7 claves para desarrollar un cerebro resiliente en los niños
Desarrollar un cerebro resiliente en los niños es un objetivo, que de lograrse, tiene un enorme valor. Sabemos que nuestros pequeños son capaces de cosas extraordinarias. Sin embargo, lo que más deseamos es que sean felices. Para ello nada mejor que enseñarles a manejar recursos que les permitan hacer frente a los desafíos cotidianos, esos que pueden surgir en cualquier momento.
Pocas palabras están tan de moda. Vemos el término “resiliencia” en casi cualquier lugar, en todo libro de autoayuda, en todo manual de desarrollo personal. Asimismo, también sabemos que la idea que representa no es nueva, aunque sí sea en la actualidad cuando hemos comenzado a estudiar su efecto de una manera más rigurosa.
Viktor Frankl ya nos definió sus bases a través de varios libros. Lo hizo enseñándonos, por ejemplo, cómo determinadas personas logran hacer frente a la adversidad gracias a sus fortalezas interiores, a sus corazas, propósitos y enfoques.
“Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida”.
-Viktor Frankl-
Por tanto, si estos recursos resultan tan alentadores, ¿por qué no transmitirlos a los niños? Hacerlo, supondrá algo más que darles simples técnicas para manejar mejor los desafíos que puedan encontrarse. En realidad, la resiliencia edifica en ellos, igual que en nosotros, una nueva mentalidad. Da forma a cerebros más fuertes, con una mayor resistencia al estrés y con unas funciones ejecutivas más hábiles.
El esfuerzo merece la pena. Desarrollar un cerebro resiliente en los niños es posible si seguimos las siguientes estrategias.
La necesidad de “entrenar” un cerebro resiliente
Cuando hacemos frente a la adversidad lo que experimenta nuestro cerebro es estrés, es angustia emocional. Así, ese tipo de respuesta se inicia y se gesta en un lugar muy concreto: en la amígdala cerebral.
Esta estructura es la responsable de nuestras respuestas asociadas al miedo, y es ella también la que le envía mensajes al cerebro para que libere adrenalina y cortisol cuanto antes. “¡Hay que reaccionar, hay que escapar cuanto antes de ese estímulo amenazante!” nos dice.
Ahora bien, cuando la amígdala, esa centinela del miedo asume el control, ocurre algo muy característico: la corteza prefrontal pierde funcionalidad. Es decir, nuestra capacidad para analizar la situación de manera objetiva o para reflexionar sobre el problema, se reduce por completo. Nos dejamos llevar por ese secuestro emocional dominado por el temor sin ser capaces de ver salida alguna, sin disponer de esa calma interna con la que construir una vía de escape.
Si fuéramos capaces de entrenar en los niños un cerebro más resiliente esto no ocurriría. No se daría al menos con tanta frecuencia. Porque la resiliencia implica básicamente calmar a la amígdala para activar la corteza prefrontal. Reducir el estrés para desarrollar una mentalidad más abierta, reflexiva y fuerte. Veamos cómo conseguirlo.
1. Vínculos fuertes y apego saludable: sé el mejor referente para el niño
Es muy posible que muchos piensen que a la hora de educar niños más resilientes, nada puede ser mejor que enseñarles a ser autónomos e independientes. Bien, en realidad más que la autosuficiencia lo que es clave para desarrollar un cerebro resiliente es la conexión emocional.
Los niños necesitan de un apego sano, fuerte y saludable. Necesitan a personas de referencia que les ofrezcan amor, seguridad y protección. Todo ello da forma a un cerebro que no experimenta miedo ni estrés. Porque un cerebro fuerte que no ha tenido experiencias tempranas con la inseguridad o el temor es un cerebro que a largo plazo, encarará con mayor solvencia los problemas de la vida. La ausencia de esas huellas determina una mente más fuerte, flexible y receptiva.
2. Entrenar funciones ejecutivas
Lo señalábamos al inicio. Nuestro objetivo es calmar la amígdala (el miedo) y entrenar la corteza prefrontal (las funciones ejecutivas). De este modo ofreceremos recursos al niño para que sea capaz de resolver problemas, de focalizar la atención y de ser creativo cuando acontecen desafíos, sean grandes o pequeños. Todo ello evitará que se quede atrapado en el temor, en la angustia.
Estas son las estrategias para desarrollar en los niños las funciones ejecutivas:
- Establecer rutinas
- Modelar comportamientos sociales saludables.
- Favorecer la conexión social con personas confiables.
- Oportunidades para establecer sus propias conexiones con sus iguales (campamentos, deportes…)
- Juegos creativos.
- Juegos de memoria.
- Juegos creativos.
- Oportunidades para que tomen sus propias decisiones.
3. Practicar la atención plena
Otro modo sensacional para desarrollar un cerebro resiliente en los niños es la atención plena. Ser capaces de conectar con el aquí y a ahora de forma relajada, mejora la conexión cerebral, alivia el estrés y potencia a su vez las funciones ejecutivas. Si introducimos esta práctica en sus vidas de forma temprana veremos grandes beneficios.
4. Transmitir a los niños la idea de que son competentes y capaces
Un niño debe percibirse como competente en su día a día. Como alguien capaz de aprender de sus errores para mejorar, alguien que puede superarse cada día para manejar con mayor solvencia nuevas competencias y habilidades. Esa sensación, la de contar con nuestro apoyo y reconocimiento, le permitirá ir tomando mejores decisiones poco a poco.
5. Transmitir optimismo para desarrollar un cerebro resiliente en los niños
El optimismo realista puede ser una gran ayuda para ellos. Mostrémosles que toda realidad que pueda contener matices problemáticos puede ser planteada en términos de superación personal. Así será donde resida su verdadero valor.
6. Enfrentar los miedos con apoyo: pedir ayuda es bueno
Para desarrollar un cerebro resiliente en los niños es necesario que les ayudemos a gestionar las emociones de valencia negativa, como el miedo. Lo primero que les podemos regalar es una idea: pedir ayuda es además de recomendable, necesario. Además, los que piden ayuda son lo suficientemente valientes como para reconocer su vulnerabilidad, sus necesidades y dar paso a relaciones más profundas.
Ayudar a los demás y permitir ser ayudados es una dinámica que los niños deben instaurar de forma temprana en sus vidas. De ese modo, los miedos se harán más pequeños, perderán poder sobre ellos hasta desaparecer.
7. Aprender a construir una “caja para solucionar problemas”
Esta sugerencia es tan divertida como útil. A partir de los 5 años un niño ya es capaz de aprender a resolver problemas simples.
Si les regalamos para su día a día un “botiquín para los problemas” y les mostramos cómo utilizarlo, les estaremos ayudando a madurar. A medida que crezcan, serán ellos los que perfeccionen el uso de estas herramientas y los que las adapten a sus circunstancias.
Así, esa caja para solucionar problemas puede estar llena de las siguientes estrategias.
Qué hacer cuando algo me preocupa:
- Consultarlo con mamá y papá.
- Pedir ayuda o consejo a alguien de confianza.
- Si este problema lo he tenido antes pensar en cómo lo resolví. ¿Puedo hacerlo ahora mejor?
- Entender que todo problema, por grande que sea, puede dividirse en trocitos más pequeños para resolverlo.
Para concluir. Entrenar, dar forma y propiciar un cerebro resiliente en los niños requiere de una crianza basada en un apego seguro y donde a su vez, ofrezcamos una base sólida en cuanto a estrategias para afrontar y resolver problemas.
Hablamos de un tipo de educación activa y creativa, donde el adulto sirva de referente. Algo así determina una gran responsabilidad por nuestra parte: Nos referimos a una aventura que siempre merecerá la pena.