7 cosas que mi perro me enseñó
Vivir con un perro te cambia la vida. No solo es una gran responsabilidad, sino que es una fuente inagotable de enseñanza y bienestar. Haber compartido gran parte de mi vida con animales me ha hecho inmensamente feliz, pero además me ha aportado innumerables beneficios.
Cada día es una aventura y no hay un solo instante en el que estando con él te sientas sola. Así, si me acompañáis, a continuación os cuento 7 cosas que mi perro me enseñó:
Algunos ángeles no tienen alas. Tiene 4 patas, un cuerpo peludo, nariz de pelotita, orejas de atención y un amor incondicional.
1. Mi perro me enseñó a amar sin condiciones
Mi perro me enseñó el valor del compromiso y de la reciprocidad. Gracias a mi perro aprendí el valor de la lealtad, que es inmensa. Y el amor incondicional, el amor de pase lo que pase y el amor de “te quiero siempre a mi lado porque contigo mi vida es infinitamente mejor”.
2. A ser paciente y a perdonar
En realidad, mi perro cada día me enseña a no enfadarme. La vida no es de color de rosa, y eso mi perro lo sabe; sin embargo, es capaz de perdonar cualquier fechoría o cualquier salida de tono y seguir hacia adelante, porque hay un lazo mucho más grande que nos une para siempre.
Él me comprende y conoce el valor de no tener segundas intenciones, mi perro posee una absoluta bondad y pureza.
3. A vivir cada momento intensamente
Mi perro disfruta de un paseo, de un rato de juego o de una comida como si fuese la primera o la última de su vida. Él también tiene sus ansiedades y sus preocupaciones, pero todo le hace disfrutar y procura vivirlo intensamente. Es algo así como el “carpe diem perruno”.
Además, cada día se reservan un rato para explorar y ejercitarse, no pasan un día entero sin hacerlo aunque solo sea un poquito. En cuanto al paseo, le da igual a donde ir, él es feliz por acompañarme y sabe valorar esos momentos. No hay nada para hacerme sonreír como ver lo contento que se pone porque sale a pasear.
4. A adorar el caos
Adoro su desorden ordenado. En medio del caos de juguetes y huesos entre las diferentes habitaciones de la casa, él sabe dónde tiene lo que quiere y lo que le apetece en todo momento.
No hay razón para perder el tiempo en organizar sus cosas ni en establecer prioridades: mi perro es feliz con lo mucho o poco que tenga, recuerda que lo tiene y sabe disfrutarlo. Si comienzo a recoger sus juguetes para llevarlos a su cuna me persigue para asegurarse de tenerlo todo controlado. Y lo más asombroso es que lo consigue. Ojalá fuese capaz de llevar mi vida tan organizada sin preocuparme por el orden constantemente.
5. A disfrutar de los pequeños placeres de la vida
Escuchar su respiración sosegada en la noche me produce una paz indescriptible. Se tumba cerca de mí y se siente seguro y amado. Tanto como yo a su lado. Me resulta tan delicioso escucharle como atender a la brisa del mar o al cantar de los pajarillos.
6. A comunicarme con mi cuerpo
Puede que él no entienda lo que yo le estoy diciendo pero sabe por mis gestos o la forma en la que pongo mi cuerpo hacia él cuál es mi estado emocional, o si le quiero decir algo. Ambos nos hemos vuelto muy habilidosos para comprendernos y no hay nada que se nos resista. Los animales son verdaderos detectores de emociones.
Es muy común que los que han compartido su vida con un animal hayan tenido la sensación de que en verdad parece que entienden lo que les decimos. Es cierto, lo hacen.., no sé si por lo que decimos o por cómo lo decimos, pero nuestra capacidad de comunicación y de intercambio llega a ser alucinante. Realmente esto me ha hecho consciente de lo que puedo llegar a transmitir.
7. A sentirme única e irremplazable
Un perro te enseña cientos de cosas, te da lo que necesites y te seguirá toda la vida. Pero lo que un animal te va a enseñar es a quererte y a aceptar el hecho de ser una persona merecedora de amor.
Mi perro me ha hecho mejor persona y sé que seguirá haciéndolo cada día. Me ha enseñado que puedo ser amada con gran intensidad y de forma incondicional. Pero además, me ha enseñado el valor de decir te quiero cada día y, además, decirlo sin palabras.
Imágenes cortesía de Annette Shaff y Christin Lola