8 efectos psicológicos comunes ¿Con cuál te identificas?
¿Por qué alguien que apuesta al rojo no se atreve a cambiar al negro en una misma partida? ¿Por qué en ocasiones nos atascamos en proyectos laborales y personales, pese a saber que son imposibles de llevar a cabo? ¿Cómo es que acierta el horóscopo?
Nuestro cerebro es creador y receptor de estímulos, experiencias, emociones y razonamientos.
Con los años, va adquiriendo una base sólida sobre la que afianzamos nuestro día a día, y en general, le creemos bastante capaz de liderarnos por el buen camino en el trabajo, en la familia, amigos y ocio.
“Para nuestro cerebro es mejor que nos cuenten una historia consistente que una historia verdadera.”
-Eduardo Punset-
Sin embargo, la máquina perfecta que suele ser el cerebro, tiene lagunas y comete errores. Unas veces por exceso de confianza y otras por defecto.
A diferencia de las equivocaciones de las que podemos ser conscientes, como los efectos de percepción (confundir colores, distancias, velocidades o profundidades), hay otros de los que no somos conscientes y no podemos ver ni sentir.
¿Los culpables? Los sesgos cognitivos y heurísticos
Un sesgo, no es más que un prejuicio. Una interpretación engañosa y equivocada de la realidad que convertimos en lógica gracias a “quedarnos” con una parte de la información disponible, o desechar la otra parte.
Los heurísticos (o atajos mentales) son tan absolutamente necesarios como potencialmente desacertados. Si esto es así, ¿de qué nos sirven?… La idea principal es que no estamos preparados para asumir toda la información que nos llega a través de los cinco sentidos.
Procesar, ordenar, analizar e integrar la información con nuestros esquemas, para más tarde dar respuesta, es un proceso tan lento y agotador que acabaría con nuestros recursos mentales.
“El pensamiento complejo requiere esfuerzo y a la hora de escoger entre dos caminos, nuestro cerebro suele elegir el más sencillo. El esfuerzo mental supone un coste y el cerebro tiende a economizarlo.”
-Daniel Kahneman-
La mente utiliza estos atajos para liberar trabajo. Es una de las estrategias que usamos, tan real como el razonamiento lógico o el ensayo – error.
Algunos de los conocidos y no tan conocidos atajos mentales
En el mundo de la psicología se han realizado diversos experimentos para mostrar si realmente existían este tipo de atajos. En los últimos años se han reproducido algunos de los antiguas investigaciones, dando como resultado la confirmación de su existencia.
Sesgo de confirmación
Elegimos y procesamos la información que se ajusta a nuestras expectativas y que coincide con nuestras ideas y prejuicios, casi sin importarnos si es verdad o es mentira. Esto nos sucede sobre todo en cuestiones emocionales y para apoyar creencias fundamentales.
Sesgo de auto justificación
A veces, hay decisiones que tomamos y tienen difícil explicación. Esta trampa del cerebro nos ayuda a no torturarnos, ni culparnos demasiado con cosas en las que podemos intuir que hemos fallado. Siempre podemos encontrar motivos para justificarnos, por muy cuestionables que sean.
La justificación es un acto que llevamos a cabo para excusarnos de cualquier acción negativa que hemos cometido. Sin embargo, nuestras justificaciones solemos atribuirlas a causas externas y cuando alguien comete algún error solemos culparlo a él en lugar de a las causas externas.
Sesgo de retrospectiva
¿Cuántas veces hemos pensado: tendría que haberlo sabido? Esto sucede cuando una vez ha pasado un suceso. Miramos al pasado y vemos todos aquellas señales que indicaban que iba a suceder. El sentido común se nos presenta de forma injusta, mirando al pasado con la ventaja de saber el final de la historia.
Podemos llegar a sentir impotencia porque pensamos que realmente podríamos haber sabido lo que iba a ocurrir. Sin embargo, todo parece más fácil y lógico “a posteriori”. Incluso en juegos de azar podemos llegar a pensar: “¿por qué no habré escogido estos números? No era tan difícil”.
Sesgo del costo hundido
Nos ocurre cuando nos resistimos a abandonar aquello en lo que hemos invertido tiempo, dinero, esfuerzo e ilusiones. A pesar de que la evidencia nos muestra la inviabilidad del proyecto seguimos empeñados en ello. Las oposiciones son un claro ejemplo. Hay un momento en que el opositor se plantea si seguir adelante o dejarlo. Cuando se lleva un tiempo en la misma dirección, no es fácil desistir del empeño.
La falacia del jugador
Se da la creencia en juegos de azar de que si sale repetidamente un color en una ficha o un número en un dado, se aproxima el cambio en la tendencia. En realidad, lo que la probabilidad nos dice, es que hay exactamente la misma probabilidad en todas las ocasiones.
Un ejemplo que podemos llevar a cabo en casa. Cogemos una moneda. Escogemos entre cara o cruz: nos quedamos con cruz. Lanzamos la moneda al aire y sale cruz. Repetimos la misma operación cinco veces con la misma elección. En la séptima repetición tenderemos a creer que seguramente saldrá cara porque ya ha salido siete veces seguida cruz. Sin embargo, la probabilidad sigue siendo del 50%.
Norma de reciprocidad
La norma o el principio de reciprocidad, según Robert Cialdini, es un principio de influencia. Trata sobre el hecho de sentirnos obligados a devolver un favor cuando alguien nos lo ha hecho incluso sin que lo hayamos pedido.
Efecto del contagio imaginado
Se sabe que imaginar el contacto y la relación con miembros de otros grupos étnicos es suficiente para ir reduciendo los prejuicios sobre aquellos que son diferentes.
Efecto Forer o Barnum
Este sesgo es la clave del horóscopo. Le damos importancia y valoramos con alto acierto a descripciones generales de personalidad. Hacemos específicamente nuestras, frases que son vagas e imprecisas, en las que pueden incluirse millones de personas.
Si leemos en el horóscopo que “hoy será un día complicado y que debemos tener especial cuidado con la economía”, ¿cuántas personas de cualquier signo se pueden sentir identificadas? Posiblemente, la gran mayoría.
Conclusión
Si no te reconoces en ninguno de estos efectos psicológicos, lo más probable es que hayas caído sin querer en otro sesgo: el del punto ciego. Es decir, ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Los sesgos y heurísticos son necesarios y útiles aunque muchas veces nos conduzcan inevitablemente al amargo más que al dulce.
“Si nuestro cerebro fuera tan sencillo como para poder entenderlo, seríamos tan tontos que, de todos modos, no lo podríamos entender.”
-Jostein Gaarder-