Si el amor te corta las alas, no es amor, sino dependencia
“No puedo vivir sin ti” es una frase que nos encontramos todo el tiempo en canciones, poemas o conversaciones habituales. Ni qué decir de la radio y la televisión con sus novelas, melodramas y demás espacios destinados al entretenimiento. En principio, no notamos que es una fuerte declaración de dependencia.
También se habla de “media naranja”, del “yo sin ti no soy nada”, de “contigo hasta el fin del mundo”. La cruda realidad nos muestra, sin embargo, que detrás de semejantes y tal vez inocentes muestras de compromiso representadas en letras, puede haber algo más. Quizás ahí está ese enemigo agazapado: la dependencia.
“Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa”.
-Gabriel García Márquez-
Como vemos, es la misma sociedad la que repite mensajes, en clave de amor romántico, que alimentan dicha dependencia emocional. Precisamente en esos mensajes el amor pierde su sentido para transformarse en una lucha silenciosa que, poco a poco, termina por destruir la relación. Nunca conduce a algo bueno.
¿Sabemos identificar cuándo pasamos del amor a la dependencia? Es difícil establecerlo, especialmente porque el orgullo y el miedo a quedar solos se encargan de ponernos una venda que nos tapa la realidad. Pero sí hay un aspecto infalible que es una señal de alerta segura: si sufres en tu relación, pero no puedes dejarla, es posible que se haya convertido en dependencia.
Necesidad de controlar y ser controlado: síntoma de dependencia
Viven pendientes de sus teléfonos para ver en qué momento la pareja se conecta; y, si lo hace, pero no saluda de inmediato, empiezan las dudas, los miedos, la rabia, las conjeturas. Mientras tanto, ella o él no pueden atenderte porque se encuentran en medio de una reunión, en clase, etc. También cabe la posibilidad de que en ese momento no quieran, algo que no es un indicador de que te quieran menos.
Por este motivo, gran cantidad de relaciones han terminado o enfrentan problemas terribles. Saber dónde está, qué hace, qué piensa o qué no piensa el otro es una clara muestra de dependencia emocional. Las redes sociales se convierten en espacios para los malos entendidos. La luz que anuncia la presencia en Facebook o Whatshapp se trasformó en un dedo acusatorio.
Como también lo es sentir que no eres importante para la otra persona. “¿Qué te pasa, es que ya ni siquiera sientes celos? ¿Te tiene sin cuidado con quién estoy?” Al parecer se peca por omisión. Entonces el amor, en vez de ser aprovechado para crecer juntos, muestra una de sus peores caras y pone al descubierto la inseguridad.
Manipulación y dependencia
Hay que salvar la relación cueste lo que cueste. Es como aferrarse a la última tabla que flota en el mar después de un naufragio. No interesa que el dolor se multiplique. Lo único que vale es no permitir, por ningún motivo, que aquella persona se aleje y terminemos a la deriva.
Ya no comemos, ni dormimos. Se bajan nuestras defensas y nos enfermamos. En ese momento echamos mano de la manipulación. Ella o él son los culpables de la desgracia. Si se va ya no tiene sentido luchar, “te necesito a mi lado porque no soy nada sin ti”.
La pareja se siente presionada y hasta culpable por la situación. Aunque ya no ame, de todas formas se queda. No quiere cargar toda la vida con la responsabilidad si le causa un grave daño a la otra persona. No se lo perdonaría. A estas alturas ya no podemos hablar de amor. Si bien la relación se mantiene, ahora se ha trasformado en una fuente de dolor.
¿Qué puedo hacer si sufro de dependencia?
Como todo en la vida, el primer paso es reconocer que estamos ante un problema. Aceptar que de aquella relación maravillosa solo queda un compromiso que, tal vez, mantenemos por costumbre o miedo. Hay que afrontar la realidad con decisión y valentía.
Es frecuente caer en la idealización del otro y no superar la que se produce en las primeras fases del enamoramiento. De ahí que sea muy difícil establecer nuevas relaciones porque nos dedicamos a comparar a todos los hombres o mujeres que se nos acercan con nuestra pareja anterior. La dependencia trae consigo este rechazo de todo lo que no sea lo idealizado.
Hablar directamente y sin rodeos es fundamental. No se trata de imponer nuestro punto de vista y tampoco de caer en la manipulación. Lo ideal es ser sincero, decir la verdad y liberar al otro de un amor que ya no da vida sino que envenena.
Una ruptura con una persona que todavía queremos trae inevitablemente un duelo. Es un sentimiento parecido al que albergamos cuando fallece un ser querido. Primero nos negamos a aceptar que esa persona ya no estará a nuestro lado. En seguida, nos sumimos en una tristeza por aquellos recuerdos que nos atormentan. Después de sufrir, asimilamos la pérdida: algo hace clic en nuestro interior y ya estamos listos para comenzar de nuevo.
Imágenes cortesía de M. Lafontan y Zemael