Actitud y aptitud: ¿en qué se diferencian?

Tener actitud no es lo mismo que tener aptitud. La primera es como la dirección de una orquesta, la que define la armonía de tu vida, mientras que la segunda es la destreza para tomar cada instrumento. En este artículo, profundizaremos en las diferencias entre estos dos conceptos clave.
Actitud y aptitud: ¿en qué se diferencian?
Laura Ruiz Mitjana

Escrito y verificado por la psicóloga Laura Ruiz Mitjana.

Última actualización: 02 octubre, 2023

Actitud y aptitud, ¿son lo mismo? ¿Qué significa cada concepto? Aunque tendamos a confundirlos —pues son palabras casi homófonas—, se trata de dos nociones diferentes.

Para empezar, la actitud hace referencia a una manera de comportarse ante una situación, persona o idea, mientras que la aptitud se refiere más bien a una capacidad o habilidad. Para comprender mejor sus distinciones, pondremos ejemplos de la vida social, laboral, familiar, académica y personal.

¿Cuál es la diferencia entre actitud y aptitud?

El primer paso para establecer la diferencia entre ambos conceptos es entender su definición, según la Real Academia Española, la aptitud es la «capacidad para operar competentemente en una determinada actividad». Es decir, la habilidad que puede tener una persona para desempeñar una tarea específica.

En cambio, la actitud es la «disposición del ánimo manifestada de algún modo». Es una tendencia mental y emocional que influye en la manera en que nos enfrentamos a diversos aspectos de la vida.

La actitud es una cosa pequeña que hace una gran diferencia – Winston Churchill –

Así pues, como hemos podido intuir, la actitud incluye tendencias, rasgos de personalidad y formas de reaccionar frente a los problemas. En el caso de la aptitud, hablamos de la habilidad para cumplir determinados roles y funciones.

Entendemos entonces que una de las principales diferencias radica en que una actitud puede ser positiva, negativa o neutra, mientras que una aptitud suele contar con una connotación positiva y valiosa.



Ejemplos de actitud y aptitud en diferentes aspectos de la vida

La diferencia fonética y gráfica es mínima. Están a una letra de distancia. Sin embargo, los puntos de desencuentro entre ambos conceptos se notan de forma mucho más evidente en las diversas áreas de la vida de una persona. Veamos algunos.

En el ámbito laboral

En el ámbito del trabajo, actitud y aptitud son dos cualidades muy valoradas. A pesar de que muchas veces se confunden por su similar pronunciación, son conceptos específicos.

Para ilustrar, una actitud podría manifestarse al mostrar iniciativa a la hora de buscar soluciones. Es lo que hace que un trabajador se involucre en las tareas, se comprometa con su rol y proponga ideas. Mientras, una aptitud podría ser la capacidad innata o desarrollada para aprender de forma rápida o para ejecutar tareas específicas con destreza.

En este sentido, vemos cómo la aptitud tiene que ver con aquello más «técnico» (conocimiento), y la actitud está relacionada con el tipo de personalidad con la tendencia a actuar de tal forma.

Sin lugar a dudas, y de acuerdo a lo señalado en un informe publicado en la Revista Ciencia Empresarial, la combinación de actitudes positivas y aptitudes valiosas, funcionan como principales pilares del crecimiento profesional.

La aptitud y la actitud en el ámbito familiar

A nivel familiar, vemos ejemplos de actitud cuando decidimos pasar más tiempo con nuestros seres queridos o cuando nos ofrecemos para cuidar a nuestros sobrinos. Pero también podemos tener actitudes negativas que pueden afectar nuestros vínculos, como no mostrarnos dispuestos a ayudar con las tareas domésticas o fomentar la crítica constante.

¿Y cómo se refleja una aptitud en el ámbito familiar? Tener buena capacidad para organizar actividades, ser capaz de expresar sentimientos de modo claro y respetuoso, o tener habilidades para establecer límites a los niños, por ejemplo. Se trata de competencias útiles para el funcionamiento armonioso de la convivencia familiar.

En el ámbito social

En los grupos sociales extrafamiliares, encontramos también diversas actitudes y aptitudes que visibilizan las diferencias entre estos conceptos.

Tener la iniciativa de reunirnos a menudo con amigos, mostrarnos disponibles para acompañarlos durante una situación difícil o expresar entusiasmo ante sus logros, son ejemplos de actitudes que pueden fortalecer nuestras relaciones sociales. Una actitud negativa podría ser responderles de forma agresiva cuando estamos enfadados.

Y en cuanto a la aptitud, podemos pensar en la capacidad para organizar planes diferentes y divertidos con ellos o saber cómo manejar desacuerdos o conflictos de forma constructiva, por ejemplo.

En el ámbito académico

Tal como plantea un trabajo de investigación difundido en Atlante Cuadernos de Educación y Desarrollo, ambos conceptos juegan un papel fundamental en el proceso de aprendizaje. Lo mismo expone un estudio realizado por el doctor en filosofía, Michael Sturgeon, en relación con el aprendizaje de una lengua extranjera.

Así, un estudiante exitoso hace uso de sus conocimientos y capacidades intelectuales (aptitudes) al mismo tiempo que cultiva un comportamiento positivo (actitud) que contribuye de forma significativa a su motivación, y por ende, a su rendimiento.

Es posible entonces que un alumno con enormes habilidades técnicas, pero con una actitud poco entusiasta o comprometida, presente ciertas dificultades al momento de alcanzar su máximo potencial en el área académica.

En el ámbito personal

En cuánto al área personal, las actitudes hacen referencia a la manera de comportarnos con nosotros mismos y con los demás. Cuando estas son positivas, tienen una influencia más que relevante a la hora de adquirir y mantener hábitos saludables, por ejemplo. Una actitud consciente y equilibrada hacia la alimentación puede llevar a elecciones más sanas.

En cambio, una actitud sedentaria o pesimista puede resultar en un estilo de vida menos activo, y a largo plazo, contribuir a problemas de salud.

Cuando hablamos de aptitudes, nos referimos a las habilidades específicas con las que contamos o desarrollamos para enfrentar situaciones y desafíos. En el ámbito personal podemos incluir una infinidad de ejemplos; como la capacidad de organizar tareas y establecer prioridades, contar con una buena inteligencia emocional, tener autodisciplina o creatividad.



Dos nociones valiosas

Como hemos visto a través de estos ejemplos, actitud y aptitud son dos conceptos diferentes. Sin embargo, ambas son esenciales para una vida exitosa y plena. Cada una de estas variables psicosociales aporta su propio conjunto de beneficios y juega un papel importante en diferentes aspectos de nuestra vida.

La popular expresión «todo es cuestión de actitud» nos hace pensar que a la hora de desarrollar un proyecto o conseguir nuestros propósitos, nuestra actitud es un factor determinante, más allá de nuestras habilidades.

¿Qué piensas tú? ¿Es más importante contar con buenas aptitudes o asumir una postura positiva ante la vida? Es un tema que invita, sin más, a seguir reflexionando.


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