7 señales de un sufrimiento emocional no resuelto
Es un error pensar que las situaciones difíciles, o que nos han implicado un gran sufrimiento, se resuelven solo con el paso del tiempo. No actuar de manera impulsiva o pensar en otra cosa en muchos casos es insuficiente. Si el problema o trauma no se elabora y se cierra, el sufrimiento difícilmente cesará del todo, por mucho que el caer de las hojas del calendario pueda difuminarlo un poco.
Como norma, ni quedarse todo el tiempo en el dolor ni evadirlo son soluciones acertadas. Esas experiencias dolorosas requieren una digestión activa. Esto es, comprenderlas a fondo e influir sobre la huella que dejarán en nuestra vida.
En muchos casos, cuando hay un sufrimiento emocional no resuelto, la vida se empieza a volver complicada. El mal carácter se cronifica, el sistema inmunológico se debilita y mantener la concentración requiere un gran esfuerzo. Te sientes mal, pero no atinas a identificar la fuente de ese malestar. Estas son algunas señales de que hay algo por elaborar en tu pasado.
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
-Viktor Frankl-
1. Dificultades para manejar la ira
Esta es una de las señales más habituales de sufrimiento no resuelto. Se filtra en tu vida como irritación constante. Te enfadas por cualquier cosa y se vuelven frecuentes las discusiones o conflictos con los demás. Estás de mal humor a todas horas y no hay gesto o fortuna que te lo quite.
Es como si sintieras una rabia de fondo que no se diluye. Tus expresiones de ira se vuelven desproporcionadas. Explotas violentamente con relativa frecuencia. A veces te propones ser diferente, pero no lo logras. Te pasas el día pidiendo disculpas, enfadándote contigo mismo también. Buscas y buscas razones para justificar tu ira. Puede que en el fondo haya un sufrimiento emocional no resuelto.
2. Inestabilidad en las relaciones sociales
De forma a veces imperceptible, tus relaciones con los demás cambian. De repente los demás te parecen aburridos, poco merecedores de atención o francamente insufribles. Te cuesta ver algo bueno en quienes te rodean. Te descubres, más bien, cuantificando sus defectos.
A veces sientes ganas de salir y quedas con alguien, pero justo antes de hacerlo te arrepientes y te metes a la cama. Inventas excusas para no compartir con quienes antes compartías. Sientes que prefieres la soledad, pero tampoco estando solo te sientes cómodo.
3. Descuido personal
Una persona que se quiere, que valora quién es y lo que tiene, también se cuida y lo cuida. No solamente se refiere a la apariencia externa, sino a todos esos detalles que conforman la rutina. Las horas de comer, por ejemplo, pueden tornarse azarosas.
Algo similar ocurre con el descanso. Duermes mucho o demasiado poco. Tus hábitos normales parecen sufrir un descontrol. Algunas personas también comienzan a involucrarse en situaciones que implican riesgo físico o peligro para la integridad personal.
4. Desesperanza, la señal de un sufrimiento no resuelto
La desesperanza es ese sentimiento de contar con una brújula que no funciona, para la que no hay norte. También implica el pensamiento de que en el futuro nada va a cambiar, la idea de que la situación es mala y de que lo seguirá siendo, hagamos lo que hagamos. Se mira hacia adelante y solo se ve una repetición eterna de lo mismo. No hay interés, ni entusiasmo por lo que viene.
Este sentimiento de desesperanza puede ser esporádico o permanente. Si se mantiene durante mucho tiempo puede generar la sensación de que estás a punto de perder la razón o de terminar con todo. Llegar a ese punto significa que necesitamos ayuda.
5. Pensamientos obsesivos y compulsiones
Cuando hay un sufrimiento emocional no resuelto, la cabeza se llena de miedos o aprehensiones poco razonables, nada probables. Esto se torna obsesivo, en ocasiones. Por ejemplo, comienzas a creer que habrá un incendio en tu casa. Entonces empiezas a revisar, día tras día, una y otra vez, los posibles orígenes o causas de ese incendio que solo tú imaginas, al que solo tú le confieres realidad y por lo tanto temes. Y así todos los días.
Los comportamientos compulsivos surgen generalmente como un remedio instantáneo -y poco duradero- para las obsesiones. Por otro lado, las compulsiones terminan haciendo prisionera a la persona de sus propias obsesiones, ya que por mucho que en un primer momento las clamen, a largo plazo lo único que hacen es alimentarlas.
6. Fatiga
A muchas personas con un sufrimiento emocional no resuelto les invade una sensación de cansancio constante. Se experimenta tanto en el plano físico como en el mental. Es como si no se tuviera energía para nada, como si la pendiente suave de antes se hubiera trasformado en una pared rocosa.
Esa falta de vitalidad se traduce también en una vida más sedentaria. En cuanto tienes un tiempo libre te tiras en la cama a ver televisión o a dormitar. No sientes que las fuerzas te alcancen para realizar una actividad diferente a la de ahorrar energía para escalar esas paredes que han aparecido de pronto.
7. Falta de deseo
Un sufrimiento enquistado también puede erosionar el deseo sexual. No solamente el interés por tener relaciones sexuales propiamente dichas, sino también el interés por acariciar y ser acariciado. Por seducir y ser seducido.
Así, con la ausencia de deseo desaparece también una fuente de placer. Una actividad, la sexual, que antes le daba color a la vida e incluso reforzaba los lazos con la pareja. Así, sin estos momentos, es habitual que la complicidad con el otro también se vea amenazada… y justo en el momento en el que la persona necesita más apoyo. Así, la empatía se vuelve más difícil justo cuando es más necesaria.
Todas esas características pueden ser señales de que hay un sufrimiento emocional no resuelto. Está en tu pasado. A veces logras identificar la fuente de ese dolor, pero a veces no. En ambos casos, estás en una situación que exige ayuda profesional. Te sorprenderá todo lo que un profesional puede ayudarte.