12 años de esclavitud (El drama del poder absoluto)
La película 12 años de esclavitud se alzó con varios Oscars en 2013, entre ellos el de la mejor película. La cinta está basada en la historia real de Solomon Northup, un afroamericano que había nacido libre, pero fue secuestrado y se vio obligado a vivir como esclavo en Estados Unidos.
La filmación de la película estuvo precedida por una minuciosa investigación histórica, tanto de la historia que sirvió de base a la trama, como de los usos, costumbres y hasta los objetos que se empleaban en el siglo XIX, época en la que ocurrieron los hechos.
La película ha sido recibida con gran beneplácito por el público y por la crítica. En ella, el tema de la esclavitud se trata de manera descarnada y sin ambigüedades. Más allá de ello, la cinta explora la condición de un poder obtuso y terrible, y la forma como se manifiesta.
La esclavitud
Más que una posibilidad legal, la película muestra que la esclavitud es una cosmovisión. No se limita a explotar a otro ser humano para sacar de él todo el provecho posible, sino que también implica toda una constelación de comportamientos que van más allá del tema económico o político.
En 12 años de esclavitud se muestra claramente cómo esos poderes absolutos quieren controlar hasta los aspectos más insignificantes en la vida de una persona. Nada escapa a su vigilancia. Nadie escapa a su examen. No se trata solamente de obligar a otro a trabajar para provecho ajeno y sin compensación a cambio, sino que también se quiere degradar, humillar y despojar al otro de cualquier forma de dignidad.
A Solomon, el protagonista de la película, no solamente le quitan su libertad, sino también su identidad. No le dan el derecho de seguir usando su nombre. Inventan una historia que sustituye su pasado real y desconocen por completo su formación, su tradición y sus talentos.
Anulan todos los elementos simbólicos que lo distinguen como ser humano, para convertirlo simplemente en “un esclavo más”.
El martirio atraviesa por completo la historia. La esclavitud no se limita a realizar un trabajo arduo de sol a sol. También supone obedecer cualquier orden, por absurda que sea, y ser capaz de tolerar torturas físicas al capricho del amo. En la película, la esclavitud se revela como lo que es en el plano de lo humano: una perversión.
El engaño y el poder
El engaño es una de las fuerzas motrices de la historia. Solomon Northup termina siendo un esclavo debido a un engaño del que es víctima. Y lo primero que aprende es que debe mentir si quiere sobrevivir. No puede (no debe) ser un negro letrado. Saber leer y escribir es un peligro. Los amos lo tomarían como una afrenta.
Los “amos compasivos” que Solomon encuentra a su paso son seres que se justifican y se engañan a sí mismos. Tratan con cierta condescendencia a los esclavos. Pero se valen de la esclavitud y ante situaciones extremas no hacen más que lavarse las manos.
En su afán de volver a ser un hombre libre, Solomon comete el error de confiarle a un blanco su plan de salida. Deposita en él toda su confianza, y nuevamente es engañado. Él, a su vez, logra sortear la situación engañando a su amo para evitar el castigo. Probablemente la muerte.
En todo régimen absolutista, la verdad es un problema. En este caso, “verdad” no se refiere a esa construcción científica o filosófica de gran alcance. Hablamos más bien de esa verdad sencilla, que no demanda mayores pruebas para verificarse. Que es de noche o de día; que se dijo lo que se dijo, o no se habló de ello; que la leche es blanca y las rosas tienen perfume.
Para los poderes perversos, tener el control sobre esas verdades cotidianas es fundamental. No importa lo cierta o falsa que sea una afirmación. Lo que importa es quién la dice. Y si la dice quien tiene el poder, se consagra como verdad absoluta.
El poder no es solamente poder sobre los cuerpos, sino también sobre las mentes, los discursos, la imagen de la realidad.
Muy al estilo norteamericano, la historia tiene un final en el que se hace justicia. Solomon logra recuperar su libertad gracias a los buenos oficios de un blanco que termina ayudándolo. Se impone el imperio de la democracia, de la verdad. Hollywood suele regalarnos un dejo de esperanza al final de todas sus películas.
Imagen cortesía de elyn.