5 estrategias para mantener el control bajo presión
No es nada fácil mantener el control bajo presión. Hay momentos en los que todo parece conspirar para sacarnos de nuestras casillas. Son típicas aquellas situaciones en las que todo comienza a salir mal, pero además existe una “obligación” de darles una vuelta para que salgan bien.
Es precisamente el momento en que todo comienza a salir mal cuando nuestra capacidad de autocontrol se pone a prueba. Es muy fácil que nos dejemos llevar por la angustia, pero a la vez esa angustia impide que pensemos con claridad y resolvamos eficazmente el desafío que encaramos.
Es en esos momentos cuando nos pueden venir bien algunas estrategias para evitar que lo que ya era malo, se ponga peor. Tales estrategias son acciones sencillas que marcan la diferencia entre manejar una situación, o dejar que se complique y se salga de cauce. Enseguida te presentamos algunas de esas técnicas que van muy bien cuando el caos parece inundar aquello sobre lo que pretendemos intervenir.
“En las carreras finales de una temporada no sólo influyen las prestaciones y el rendimiento de los coches. También influye la psicología de los pilotos, la presión y cómo son capaces de soportarla”.
-Alain Prost-
¿Cómo mantener el control bajo presión?
1. Adaptar el lenguaje
El lenguaje y el pensamiento siempre están unidos. Lo uno está hecho de lo otro. Por eso es tan importante saber adaptar el lenguaje a las distintas situaciones. Esto, automáticamente, moldea nuestro pensamiento y lo pone a jugar a nuestro favor.
Para mantener el control bajo presión es necesario describir lo que nos sucede de un modo preciso y lo más realista posible. En otras palabras, no darle rienda suelta a ese lenguaje tremendista que solemos emplear cuando estamos angustiados o ansiosos.
Algunos creen que se desahogan cuando dicen “¡Por qué me pasa esto a mí!” En realidad, se equivocan. Expresiones como esa solo aumentan el malestar interno. De ahí que sea esencial cuidar las palabras con las que estructuramos nuestros pensamientos en momentos de fuerte presión.
2. Ajustar el organismo
Las situaciones angustiantes provocan una serie de cambios orgánicos y todos ellos afectan al buen funcionamiento de nuestro organismo. Por eso, una de las estrategias para mantener el control bajo presión es la de ejercer un trabajo de modulación sobre nuestro cuerpo.
Para ello, primero tenemos que estar familiarizados con cómo funciona nuestro organismo normalmente. Es necesario tener una noción clara de cómo es el ritmo de nuestro corazón, o cómo es nuestra sudoración y la sensación que hay en nuestros músculos. De este modo, vamos a detectar fácilmente cualquier modificación. Esa sola conciencia ayuda a devolver el organismo a su estado normal, especialmente si la acompañamos con ejercicios de respiración.
3. Activar pensamientos positivos
El control bajo presión depende en gran medida de la perspectiva que adoptemos frente a la situación y a los elementos de presión. Si lo vemos como una evidencia de lo desgraciados que somos, la situación no tardará en hacerse con la naturaleza de tortura.
Si lo pensamos un poco mejor, aparece la idea que nos puede salvar de la espiral: toda situación nos aporta algo. La tarea es precisamente descubrir qué es eso positivo que podemos encontrar en la situación que nos genera tanta presión.
Pensemos que lo fácil no suele enseñarnos demasiado. Por el contrario, los episodios complicados son los que más nos nutren. A veces simplemente nos enseñan a ser más pacientes y prueban nuestra capacidad de control. Ese, por sí solo, ya es un gran aporte.
4. Proyectar hacia lo nuevo
Es posible que no destinemos muchos recursos a digerir lo que hemos vivido. No solamente esos grandes acontecimientos que cambian nuestra vida en alguna medida, sino también las pequeñas experiencias cotidianas que nos modelan.
Cuando adquirimos el hábito de dedicarle un poco de tiempo al análisis, comenzamos a darnos cuenta de lo mucho que nos han aportado las situaciones críticas. También es muy posible que encontremos motivos para aumentar la confianza para enfrentarnos a desafíos similares.
Tener los “deberes” hechos en este sentido es algo que luego nos ayuda a proyectarnos mejor en una situación de presión o crisis. Internamente sabemos que estamos ante algo que puede ayudarnos a crecer. Aumentamos la capacidad para ser permeables a lo que el devenir de los acontecimientos nos puede enseñar.
5. Comparar constructivamente
Ante una situación que pone a prueba nuestra paciencia, resulta inteligente remitirnos a experiencias pasadas. De lo que se trata es de hacer una comparación constructiva, con el objetivo de aplicar lo que hemos aprendido en situaciones similares.
Esta estrategia es especialmente útil cuando evaluamos la situación como muy difícil y nuestra mente busca esa especie de reseteo quedándose en blanco. También cuando nos sentimos muy fatigados o experimentamos cierto sentimiento de impotencia. Nada mejor que valernos de lo adquirido en el ayer para resolver los problemas que enfrentamos ahora.
Como se ve, todas las estrategias para mantener el control bajo presión están asociadas a la actitud. En nosotros está no entregar parte o todo el control a aquello que nos amenaza, disponiéndonos a darle al desafío una forma de experiencia constructiva.
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Gómez-Ortiz, V., & Moreno, L. (2009). Factores psicosociales del trabajo (demanda-control y desbalance esfuerzo-recompensa), salud mental y tensión arterial: un estudio con maestros escolares en Bogotá, Colombia. Universitas Psychologica, 9(2), 393-407.