Adopción: 4 reflexiones a tener en cuenta
La adopción supone una gran oportunidad para las personas que no pueden tener hijos de forma biológica. Constituye un modo diferente de acceder a la maternidad y paternidad, creando un lazo tan consistente de filiación como el que parte de la paternidad biológica. Por otro lado, el proceso de adopción parte de la decisión de los padres de comenzar un largo camino, con algunos obstáculos que merece la pena analizar antes de comenzar a avanzar.
Los padres adoptivos no sólo ejercen el papel de cuidadores, su generosidad y el deseo de transmitir amor supone una oportunidad para dejar huella de su paso por la vida. Adoptar significa reconocer como un hijo a aquel que biológicamente no lo es con la finalidad de formar una familia.
Es normal que existan dudas y temores fundados desde el primer momento de este complejo proceso. La inseguridad de los padres adoptivos les llevan a formularse preguntas y a tener sentimientos encontrados: “¿Sabré ser un buen padre o madre?” “¿Conseguiré que me quiera?” “¿Terminaremos siendo de verdad una familia?”.
Uno de los temores más compartidos por los padres adoptivos es el de que su hijo no se sienta querido como si fuese un hijo biológico; por el contrario, es probable que el niño sienta igualmente los mismos miedos y por eso, necesita de unos adultos, de unos padres, que estén seguros de lo que hacen, de sus sentimientos y de las decisiones que toman para que el niño se sienta realmente protegido. En este sentido, no necesita de unos padres que no tengan dudas, sino de que aguanten ese momento de duda con serenidad.
Adopción: 4 reflexiones a tener en cuenta
Según la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del niño, la adopción no es una herramienta para solucionar un problema de fertilidad o una voluntad de paternidad, sino que es una medida de protección de la infancia abandonada, de su derecho a tener una familia y la obligación de las administraciones por proveer de esa familia al menor.
Adoptar no es decisión que deba tomarse a la ligera
La primera pregunta a la que deben responder los padres que han tomado la decisión de adoptar es tan sencilla como profunda: ¿Por qué quieres adoptar un hijo? Cuáles son las razones o motivos que sustentan su decisión.
A partir de este momento comienza un duro camino de burocracia, con distintas evaluaciones en las que los padres tienen que demostrar que son los candidatos idóneos para acoger a ese hijo. Sus vidas serán analizadas de forma minuciosa con la única intención de encontrar la mejor familia para el niño o niña, dejando en un segundo plano, la ansiedad o estrés que esto puede generar en los futuros padres.
Una premisa que se debe tener en cuenta es que la adopción es un proceso largo y, en muchas ocasiones, difícil de afrontar. Los profesionales que se encargan de tramitar este procedimiento deben profundizar en temas diversos como el trabajo, las amistades o la forma de ser de los futuros padres adoptivos.
A los solicitantes, muchas veces les resultan excesivas las preguntas, entrevistas o indagaciones sobre sus vidas (algo que no hace la naturaleza cuando decidimos tener un hijo). En este punto es importante tirar de paciencia y no perder de vista el objetivo último, la adopción. Por otro lado, los entrevistadores que se encargan de este cometido deben tener la sensibilidad suficiente para identificar aquellos obstáculos insalvables de aquellos que se pueden sortear por actitud, inteligencia y determinados recursos que en un momento dado se pueden incorporar.
Prepararse para las entrevistas previas
El deseo tan intenso de los padres de tener a su hijo cuanto antes hace que el proceso de adopción les resulte excesivamente largo. En última instancia, los criterios que se buscan en los adoptantes, por muy injustos y subjetivos que puedan parecer, se acogen a leyes establecidas por convenios internacionales, que si se miran en su conjunto tienen su lógica dentro del marco de incertidumbre que rodea el problema de la adopción y la infancia.
En las entrevistas previas se pregunta por las motivaciones que llevan al solicitante a adoptar, se investiga sobre las relaciones de pareja, la estructura de su personalidad, su estado físico y su capacidad de consolidar y desarrollar la relación adoptiva.
La adopción no es una obra de caridad
¡Por supuesto que la adopción no es una obra de caridad! Tanto los padres como los hijos adoptivos han pasado por estados emocionales complicados hasta que se han encontrado. Se trata de un proyecto junto, no de un gran favor. De una ilusión, por encima de la carga que pueda representar en un determinado momento un hijo.
El deseo de los padres se cumple desde el momento en el que tienen a su pequeño en casa. Este punto intermedio -nunca final, porque todavía queda mucho trabajo por hacer- tan importante, llega después de haber superado ya algunos obstáculos. Por ejemplo, el que antes señalábamos: soportar con una buena actitud que un desconocido haga preguntas muy directas e íntimas.
Por otro lado, señalar que el interés de la adopción debe ser visto siempre desde la perspectiva del menor. Los padres importan, por supuesto. Y mucho, pero antes está el menor: porque cuenta con menos recursos, porque está más desprotegido. Es él en el fondo el que tiene derecho a tener unos padres, una familia; no al revés.
Afrontando una nueva vida
Es difícil predecir cómo el niño adoptado se adaptará a su nueva familia y su actual hogar. El concepto de adaptación es aún más complicado cuando hablamos de niños que proceden de otros países, con historias y experiencias previas que pueden influir en la adecuación de éstos a su nuevo entorno.
Contrariamente a lo que pueda creerse en un primer momento, los niños y niñas adoptados parecen tener una buena adaptación a nivel general, es decir, no muestran más dificultades a nivel personal, a nivel social, a nivel familiar ni a nivel escolar, que sus iguales no adoptados.
En cuanto a los nuevos padres, una buena opción para poder resolver todas sus dudas es vincularse con familias que ya hayan adoptado y buscar apoyo en asociaciones de padres adoptivos. Es necesario no tener ideas preconcebidas sobre el período de ajuste familiar tras la llegada del niño o la niña. Es una etapa pasajera en la que se establece (si se tiene que establecer, si se hacen las cosas bien y a fuego muy lento), un vínculo de apego basado en el amor, el respeto y la confianza mutua.
“No es la carne ni la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos”.
-J. Schiller-