… Como esta perfección que se nos exige desde fuera nunca es alcanzable, siempre tenemos la sensación de fracaso y esto supone una patada a nuestra autoestima. Piensa que cada vez que no te sientes orgullosa de lo que has hecho, le quitas un refuerzo a tu autoestima.
La siguiente clave es no hacer aquello que no queremos hacer simplemente por la necesidad de aprobación. No busquemos más esa aceptación ya que no es real: siempre habrá algo por lo que nos criticarán, si no es por un frente, será por el contrario, pero nunca podremos contentar a todo el mundo.
Es verdad que tenemos obligaciones como todo el mundo, pero estas deben ser escogidas por nosotras con toda nuestra confianza y no impuestas por la cultura.
Por último, deja atrás la culpabilidad. Las mujeres nos sentimos culpables por casi todo: por volver al trabajo tan rápido, por quedarnos en casa, por no tener la comida preparada, por no quedar tanto con las amigas, por ser más exitosas laboralmente que el hombre que tenemos al lado.
¡Ya basta! La culpa no sirve para absolutamente nada y es producto de creer que hay algo que estamos haciendo mal. Olvida esta idea porque no es cierto. Estás dando lo mejor de ti y viviendo la vida que tú y solo tú quieres vivir. Nadie puede sentirse culpable por cuidar de sí mismo por encima del resto.
Para acabar, solo puedo felicitarte mujer, por todo lo que has conseguido y te queda por conseguir. Además, quería dar la enhorabuena a aquellas mujeres que ya no se van a dejar llevar por lo que el mundo espera de nosotras: ellas harán que nuestra situación cambie y que las mujeres de las siguientes generaciones no asimilen como propias las obligaciones que gran parte de la sociedad actual todavía nos otorga.