Anna Freud y su obra después de Sigmund Freud
Anna Freud fue una hija no deseada. Era la pequeña de 6 hermanos y la única que, llegada la adolescencia, se convirtió en la discípula devota y casi abnegada de su padre, Sigmund Freud. Fue “conejillo de indias” para el psicoanálisis y también heredera de su legado. Eso sí, una buena parte de lo que Anna Freud aportó al campo de la psicología infantil fue algo pionero y realmente valioso.
El nombre de esta interesante mujer afortunadamente no navega en la bruma del olvido. Su nombre no ha caído en ese eco difuso donde otras figuras femeninas quedaron casi diluidas por la cercanía de grandes hombres con los que compartieron linaje. Ahí está, por ejemplo, la figura de Ada Lovelace, notable matemática y precursora del lenguaje de programación; una mujer que para muchos no fue más que la hija aventajada de Lord Byron.
“Siempre busqué en el exterior la fuerza y la confianza, pero después descubrí que están en el interior, ahí donde han resido todo el tiempo”
-Anna Freud-
Anna Freud también fue la hija más aventajada del padre del psicoanálisis, una niña que llegó al mundo sin que nadie la esperara pero que al poco consiguió hacerse un hueco entre sus hermanos y entre todos esos familiares que idolatraban ciegamente al médico y neurólogo austriaco. Anna era revoltosa, inquieta y buscaba por encima de cualquier cosa ganarse a la fuerza la admiración de su padre, un hombre que la trató siempre más como una paciente que como una hija.
Fue a lo largo de los años 20 cuando, siendo ya miembro de la Asociación Psicoanalítica de Viena, su vida empezó a tomar nuevos rumbos. Freud ya había recibido el diagnóstico del cáncer de paladar y Anna, decidida a no dejar a su padre en ningún momento, pensó que aunque no lo abandonaría físicamente orientaría su carrera a otros campos. En lugar de ejercer como analista, decidió tratar pedagógicamente a niños pequeños bajo directrices psicoanalíticas.
Lo que empezó en la Viena de 1925, lo continuó en Inglaterra y bajo el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Una etapa clave donde se iniciaría su auténtica obra; esa que continuaba en cierto modo la del ya fallecido Sigmund Freud, pero aportando a su vez, nuevos enfoques.
Anna Freud y la psicología del YO
Anna Freud fue siempre una mujer práctica. No le gustaba demasiado teorizar: de ahí que sus libros estén llenos de interesantes casos prácticos como base para justificar y desarrollar sus ideas. Lo que más deseaba Miss Freud era que el psicoanálisis tuviera una utilidad terapéutica en la vida de las personas, especialmente en la de los niños.
- A lo largo de su vida se preocupó mucho más de la dinámica mental que de su estructura. De ahí que se interesara más por el YO que por el ELLO, y de esa parte inconsciente de la vida psíquica que tanto apasionaba a su padre.
- Anna Freud es especialmente conocida por su libro “El Yo y los Mecanismos de Defensa”. En sus páginas explica cómo funcionan cada una de estas dinámicas, dedicando un apartado especial al uso de los mecanismos de defensa de los niños y los adolescentes.
- Asimismo también ahondó en una idea interesante, y es el hecho de que la mayoría de nosotros aplicamos diferentes mecanismos de defensa y que no hay nada de patológico en ello. El enfoque de Anna Freud no se centraba tanto en los síntomas de posibles anomalías, como lo hizo su padre. Buscaba también combinar su prisma teórico con una psicología más al uso que a todos nos fuera útil, práctica.
Entre los múltiples mecanismos de defensa que enunció Anna Freud, estos serían sin duda los más conocidos:
- Represión: responde a la necesidad de contener los pensamientos y emociones que mantienen la ansiedad.
- Proyección: es la capacidad y costumbre de ver los defectos propios en otra persona.
- Desplazamiento: la transferencia de sentimientos negativos hacia terceras personas.
- Regresión: volver a una edad más joven psicológicamente, con las costumbres y los patrones propios de esta edad anterior.
La etapa británica y la psicología infantil
En 1941 Anna Freud abrió una guardería y varias residencias para niños en la calle Wedderburn, una zona de Hampstead, en Londres. En aquellos días había leído también a María Montessori y sensibilizada por todos aquellos pequeños, traumatizados por la impronta de la guerra, decidió que era el momento de avanzar y de conseguir logros en ese campo que tanto le interesaba.
- Basó el desarrollo de sus teorías en el enfoque de su padre. Sin embargo, tenía claro que a la hora de tratar los traumas, dejaría el “Ello y el superyó” a un lado para centrarse en el “YO”.
- Asimismo, cuando Anna iniciaba sus sesiones de psicoterapia, evitaba por todos los medios asumir esa figura “paterna” tan clásica en el psicoanálisis. Sabía que, para que un niño pudiera comunicarse con comodidad, necesitaba un entorno cálido, amable y distendido.
- La hija de Freud fue la primera en hacer uso del juego (ludoterapia) como mecanismo para adentrarse en el mundo emocional del niño. Con el juego también cambió la forma de jugar su rol como terapeuta: lejos de presentarse como una figura de autoridad distante, su pretensión fue tratar con los niños desde la cercanía y utilizando su lenguaje.
El diván por tanto quedó a un lado para crear auténticas aulas de juego: un contexto mucho más idóneo para la expresión espontánea de los más pequeños.
La importancia de las relaciones tempranas
Ann Freud defendió a lo largo de toda su vida la necesidad de cuidar y atender las las relaciones tempranas de un niño como mecanismo esencial para su correcto desarrollo. Sus trabajos sobre los pequeños que habían sufrido abandono o negligencia extrema, por ejemplo, sentaron las bases para múltiples investigaciones posteriores.
“Lo que siempre he querido para mí es mucho más primitivo. Probablemente no es más que el afecto de las personas con las que estoy en contacto, y su buena opinión sobre mí”
-Anna Freud-
Asimismo, otra iniciativa pionera fue la recomendación de que los niños no debían estar hospitalizados más de lo necesario, ni permanecer un tiempo excesivo en orfanatos en caso de orfandad o abandono. Los niños necesitan la cercanía familiar y la figura materna. Toda distancia del seno familiar (figuras de referencia) ocasiona estrés, miedo, y tiene un impacto en la mente del niño y en su desarrollo psíquico.
Anna Freud pretendió que el funcionamiento de sus centros de acogida se basara en las “unidades de familia”. De ese modo, toda criatura abandonada o traumatizada por los efectos de la guerra encontraba en estas instituciones otros compañeros (hermanos) y una madre suplente o psicoterapeuta que trataba los traumas y las pesadillas recurrentes de aquellos pequeños.
El “demonio negro”, como la llamaba su padre por su carácter a instantes fuerte y algo excéntrico, no traicionó la herencia teórica de Sigmund Freud; de hecho, la mejoró. Gracias a ella se pudo pulir ese arista, ese cabo suelto y descuidado que dejó su progenitor al no ahondar demasiado en la educación infantil.
La práctica terapéutica de Anna Freud se volcó exclusivamente en los niños, y no solo eso. Su propia vida quedó dedicada al amparo de los pequeños que carecían de cuidados básicos. Creó múltiples guarderías residenciales, una clínica y un centro de formación de psicoterapeutas en psicoanálisis infantil.
Miss Freud murió a la edad de 82 años, habiendo cumplido su misión. Fue la madre del psicoanálisis y la persona que veló por su continuidad.
Referencias bibliográficas
- Anna Freud (2004). Psicoanálisis del desarrollo del niño y del adolescente. Barcelona: Editorial Paidós Ibérica
- Sigmund Freud & Anna Freud (2014). Sigmund y Anna Freud. Correspondencia 1904-1938. Colección Psicología Profunda. Argentina: Ediciones Paidós
- Anna Freud (1980). El Yo y los mecanismos de defensa. Barcelona: Editorial Paidós Ibérica